jueves, 15 de enero de 2009

EL ALETEO DEL TERROR, Félix Dixi

Santos Suárez, La Habana, enero 15 de 2009, (SDP) Uno de los más molestos sonidos que tiene que soportar una persona es el detestable zumbido de un mosquito, sobre todo si se trata del protagonista de innumerables crímenes a lo largo de estos siglos.

Claro está, estoy hablando del artista más famoso del mundo alado, actor de una película que se rebobina cada cierto tiempo y que bien pudiera llevar el título del encabezamiento de este artículo.

Descubierto en el siglo XIX por el Doctor Carlos J. Finlay, (el Pasteur olvidado de América), como el agente transmisor de la fiebre amarilla, el Aedes Aegipty es hoy causante de otra no menos mortal epidemia: el Dengue.

En mi más de medio siglo de existencia, mi memoria me permite recordar que ya en los lejanos años 70 del pasado siglo, se desató una epidemia de este mortal virus. Recuerdo asimismo que antes de esa década, en este país, llamado por algunos Cubita la Bella, la única referencia que tuve del Dengue fue la del ritmo creado por Dámaso Pérez Prado, con cuya pieza “Carolina Dengue” hube de bailar en mi juventud.

Fuera de eso, lo único que conocí en mi niñez y adolescencia fueron los ocasionales brotes veraniegos de Sarampión, China o Paperas, durante los cuales nuestras madres procuraban que sus hijos salieran inmunizados de por vida, mandando a dormir juntos a todos los fiñes para que se les pegaran estos brotes, pues se suponía que si estas enfermedades se contagiaban pasados los quince años, lo hacían de mala manera.

¿De dónde vino este Dengue que antes no existía en nuestro país? ¿Fue acaso una epidemia introducida a propósito o es un error humano, susceptible de cometerse en cualquier latitud y en cualquier sistema social?

Hace décadas que los cubanos cooperan en labores de todo tipo en distintos países del mundo. Meditemos un poco. ¿Se ha sometido a rigurosa cuarentena a las personas que han permanecido trabajando específicamente en regiones donde estas enfermedades son endémicas, como ocurre en algunos países de África, Asia y América Latina?

Respecto a la higiene, mucho se ha hablado y alertado a la nación sobre este tema. Las críticas a empresas o a ciudadanos que parecen creer que viven individualmente, sin pensar en los demás, y al mal trabajo de organismos encargados de esto, han sido constantes. Desde los Noticieros ICAIC del fallecido Santiago Álvarez hasta algunos reportajes realizados por la Televisión cubana en los últimos tiempos.

Uno de estos canales televisivos, el Canal Habana, incurre muchas veces en contradicción porque entrevistan habaneros que expresan lo hermosa que es su ciudad y a continuación presentan un reportaje (Octubre 7 de 2008) donde presentan a vecinos de calles del municipio de San Miguel del Padrón, totalmente destruidas, con gigantescos baches donde se aprecia agua limpia acumulada, producto de roturas y salideros de las conductoras del acueducto, que se suma a la de lluvia y por otro lado, a aguas albañales.

Lo que más llama la atención y la “lógica ilógica” fue la afirmación de una mujer de treinta y tantos años quien expresó vehementemente “que desde que tiene uso de razón está viendo esa calle destruida y estos salideros”.

Vista hace fe. Si alguien duda de esto, lo remito a esos viejos noticieros latinoamericanos del ICAIC y a los realizados por la TV, que deben estar en las bóvedas y también a un trabajo de humor crítico de Zumbado, publicado en el Juventud Rebelde y en forma de libro por Ediciones Unión en 1985 (Reflexiones II) bajo el título de El Bache.

Así llegamos al meollo de este asunto. ¿Acaso la reproducción de este asesino alado no está ligada a los depósitos de agua limpia? ¿No son los baches, siempre llenos, ya sea por salideros o por la frecuente lluvia, reservorios de agua limpia? ¿Qué hace la Corporación Española -Cubana Aguas de La Habana? ¿Arreglar los principales y más céntricos salideros? ¿Y los cientos (acaso miles) que todavía el Canal Habana no ha reportado, no cuentan? Al parecer, el impuesto sobre el transporte terrestre, que nunca ha dejado de cobrarse, no se invierte en la reparación de las calles secundarias.

El bache se ha hecho tan habitual en nuestras calles que ya es parte del paisaje y nadie lo nota. Ese es precisamente el dilema: o se reparan las calles secundarias de La Habana o seguiremos eternamente soportando ese Aleteo del Terror.
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