jueves, 29 de noviembre de 2007

Un viejo chisme, Luís Cino


Hace un tiempo, un viejo chisme echó a rodar: el dinero de los contribuyentes norteamericanos para la causa de la democracia en Cuba, según una investigación federal estaba siendo indebidamente utilizado.

Se originó a partir de reportajes de dos periodistas del Miami Herald. Enseguida lo magnificaron las comadres roñosas del Granma y los servicios informativos de la Televisión Cubana.

Durante varios días, destilaron baba venenosa. Mezclaron en enrevesados trabalenguas a grupos fundamentalistas de Miami (?) con latas de cangrejo (fea costumbre que tienen de obsesionarse con animales que caminan para atrás). Así arrancó otra campaña de calumnias contra el exilio, “la mafia anexionista de Miami”, como la llaman ellos.

No me canso de repetirlo: los métodos del Departamento 21 del G-2 se aplican no sólo en Lawton y Sibanicú, sino también en Miami. Lo mismo acusan a un disidente sordomudo de robarse una olla arrocera, que confiscan un memo-flash a un periodista independiente, organizan un mitin de repudio o echan a rodar una bola de inmundicia en Miami.

¡Allá los ingenuos que quieren seguir creyendo que el brazo de la Seguridad del Estado no los sigue en el exilio¡

En aquel momento, algunos tontos útiles y los que en Miami se quieren dejar embaucar, se agruparon en los Herald, el Nuevo y el viejo, hoy quedan algunos de este tipo.

Escriben necedades para el provecho de la dictadura. En inglés y en español. Lo hacen en esperanto si es preciso. Basta que les paguen, les convenga o se lo orienten. O simplemente no tengan en que entretenerse. Vaya usted a saber.

En la radio no se quedan atrás. Por si no bastaran Francisco Aruca y Max Lesnik, también hay un misterioso Duende cuyo hechizo tiene el tufo de la guerrera verde olivo. Si a todos ellos, del otro lado del dial, sumamos los arranca pescuezos revanchistas que piden tres días de licencia para matar comunistas, tendremos el guión adecuado. Adivine a quien le convienen el miedo y la cortina de humo.

O estoy paranoico o a cada rato, los Heraldos le hacen el corito al tumbao de la dictadura. Primero fue la purga de periodistas en el Nuevo Herald. Luego, dos reporteros del otro Herald, émulos de Woodward y Berstein pero sin tema para la crónica, se encargaron de decidir que necesitan o no los disidentes y las familias de los presos políticos.

Hicieron sorprendentes análisis climatológicos tales como que en Cuba no hay frío y por tanto no hacen falta abrigos. Ellos nunca han estado en enero o febrero en Aguada de Pasajeros, Bainoa o Indio Hatuey, pero hablan desde el confort de sus casas climatizadas.

Tienen algún tipo de trauma con las ruedas. Se oponen a que se envíen bicicletas a Cuba. Tampoco sillas de ruedas a los enfermos ni maletines rodantes para las visitas a las cárceles.

Expertos en sicología infantil determinaron que es nocivo que los hijos de los presos políticos reciban juguetes o tomen chocolate. No importa que sus familias, que apenas tienen para comer, no tengan dinero para comprar juguetes en las tiendas por divisas convertibles.

En aquella ocasión, el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba estuvo muy ocupado detallando, con la torpeza del ciego y sordo que quiere ser chismoso, el destino de la ayuda de las organizaciones del exilio a la disidencia interna.

En todo se inmiscuyeron. Todo les interesó. Hasta una sierra de motor que compró Juan Carlos Acosta para podar las ramas de un árbol caído que bloqueó el acceso a las oficinas de Acción Democrática. Los mandarines hubieran resuelto el problema a machetazos con una cuadrilla de presos comunes. No cortando el árbol, sino a Acosta y los demás activistas. En tronchos, para que no molesten más.

En incorruptible y escrupuloso arqueo, los turiferarios de Granma, aliados a los funcionarios federales, exigieron saber que se hizo con cada centavo.

Fue la oportunidad de echar lodo sobre las organizaciones del exilio más activas en practicar la solidaridad con los opositores dentro de la isla. Se la debían al régimen y con la complicidad de ciertos “mareados” y de la prensa liberal americana, se les quiso pasar la cuenta.

La polémica y la campañita, fueron deprimentes y ridículas. Tal vez necesitó ser explicada en inglés en Wyoming o Montana, no en Cuba. Aquí todos sabemos la importancia de una ayuda. Desde una píldora hasta un juguete para un niño.

Inexplicablemente, aún quedan en Miami y otros sitios del mundo cubanos que beben la Coca-Cola del olvido y siguen sin entender por qué es importante la ayuda. El periódico Granma nunca lo explicará.

Arroyo Naranjo, 28/11/2007

luicino2004@yahoo.com

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