jueves, 3 de abril de 2008

Desaparecidos para qué José Antonio Fornaris




La Habana dice cada vez que el tema se trae a colación que en la isla no hay desaparecidos. Pero en Aguada de Pasajeros, centro-sur del país, el ciudadano Ángel Nicolás Gonzalo Garcías afirma que en 1963, su padre de 71 años salió una mañana de la casa a cumplir con sus obligaciones de labor en el campo, y lo único que encontraron fue su cabalgadura, una mula, en un charco de sangre, con 63 impactos de bala.

La casa de los Gonzalo estaba dentro de uno de los cercos que las tropas gubernamentales habían tendido en su denominada “lucha contra bandidos”(ciudadanos alzados en armas contra el sistema comunista).

Gonzalo Garcías también afirma que por esa fecha dos hermanos suyos, Félix Berto y Dionisio, que participaban en las guerrillas armadas contrarias a Castro, fueron muertos en combate, al menos eso dijeron las autoridades gubernamentales: pero el cadáver de su padre, ni los de sus hermanos les fueron entregados a la familia. Nunca les han dicho donde fueron sepultados.

Si en una familia hay tres desaparecidos, es lícito pensar que en Cuba los desaparecidos deben ser un número a tener en cuenta. No obstante los desaparecidos han existido, por regla general, donde los poderes son independientes y los cuerpos armados, ante una situación de violencia extrema, han acudido a la ejecución extra judicial y a la desaparición –quizá para no dejar huellas- de los enemigos políticos.

Pero en Cuba no ha hecho falta eso para nada durante el régimen comunista, porque no existe la separación de poderes. El poder judicial responde totalmente al poder ejecutivo: por lo tanto, esa situación en Cuba es mucho más grave, porque ha durado mucho más tiempo que en cualquier otro país del continente americano, y porque los ajusticiamientos son judiciales.

La Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional. Una ONG no reconocida oficialmente, afirma que en algo más de cuatro decenios en Cuba han sido fusilados entre cinco y seis mil personas, “en su mayoría por delitos contra el Estado u otros de connotación política”.

El actual código penal establece más de 60 distintas causas de características políticas por las cuales alguien puede ser condenado en la isla a la pena de muerte.

Hasta donde se conoce, el 10 de abril de 2003 se efectuaron los últimos tres fusilamientos por delito de índole política. En esa fecha, tres hombres que habían secuestrado una pequeña embarcación de pasajeros ocho días antes con la intención de arribar a costas estadounidenses fueron fusilados.

Para la detención, el proceso legal y la muerte de esos ciudadanos cubanos, que no habían dañado físicamente a nadie durante su acto delictivo, sólo fueron necesarios ocho días.

Veinte meses después, cuando la novia de uno de ellos, la joven de 18 años, Dania Rojas Góngora que había sido condenada a dos años de cárcel por esos mismos sucesos, fue puesta en libertad, declaró que cuando todos se encontraban detenidos en la sede la Seguridad del Estado, Fidel Castro se presentó en el lugar y les dijo:

“Esto es un cake del cual a todos les va a tocar un pedacito”.

Natacha Esquijarosa, quien actualmente reside en Estados Unidos, afirma que su padre fue condenado a muerte en un juicio efectuado en la fortaleza de la Cabaña una mañana de la década de los años sesenta, y en horas de la tarde de ese mismo día fue fusilado.

En Cuba no han hecho falta para nada los desaparecidos. Cuando la “justicia” está absolutamente al servicio de un régimen político se convierte en un arma mucho más limpia para suprimir para siempre a los enemigos.

De todas formas, tanto los desaparecidos como los fusilados no podrán causar ya jamás, por si mismos, ningún contratiempo. La diferencia está en que unos fueron sacados de este mundo de forma extra judicial y los otros de forma judicial.
La Habana, Managua, 01/04/2008
fornarisjo@yahoo.com
http://prolibertadprensa.blogspot.com/





1 comentario:

Anónimo dijo...

Fueron muchos los desaparecidos en las Villas. No te quepa la menor duda. Dios los tenga en su Gloria.