jueves, 10 de abril de 2008

Edelmiro, Lola y Ester (cuento)

Un día, Edelmiro comenzó a llenar con figuras y letreros contra el gobierno el portal de su casa. Usaba mierda fresca como pintura. Mientras, su hermana Ester le enseñaba su vieja vulva alopécica a los paseantes. Para ello, se levantaba la bata de casa vieja y percudida, que usaba como única prenda de vestir. Algunas personas se espantaban y otras, reían y le dedicaban alguna procacidad. En la última de las cuatro habitaciones de la casa, Lola sufría su lucidez postrada. Se quejaba amargamente de las escaras en su espalda y nalgas y del insoportable olor a orines resecos, en renovación permanente.

Los tres hermanos vivían en la casa paterna. Ester se casó, enviudó y no tuvo hijos, Lola quedó para vestir santos. Cuando alguien aludía a su soltería, con una sonrisa deliciosa, Doña Lola respondía: -Soltera sí, pero no señorita…

Edelmiro nunca se casó. Fue un hombre apuesto, atildado y se sintió siempre más hermoso que toda la larga lista de mujeres que poseyó a través de su vida. Era podólogo. Tuvo siempre una habilidad especial para ascender desde los pies hasta el corazón de las damas, paseando con delectación la zona intermedia. Cuando triunfó Castro, los tres hermanos se quedaron en el país junto a la madre. Despidieron al resto de la familia y esperaron con paciencia que todo terminara. El caso es que no terminó, o se extendió lo suficiente como para enterrar a la madre y al resto de una tozuda parentela, convencida que el comunismo, irracional y arbitrario, no podría durar tanto.

La casa en que vivían se deterioró mucho con el paso del tiempo y la falta de mantenimiento. Estaba en la parte alta de La Víbora. Con el paso del tiempo, despidieron a cada uno de sus antiguos vecinos, con la secreta esperanza de recibirlos a su regreso, cuando la peste verdeolivo se hubiera extinguido.

En sus esporádicos episodios de lucidez, Edelmiro explicaba que la mierda era el material natural para pintar “esto”. Como casi todos, Edelmiro también llamaba “esto” al proceso político liderado por Fidel Castro. -Son mierda y deben ser pintados y contados con mierda- concluía triunfante.

Los tres hermanos eran alimentados y cuidados por vecinos revolucionarios miembros del Comité de Defensa de la Revolución. Los cederistas reían por lo bajo cuando Edelmiro en sus cíclicas crisis, explicaba que Fidel Castro fue castrado y su hermano menor y segundo vitalicio, era maricón. Todos se divertían de lo lindo cuando algún carro patrullero policial intervenía y el pobre orate insultaba a los policías, mientras su hermana les enseñaba una vulva ausente de cabellera y con sólo unos pelos blancos raquíticos y escasos.

No se puede decir que vivieran felices en el sentido que la gente corriente aporta a la palabra felicidad. Pero vivieron y además hicieron reír, hasta el año 1992.

La hambruna de aquel momento afectó mucho a los tres hermanos. Adelgazaron y era poco lo que sus vecinos podían hacer por ayudarlos. Edelmiro culpaba a Fidel y a Raúl Castro.

Después se murió Lola. Sus hermanos ocultaron la noticia y la colocaron dentro del viejo refrigerador Westinghouse de la familia. Para ello, Edelmiro y Ester retiraron todas las bandejas y gavetas del aparato. Luego, la colocaron en posición fetal, después de lavarla con un poco de detergente industrial que les quedaba. Ellos lo conservaban porque desde hacía un tiempo, no fregaban. La comida que los vecinos colectaban, les era llevada en cartones o bandejas de aluminio que devolvían cuando concluían su uso. Lo decidieron así, cuando Edelmiro en un rapto de cólera lanzó algunos platos de loza a sus vecinos. En aquel momento les acusó de comunistas, que era, a fin de cuentas, el insulto más grave y definitorio que utilizaba.

La presidenta del CDR, era una madre de familia sesentona, muy creyente y que por razones harto conocidas, mantuvo los santos, muy bien atendidos, pero convenientemente ocultos en un closet. Maria Emiliana, tiempo atrás, hizo gestiones para recluir a los hermanos en alguna institución de carácter benéfico. La cosa se empantanó, porque la casa que habitaban no estaba en buen estado constructivo y los tres ancianos, eran sólo tres parias a la deriva de tiempos, que al momento, lo eran de periodo especial.

A nadie entonces le interesó ocuparse de ellos y por supuesto, nadie echó a ver la falta de Lola.

Cuando el hambre de aquel tiempo terrible comenzó a hacerse sentir, Un día, Edelmiro cortó una amplia lonja de los fláccidos músculos glúteos de Lola. La cocinó y adobó con sal y el zumo de las naranjas agrias del patio. Ester comió junto a él y comentó que sabía a carne de cerdo. Se abstuvo de decir que era sabroso, pero repitió y comió con gran apetito. Edelmiro comió poco y se justificó diciendo que, cocinar le quitaba deseos en la mesa.

Cuando los apagones de 12 y 16 horas, atentaron contra la refrigeración y conservación de Lola, un hedor conocido por algunos se expandió por el barrio. Era la mezcla dulzona de olores conocidos a excremento, con la nueva fragancia de un origen, que nadie quería identificar.

Tiempo después, la policía irrumpió en la vivienda y ante el macabro espectáculo, requirió la presencia del CDR. La presidenta y el resto del ejecutivo de la organización se excusaron. Los uniformados y el equipo forense fueron asistidos por un oficial de las Fuerzas Armadas, que vivía unas cuadras más allá y que se resistía creer en lo que veía.

Edelmiro y Ester fueron conducidos hasta el Hospital Siquiátrico. Edelmiro culpaba a Fidel y Raúl Castro, Ester completamente desnuda sonreía y pretendía besar a los fornidos enfermeros.

La casa quedó desolada y vacía. Dicen que el espíritu de Lola permanece en ella. Que reclama a los hermanos y a los vecinos por el desamor y el abandono y que en ocasiones hasta enciende una vela.

Esa noche, el ejecutivo del CDR en pleno, asistió a la misa espiritual que Maria Emiliana dio en sufragio del alma de Lola. Nadie consideraba bueno que ese espíritu quedara oscuro en la cuadra. No con los tiempos inciertos por venir, que nadie consideraba buenos.
Juan González Febles, del libro en preparación, “Cuentos de La Habana”
Lawton, 2007-03-13




1 comentario:

Anónimo dijo...

Coño, González Febles, tu literatura es buena de verdad. Pintas unos personajes tan reales que, cuando te leo, parece que los conozco, o no se si solamente creo haberlos conocido.