Diez años se cumplieron de la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba. Durante los cinco días de su estancia, del 21 al 25 de enero de 1998, en la isla hubo estremecimientos de esperanza, pero el régimen los neutralizó.
El Pastor clamó para que Cuba se abriera al mundo y el mundo se abriera a Cuba, pero eso no ha ocurrido.
Cinco años después de la visita del Santo Padre, se produjo la más feroz arremetida del régimen en los últimos tiempos contra sus opositores pacíficos. 75 personas, a todas luces inocentes, fueron llevadas a la cárcel. De ese grupo, aún 59 permanecen en prisión junto a otros cientos de presos políticos. 72 de ellos son considerados prisioneros de conciencia por Amnistía Internacional.
En términos generales, el panorama social y político en Cuba es peor, en todos los aspectos, que hace 10 años. Ante eso, ¿qué hace nuestra iglesia? Infinitamente menos de lo que debería hacer.
La Iglesia Católica es la que nos trajeron los españoles hace más de cinco siglos. Si los ingleses se hubieran quedado en Cuba cuando tomaron La Habana, muy probablemente ahora la jerarquía la tuviera la Iglesia Anglicana. Pero como no fue así, nuestra iglesia es la católica.
Lo más destacado de forma pública que ha realizado la iglesia cubana después de la visita de Juan Pablo II ha sido solicitar que se ore por la salud del gobernante Fidel Castro.
¿En qué parte de los Diez Mandamientos, el Padre Nuestro, el Sermón del Monte o los Santos Evangelios, dice que hay que ocuparse del bienestar de los poderosos y dejar fuera a sus víctimas?
Nunca nuestra iglesia ha pedido orar por los 10 niños que murieron en el hundimiento del remolcador “13 de Marzo” o por alguno de los presos políticos enfermos en las cárceles.
En Cuba existe una terrible segregación política, nadie puede negar eso. Los cubanos son segregados también en los hoteles y centros turísticos. Si la iglesia cubana ha decidido ocuparse nada más que de los problemas del alma, ¿por qué no se pronuncia contra la segregación? La segregación ataca el alma de los seres humanos, porque se sabe que estos están hechos a imagen y semejanza de Dios.
Todos los obispos de nuestra iglesia son cubanos. ¿Por qué, como cubanos, no dan opiniones acerca de los muchos y graves problemas que existen en Cuba y la forma de resolverlos?
La cruz de Cristo no se parece en nada a una escalera para subir al cielo. Se asemeja mucho a una espada. La espada es para dirimir cuestiones terrenales. La justicia tiene una espada. ¿Puede alguien imaginar algo más injusto que la falta de libertad de un pueblo?
Arroyo Naranjo, 2008-02-05
fornarisjo@yahoo.com
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