jueves, 14 de febrero de 2008

En los campos ya no se vive feliz, Yoel Espinosa Medrano Cubanacán Press


Los habitantes en los campos de Cuba consideraron siempre una ofensa inexplicable cualquier rechazo a una invitación que hicieran a un recién llegado. Eso los caracterizó por mucho tiempo. Ahora, tal parece que su idiosincrasia cambió por completo.

Desde tiempos antiquísimos fueron gentes hospitalarias, pero las propias circunstancias histórico-sociales en que se debate la isla, han degradado su compostura y psicología, por ende su actitud ante la vida.

El nivel de vida del campesinado cubano, en las últimas décadas ha disminuido. La atención que recibían, por parte del estado, al facilitar, a precios bajos, los productos, artículos de primera necesidad, y la transportación, hoy día constituyen pilares negativos. Son motivo para emigrar hacia los pueblos y ciudades, a pesar de las restricciones estatales, para evitar la despoblación en los campos cubanos.

Todo campesino que era visitado, con placer, lo mismo le arrancaba la cabeza a un ave doméstica, o le daba la puñalada al cerdo. Había competencia para ver quien enlazaba primero al chivo o al carnero que corrían en el potrero, listos para ser degollados. Con el paso de los años, todas esas características y bondades que siempre acompañaron a quienes viven del fruto de su sudor, en las labores agrícolas, se han convertido en inolvidables recuerdos. La situación del campesinado hoy es otra.

Lorenzo Guillén García es un guajiro conversador de 82 años. Siempre se caracterizó por sus buenos modales, a pesar de no saber leer ni escribir. De conocedor por excelencia, de sembrados y animales. Su casa es grande, con techo de guano, paredes de madera y piso de cemento.

Allí en el batey “El Jiquí”, en el municipio, villaclareño, de Santo Domingo, ha vivido desde que su madre lo trajo al mundo. El peso de los años lo ató a un taburete, donde a diario, recostado al horcón del portal, escucha la radio y entiende menos la situación en que viven los cubanos.

Ha escuchado que en Cuba hay un médico, por cada 100 habitantes. Hace un mes, casi cierra los ojos para siempre. Después de comer y sentarse en su taburete, comenzó con falta de aire, hubo que llevarlo al puesto médico del batey. Un estudiante latinoamericano que funge como doctor se encontraba de vacaciones para Nicaragua. No hubo galeno que lo sustituyera.

Una enfermera, recién graduada, quiso darle oxígeno, pero el botellón estaba vacío. La respiración se fue normalizando mientras le echaban aire, con un pedazo de cartón. Su hija decidió llevarlo para la policlínica de Cascajal, a 20 kilómetros del lugar, debido a que también le dolía el pecho y no tenía pastillas para su tratamiento de hipertensión.

La guagua que, además de transportar personas, funge como ambulancia, en estas emergencias, no laboraba, por lo intransitable que estaba el terraplén. Alguien brindó un tractor para la transportación, pero no tenía combustible. Varios vecinos se solidarizaron y entre todos, poquito, a poquito, lograron juntar el petróleo necesario para el viaje.

Lorenzo estuvo toda la noche bajo chequeo médico y regresó al otro día, en un coche tirado por caballos. Su rutina volvió a la normalidad. Sentadas en el piso, junto a su taburete estaban una nieta y dos amiguitas que escuchaban con muchísima atención sus historias. Él les dijo que ya no era feliz porque no podía invitar a sus amistades a pasar unos días en su casa, como en tiempos pasados. La poca comida que compraban a altos precios, en el mercado, a penas alcanzaba para la familia.

También les dijo que los pocos animales que quedaban en el patio, tenía que venderlos para poder comprar ropas y otros artículos necesarios para vivir. Por eso las miró fijamente a los ojos y les aconsejó que trataran de no abandonar la ciudad, porque en los campos ya no se vive feliz.
Villa Clara, 09/02/2008
Http://prolibertadprensa.blogspot.com/

No hay comentarios: