jueves, 24 de abril de 2008

La carreta tras los bueyes, Richard Roselló






Viaja al parabrisa trasero de un moderno ómnibus Yutong, esos que en pocas semanas circulan bajo la Empresa de Ómnibus Metropolitanos de la capital. El impreso en arte digital es obra es de un dedo índice, y dice: ‘’Límpiame’’.

El mensaje es claro como las aguas del manantial de Vento. Sugiere y alerta, sobre todo a los que tienen responsabilidades con el transporte en Cuba. También a la máxima dirección que por una vez visita el parque de ómnibus recién llegados al país. Dan su visto bueno. Luego, dan las espaldas, confiando que todo marcha bien, según los planes.

Unos 5 000 guaguas se adquirirán a China para reponer el inexistente parque de vehículos urbanos de que carece el país. Han pasado dieciocho difíciles años de crisis del transporte público. Lo dice un cubano de la calle. Pero ahora que mejora el estándar de vida y la posibilidad de moverse de un lugar a otro de la capital, empeora su higiene.

“Resulta que se han comprado las carretas primero que los bueyes”. Puede tener fundamentos muy sólidos lo que afirma un empleado de la Metropolitana. Su refrán sugiere adelantarse y perder el orden lógico de las cosas. Precisamente de carretas y bueyes, estamos repletos, hartos y contradictoriamente, acostumbrados los cubanos. Pues tiene mucho peso su inquietud.

“Adquirir guaguas nuevas, y que no haya detergentes para limpiarlas”, dice en tono enfadado. Pero nos dice más. Por ejemplo que “el Estado adquirió equipos fregadoras”. Una novedad en 50 años. Sigo: ‘’También gatos automáticos, piezas de repuesto y pañol de herramientas que, después de compradas, no han llegado al país’’. Es algo serio.

Cualquiera puede pensar que cuando estos recursos lleguen a Cuba, unos treinta ómnibus Yutong rígidos comprados el pasado julio que dejaron de prestar el servicio público por desperfectos mecánicos de cloches, parabrisas rotos o algo tan impreciso como la falta de bombillos en los vehículos, pudiera duplicarse la cifra de nuevas afectaciones.

Aunque mas repudiable es la suciedad en ómnibus recién adquiridos, rígidos o articulados, que circulan por La Habana. Han ido perdiendo el glamour de lo nuevo; empercudidos por fuera, repugnantes por dentro. Desde los techos a los pasillos. Asientos y cristales invadidos de polvo y grasa. También los marcos y columnas de ventanas, puertas y acordeón. Luminarias nuevas y parecen viejas.

Y claro está, falta la buena atención, el esmero y el detalle. Pero no. Ya se da paso al abandono y la desidia. Luego, a las reparaciones y mantenimientos en manos de iniciativas chapuceras. Ellos dañan la conservación del equipo, acortan su vida y denigran la imagen y confort del viajero. Al fin de cuenta, nuestra moneda no vale tanto como pagar los errores.

Y lo sabe el gobierno. No siempre son ciclistas. Esos que aun se cuelgan detrás los ómnibus. Agarrados a defensas, puertas, luces traseras, parabrisas o cuanta cosa exista. Ellos son culpables, en cierta medida, del avanzado deterioro que sufren las guaguas.

Y digo parte. También, los que lanzan piedras sobre el vidrio e impiden el recorrido de los mismos. Otros son los ciudadanos irresponsables. Rompen asientos, manillas y escriben sus paredes.

Pero no es todo. Dos cosas mas condicionan el rápido deterioro y vienen de lo subjetivo. La falta de leyes que castiguen y detengan a ese cotidiano retozo con la muerte que ciertos ciclistas se juegan sobre autos en marchas, día a día, por la avenida 31de Playa y otras arterias de la ciudad. Segundo, adquirir vehículos, sin piezas de repuesto, es adelantar su muerte y reducir el tiempo de explotación.

Una guagua estacionada por rotura es prenda de necesidades. Un sírvase usted. Quito un espejo de aquí, y repongo el roto de allá. Saco una goma, la barra de seguridad, un asiento, y cambio por otro allí. Al final terminan como cadáver, y un ómnibus menos que transita.

Podrían evitarse los groseros arreglos con los que desaniman al equipo de trabajo, sobre todo los aprieta tuercas. Son los causantes a que el pasajero cargue en su ropa una mancha de grasa o se corte un dedo, o un brazo, con esos afilados arreglos, obra de cada desarreglo. Ponen en peligro y riesgo la seguridad del pasajero y de manifiesto un servicio que deja mucho que desear.

Limpiar un ómnibus no es barrer el patio de la casa. Para que algo adquiera confort y belleza, hacen falta primero, herramientas. Me refiero a escobillas, detergentes, paños, cubos, rastrillos de escurrir y algo tan criollo, un pedazo de papel de periódico. Que para algo sirve cuando esta en desuso. Después la estimulación al obrero. Finalmente, exigir.

Entonces tendremos guaguas. Por rato. Lo contrario, es vivir empeñados de por vida.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado Richard: Tus señalamientos son correctos, pero no pasan de ser guías para la administración adecuada de una flota de vehículos. Se han producido incidentes donde los usuarios apedrean dichas guaguas, rompiéndole los gristales y causando otros desperfectos. Estos actos no son otra cosa que las explosiones de ira y frustación, insoportables e incontenibles, para muchos habaneros. Es conveniente para el gobierno que suceda de esa manera porque, desde su punto de vista, es el menor de dos males. ¿Qué pasaría si los que apedrean y rompen guaguas chinas decidieran, de la noche a la mañana, empezar a apedrear carros de la Policia Nacional? Especialmente en las calles estrechas donde un ladrillo lanzado desde un segundo piso entra por el parabrisas como una bala de cañón. ¿Qué van a fusilar a todo el mundo, como a los tres negritos de la Habana? Es posible también que traten de comprar la Isla del Diablo para castigar de manera ejemplar a los mataperros de la Habana.

Anónimo dijo...

Chino dice: "Una fotografía dice más que diez mil palabras". La foto que adorna el artículo de Roselló es la esquina de Prado y la calle Cárcel. Veo con beneplácito que los leones del Prado siguen en su lugar, y que los tres viejísimos edificios, con el Bolivar en la extrema izquierda, también; veo un espacio vacio, desde donde se tomó la foto. ¿Qué pasó con el Hotel Packard? Posiblemente lo demolieron porque un gran número de comunistas se metieron a vivir de gratis.