Finalmente, resultó que Walterio Carbonell siempre estuvo en lo cierto. Las nuevas circunstancias nacionales de la sucesión, las consecuencias del Período Especial, el tiempo y un ganchito, le dieron la razón: en Cuba pervive el racismo.
Fue un factor de nuestra historia, pretendieron erradicarlo por decreto, pero hoy sigue, bajo múltiples disfraces y coartadas, prendido como una mala hierba de conciencias y percepciones.
Todos parecen coincidir ahora. Hasta en el VII Congreso de la UNEAC, aunque algunos no estuvieran de acuerdo, se habló de la discriminación racial.
Sólo que a los argumentos de Walterio Carbonell le dieron la razón demasiado tarde y a regañadientes. El historiador y etnólogo murió en La Habana el pasado 9 de abril. Tenía 88 años. Casi la mitad de esos años, los pasó condenado al ostracismo.
En 1962, su libro “Como surgió la cultura nacional”, que ahora es elogiado por quien fue su director en su puesto de castigo, el comisario cultural con disfraz de aperturista, Eliades Acosta, le costó que lo procesaran acusado de revisionismo.
De nada valió su vieja amistad con Fidel Castro. Fue a parar a las granjas de trabajo forzado en Camaguey. Esperaban que cortar caña lo sacara de su error revisionista.
Entretanto, a su esposa, la pintora Clara Morera, la expulsaron de la Asociación Hermanos Saíz.
Walterio Carbonell fue otro confundido por la historia. Creyó que la campaña contra el racismo iniciada por el discurso de Fidel Castro del 22 de marzo de 1959, era el momento apropiado para un debate sincero que devolviera al negro su lugar de protagonista y no de actor secundario, en la historia y la cultura nacional.
Los edictos revolucionarios que pretendieron abolir el racismo de un plumazo sólo destruyeron sus bases institucionales. El complejo entramado de creencias, valores y prejuicios que lo sustentaba quedó casi indemne.
En los años 60 y 70, mientras rescataban con destino al folklore algunas prácticas culturales negras, la revista El Militante Comunista, capuchón blanco y manual estalinista de por medio, arremetía con odio y desprecio, contra santeros, paleros y abakuás. Cuando llegó el Período Especial y los negros sirvieron de carnada turística, ya el daño estaba hecho.
El discurso de la revolución castrista sobre el negro resultó menos conservador que el de la República, pero cada uno a su modo, a la sombra del discurso martiano, diluyó el tema en pro de la unidad de la nación.
Walterio Carbonell, en el fervor revolucionario de principios de los años 60, creyó que para derrotar la visión histórica excluyente de Mañach, Ortiz y Guerra, bastaba con emplear las herramientas del marxismo. Incurrió en un pecado imperdonable en los totalitarismos: el de la ingenuidad.
Asustó a los comisarios que, concientemente o no, seguían sirviendo al Tally Man Banana. Les hizo apretar los esfínteres. Su pavor a Franz Fanon, Malcom X y el Black Power no difería mucho del que sintieron sus antepasados esclavistas por las degollinas y los incendios de las plantaciones del vecino Haití.
Carbonell no tardó en descubrir que sus tesis daban miedo a los blancos de “himnos y banderitas” que decía Nicolás Guillén. Eran los mismos, sólo que ya no vestían dril o guayabera, sino uniformes verde olivo. Ahora, además de a Martí, como él, citaban a Lenin y a Marx.
A Walterio Carbonell, como a un apestado, los inquisidores demoraron décadas en rehabilitarlo. Nunca lo hicieron totalmente. Creyeron prolongar el castigo relegándolo entre los libros de la Biblioteca Nacional.
Ahora que todos sabemos como surgió la cultura de la Nación cubana, Walterio Carbonell ha muerto. Descansa en paz con algunos tardíos reconocimientos como réquiem. Los tambores batá que no se escucharon en su sepelio tampoco hubieran logrado acallar los chasquidos antiguos de los látigos de los mayorales.
Arroyo Naranjo, 2008-04-20
luicino2004@yahoo.com
http://prolibertadprensa.blogspot.com/
1 comentario:
Luis: Darle al negro un lugar bajo el cielo de Cuba es un proyecto de inmensa justicia y concordia nacional. ¿Conoces tú a alguien que, en su sano juicio, espere tanto de un comunista?
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