jueves, 10 de abril de 2008

El expolio al derecho laboral en Cuba, Manuel Aguirre Lavarrere (Mackandal)





Escritor y poeta, miembro del Movimiento de Integración Racial Juan Gualberto Gómez.
¿Quién puede detener la protesta de la dignidad si lleva a Cuba a la honra, el abrazo del Libertador Máximo Gómez y la sombra hermosa del mártir de Dos Ríos?
Fermín Valdés Domínguez (Diario de Soldado)
No deja de tener razón el señor Oscar, un sindicalero que atiende la parte cultural desde su pertrechado buró en la CTC y que desde allí me dijo:
“La ONU no resuelve este problema.” Es decir, el abuso y violación que contra mis derechos –garantizados por la ley laboral- se ha cometido con notable iniquidad.

Es cierto. La ONU no puede resolver un problema de injusticia que le es inherente a los que dicen defender los derechos laborales en Cuba.

Pero como ciudadano residente en Cuba que se niega a vivir en la mentira (aunque nos hayan casado con ella) me veo obligado, por un problema de dignidad y de respeto a mí mismo, a dar a conocer a la luz pública de qué calaña están hechos la mayoría de los que se autoproclaman ser dignos representantes de los derechos laborales.

Llegados al rebote y conveniencia, ocupan tan importante puesto en un país donde el atropello, ya sea verbal o psicológico, contra muchos obreros no deja de estar presente, aunque así Ginebra no quiera reconocerlo. Basta con vivir en Cuba y padecerlo cada día.

Ellos serán cualquier cosa, menos dignos representantes de la clase laboral cubana. A quienes se plieguen de forma ruin y pagana a las administraciones oficialistas, violando toda compostura y arrebatando derechos que son sagrados, bien les cabe el vocablo de viles.

Lo son porque al atentar contra la estabilidad psíquica, la vergüenza, el sustento y la razón de un hombre, enarbolan su servilismo y falta de principios, su irrespeto y baja hechura moral, para deberles, siquiera, el mínimo respeto a su maltrecha hombradía.

Ante tales injusticias, seguiré adelante, para que el mundo sepa que en Cuba se violan los derechos humanos. Para que el mundo sepa que lo que se dice públicamente es so pretexto de la apariencia.

En realidad, aplican los principios del insog del Gran Hermano de 1984, la verdad que proclama Napoleón en Rebelión en la Granja.

Sindicalistas no, sindicaleros. Pegados de forma ruin y cobarde a los augurios administrativos, sin que para nada importe el derecho laboral, que fue y debe seguir siendo.

Antes supieron hacerlo gestores de marca incólume que enarbolaron principios de decoro y transparencia para hacerse creíbles.

Es el único modo de que la tan cacareada justicia social del socialismo tenga, porque ahora no la tiene, una auténtica razón de ser.

La dignidad y la vergüenza de un hombre no pueden ser calladas con una olla arrocera y un calentador chino. La dignidad de un hombre y su vergüenza se respetan.

La vergüenza es lo que hace hombre al hombre. Es lo que hace digna la existencia, cuando se vive y muere para ella. Es algo que los tales sindicaleros no están dispuestos a demostrar, porque carecen de vergüenza.

No fui a ellos buscando paternalismo alguno. Esto trafuca la conciencia del ser con uno mismo y manca la iniciativa personal. Mucho más si viene de un fundamentalismo irracional y bullanguero. Sólo he pedido justicia.

Que nadie se engañe. De sistema esclavista calificaron al socialismo tanto José Martí como Herbert Spencer. Esa futura esclavitud que avizorara el Apóstol, está presente en el accionar del socialismo en Cuba.

Lástima que una revolución que todavía lleva la sangre de sus muertos en la cara, haya devenido en un socialismo gonorréico y de amigotes.

Lo amortigua un sindicato que lejos de ser fiel a su legado histórico, crea la incertidumbre y el terrorismo psicológico en el hombre de vergüenza.

Su empaque moral contrasta prosaicamente con la tradición de lucha, altruismo y entereza que supieron enarbolar hombres como Jesús Menéndez, Aracelio Iglesias y hasta el mismo Salvador García Agüero, que desde su banca de senador no sólo hizo triunfar la ley contra la discriminación racial, sino que supo, como el gran iniciado que fue, hacer valer los derechos de los trabajadores.

Caiga sobre la oligarquía sindical cubana el repudio de los que murieron defendiendo la vergüenza. Su sangre los perseguirá hasta el derrumbe. Y la muerte, aunque a todos llega, duele más a los cabrones.
Centro Habana, 08/04/2008
makandalmm@yahoo.com
http://prolibertadprensa.blogspot.com/

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estimado McKandal: Coñisimo... es un grito desgarrador lo que te ha salido del alma."Nos casaron con la mentira y ahora tenemos que vivir con ella". En la CTC, dicen los muy cabrones, que como se casaron con la mentira, lo menos que pueden hacer es copular con ella. Invocas los nombres de ilustres sindicalistas, pero se te olvida mencionar a uno, quien debe estar revolcándose en su tumba: Eusebio Mujals: un mojón de Mujals valía más que todos los comunistas de la CTC juntos.