jueves, 28 de febrero de 2008

Gavilán, el mejor entre las cuerdas, Juan González Febles




Fue sin lugar a dudas, uno de los locos más simpáticos y pintorescos de La Habana. La andaba con el empeño y el compromiso propios de los locos de nuestra ciudad. Le llamaban “Gavilán” y de él se decía que fue un boxeador de éxito. El caso fue que ora por golpes recibidos en el ring o quizás por predisposición natural perdió la razón.

Era un loco pacífico, negro y hacendoso. Cargaba con bultos y en ocasiones boxeaba con su sombra. Como lo hacía con estilo, mucha gente aseguraba que sabía boxear. Comía precariamente porque Dios existe y el habanero, a pesar de todo, no olvidó el color del amor y la generosidad.

Gavilán sólo perdía su mansedumbre por una cosa: no podía mencionarse al inmortal Kid Gavilán en su presencia. Cuando alguien lo hacía, sufría una transformación similar a la del Dr. Jekill y Mr. Hide. Montaba en cólera y quien hubiera cometido la indiscreción, tenía que correr.

Nadie nunca dispuso de una explicación para esta conducta.

Algunos decían que se trataba de un asunto oscuro de adulterio. Otros que, resultó afectado en un combate con aquel grande del cuadrilátero. El caso es que la mención de ese nombre, que luego se convirtió en su apodo, desataba la tormenta.

Cuando esto sucedía, peroraba durante horas afirmando que Kid Gavilán –el auténtico- no sabía boxear. Que siempre tuvo miedo de enfrentarse con él, único merecedor de fama, gloria y reconocimiento.

Como sucedía con todos los locos ilustres de la ciudad, Gavilán tenía autorizado el uso del transporte público exento de pago. Viajaba de un punto a otro de la ciudad. Pocos fueron los lugares en que no era figura familiar.

Gavilán no tuvo problemas en su existencia andariega, hasta un día. De repente comenzó a insultar al jefe de estado y a su hermano y segundo de a bordo.

Todo comenzaba cuando cualquier bromista gritaba: -¡Gavilán, comunista! Entonces, el pobre loco comenzaba a insultar toda la genealogía del jefe de estado. También hacía alusiones que negaban o ponían en duda la condición de varón heterosexual del general Raúl Castro.

Algunos provocaban al loco en presencia de policías. Quizás les producía placer verlo insultar al jefe de estado. Gavilán se disparaba o lo disparaban en agromercados, paradas de ómnibus o cualquier otro espacio donde hubiera abundante afluencia de público…o de policías.

Hablaba a gritos e insultaba al régimen y a su primera figura. Se ensañaba especialmente con el segundo en jefe.

No podía durar y no duró. Un día indeterminado, a principios de los 90, desapareció. Se rumoró por algún tiempo, que quizás estaría entre los que se llevaron la lanchita de Regla cuando el Maleconazo. O que aprovechó la confusión del último éxodo en el 94 y se fue.

La verdad es que Gavilán fue conducido al Hospital Siquiátrico de La Habana en Mazorra. Allí le asearon, le alimentaron, le cuidaron y se murió. Como pasó con el célebre y mítico Caballero de París, el amor y el cuidado de la sociedad, le abrumaron. No pudo resistirlos.

Los espíritus libres, necesitan oxígeno y libertad. Son orquídeas que se prenden al corazón popular. Sobreviven con el aire de la ciudad a la que aportan aroma y color. Los locos de La Habana, los tradicionales como fueron, Gavilán, la Marquesa, La China, y el Caballero de París, pertenecen al imaginario de una Habana que creó su leyenda inmortal con amor y libertad, con todos y para todos, para bien o para mal. En fin, La Habana siempre, única e irrepetible, nuestra ciudad.
Lawton, 2006-02-04
jgonzafeb@yahoo.com
http://prolibertadprensa.blogspot.com/

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gavilán, no te conocí, pero, por lo que me dice González Febles, creo que podías haber sido amigo mio, Dios te tenga en su Gloria, sentado a su mano derecha, donde no hay abusos ni atropellos.