jueves, 24 de abril de 2008

Encuentro con Mariela. Amarilis C. Rey



Corrían los años setenta, quince hombres eran juzgados en un consejo de guerra. ¿Su delito? No ser comunistas. ¿Su agravante? Pensar en combatir al régimen, que trataba de mantenerse a toda costa.

Hacía mucho tiempo del último encuentro con Mariela, y el tema fue inevitable. Aún le sudan las manos cuando los recuerdos se atropellan en su mente.

“Aquella madrugada dormía junto a mis padres –dice- Un toque fuerte en la puerta me despertó. De pronto muchos hombres dentro de mi casa. Empujaron a mi papá, y mi madre y yo fuimos llevadas a un rincón. Lo revolvieron todo durante horas y se llevaron a mi padre con las manos a la espalda”.

“Después vinieron los largos viajes para poder verlo, los guardias siempre desbarataban su comida antes de entregársela”.

Estas son algunas de las impresiones que permanecen en la mente de Mariela, la hija de Santos Quíntín Mesa, uno de los juzgados en la Causa 133 de 1971, por un delito Contra los Poderes de la Seguridad del Estado.

Cuando aquello, Mariela tenía seis años y recién comenzaba la escuela. Quería se pionera y tener una pañoleta como los demás niños del aula, pero
-“los maestros me daban de lado, siempre me apartaban, y esa impresión la he tenido durante toda mi vida”-recuerda.

Quintín, de 52 años, y sus compañeros de causa, eran trabajadores con diferentes oficios: chofer, soldador, obrero agrícola, empleados en general. Según consta en la copia de sentencia, este grupo que se organizaba para conspirar fue juzgado por un tribunal militar, con un solo abogado de oficio para la defensa de todos.

Las sentencias fluctuaron entre 4 y 20 años. Quintín Mesa no llegó a cumplir los doce a que fue condenado. Jamás saldría de la prisión, donde murió tuberculoso a los seis años de su encierro.

“Que me iba a imaginar aquella madrugada que más nunca tendría a mi padre libre junto a mi en nuestra casa. Se enfermó en la prisión y se agravó por la falta de alimentos, cuidados médicos y medicamentos, los que teníamos que llevarles pues en la cárcel no había. Y así todo los guardias no se los entregaban”, reflexiona Mariela y agrega:

“El sepelio también fue muy triste, tantos guardias que casi no podías llorar del susto que daban. Mi vida se desestabilizó, después de más de treinta años te aseguro que todo parece tan confuso como en el primer momento de esta tragedia”.

En el pueblo de San Antonio de Las Vegas, en la Provincia La Habana, donde siempre vivió esta familia, quienes conocieron a Quintín dicen que era una buena persona. Yo recuerdo su sonrisa franca.

Esa tarde Mariela me pidió: “Tu que puedes, cuenta algo sobre mis padre y sus compañeros”. Entonces recurrí a mis recuerdos, un papel muy amarillo y a la tristeza de sus palabras.
Ciudad de La Habana, Managua, 22/04/2008
fornarisjo@yahoo.com
http://prolibertadprensa.blogspot.com/


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Querida Mariela: Tu padre vive en las mentes y los corazones de los hombres libres. recuerda lo que dice nuestro Himno Nacional: Que morir por la Patria es vivir.

Anónimo dijo...

Querida Mariela: Tu padre vive en la compañía de hombres tan notables como Ignacio Agramonte, Pancho Gómez Toro, Pedro Luis Boitel, Gabriel de la Concepción Valdés, José Julián Martí y Pérez. Vive para siempre en la lista de mártires de la Patria. Y a ti Mariela, que no pudistes llevar siendo niña la pañoleta roja, te ofrezco los colores de la tricolor. Tu eres la bandera cubana en las palabras del poeta:
Gallarda, hermosa, triunfal,
Tras de múltiples afrentas,
De la Patria representas,
El romántico ideal,
Cuando agitas tu sendal,
Sueño eterno de Martí,
tal emoción siento en mi,
Que indago al celeste velo,
Si en ti se prolonga el cielo,
O el cielo surge de ti.