jueves, 17 de abril de 2008

ARTE Y LITERATURA, Elena rompe el cerco, Luís Cino


Elena se sentía rodeada de caníbales. Vivía en Santos Suárez tan en peligro como si hubiera saltado en un paracaídas, sola y sin armas, al interior de la jungla.

La casa donde nació hace 62 años era una plaza sitiada. Corría todo tipo de peligros. Todos sabían su situación. Que era viuda y vivía sola en una casa de cuatro habitaciones. Que su hijo era pintor, vivía en México y le enviaba dólares.

En el barrio quedan pocas familias viejas. La mayoría se mudaron, murieron o se fueron del país.
Los sustituyeron vecinos ruidosos, maleducados, entrometidos y de pésimos hábitos higiénicos. Todos la envidian y la espían.

La tranquilidad de Elena es perturbada a diario por música a todo volumen, ladridos de perros, gruñidos de cerdos, martillazos, riñas conyugales, pregones de vendedores y palabrotas de connotaciones fálicas y escatológicas.

Todos en una perenne competencia por gritar y hacer ruidos, como si el único sentido de sus vidas fuera molestar al prójimo.

Cuando alguna vez, Elena intentó protestar tímidamente, sus vecinos la insultaron con una gama de epítetos:
-Amargada.
-Burguesona
- Tú lo que estás es falta de marido.
-Vieja de mierda.

El jardín lo dio por perdido. Empezaron por robarle las flores. Luego, el seto empezó a clarear. La hierba empezó a crecer, incontrolable. La nutría el agua que caía de la azotea cuando los vecinos de los altos limpiaban el corral de los puercos. Entre la maleza se acumulaba la basura que arrojaban los vecinos por las ventanas.

Hace años que renunció a sentarse en el portal. No soporta los gritos de los niños ni el escándalo de los borrachos que se sientan en el muro, las espaldas recostadas a la cerca. Por no hablar del peligro de las pedradas,

Elena vive asediada por los que suponen que ella tiene mucho dinero. Quieren buscarse unos dólares a cuenta suya. Tiene que rechazar los servicios de lavanderas, jardineros y cocineras. Les explica que no tiene dinero. Que lo que le envía su hijo, cada varios meses, es apenas lo suficiente para comprar jabón, aceite y un poco de comida. No le creen.

Cuando necesitó los servicios de electricistas y plomeros, le cobraron tarifas astronómicas que pagó con esfuerzo y resignación.

Rechazó propuestas matrimoniales de jovencitos, visitas de amigos que no recordaba y ofertas de permutas para Alamar o San Agustín. Han querido comprarle la casa. La mitad de ella, los muebles, los adornos de bronce o porcelana, la vajilla, cualquier objeto antiguo.

Rompió relaciones con su prima por aconsejarle que se mudara:

-Total, ¿para que quieres tanta casa para ti sola?
Trató de explicarle las razones sentimentales que la atan a la casa de sus padres:

-Además, en un apartamento no habría espacio para mis libros y mis muebles.
-Oye, los vendes y le sacas dinero. ¿Para que quieres tantos libros? Oye, si no alquila a extranjeros, sácale dinero a esto. Que va, una mujer sola con tanta casa. Verdad que dios le da barba al que no tiene quijada…
-Sí, pero a mi no me sobra casa. Ahora estoy sola, pero mi hijo, mi nuera y el niño vienen el año que viene, en las vacaciones.
-¿ y por que no le dices que te saquen?
Eso la irritó más. Con fingida indignación, porque hace rato que su fervor no es el mismo, aclaró:
-Oye, no te equivoques que yo soy revolucionaria y militante del Partido desde 1966. Además, no quiero ser una carga para mi hijo. Ellos piensan regresar definitivamente cuando todo mejore…
-Ay, Elena, que cuento es ese, no comas mas mierda y múdate o vete para México…
-Oye, ni me mudo ni me voy porque no me da la gana, me entendiste, no me da la gana¡¡ Y dale, andando¡…

Elena creía firmemente estar preparada para esperar la llegada de tiempos mejores. Luego que intentaron robarle (casi la mata el muchacho disfrazado de fumigador), invirtió sus ahorros en enrejar la puerta y las ventanas. Tras ellas, suspicaz y con un tubo siempre a mano, atiende severa a vendedores, compradores, emisarios y otros visitantes poco fiables.

Apenas sale de casa. Cada varios meses al cine, a la primera tanda, o visita a alguna de sus pocas amigas, tan deprimida como ella. Siempre regresa antes de que oscurezca y se encierra tras rejas, cerrojos y candados.

La ahoga la soledad. No tiene ya ni siquiera la compañía de sus gatos. A Misha lo asaron los borrachos durante los fragores del Período Especial, una noche de apagón. A Yuri lo destrozaron los perros de pelea del patio colindante. A Negrito se lo robaron para un trabajo de brujería.

Elena empezó a ponerse de mal talante desde que encontró el cuerpo decapitado del gato negro, rodeado de plátanos y cintas rojas. Nadie imaginó que una mujer pacífica y educada pudiera tornarse en una amenaza para el barrio.

Tenía sus rarezas y no era muy sociable pero nadie se metía con ella ni ella se metía con nadie, opinan los vecinos. No entienden que le pasó. Todavía comentan lo sucedido. Aventuran todo tipo de hipótesis:
-La pobre, se volvió loca p’al carajo…
-Yo creo que la montó Shangó.
-Sabrá dios con que ligó la droga, quien lo diría, tan fina…

Ocurrió un sábado. La luz volvió poco antes de las once. Volvieron a sonar los tambores en la fiesta de santo de María Regla. El matrimonio de la esquina entre insultos y amenazas inició una pelea.
-ay, suéltame, Leonardo…
´- ¡Puta¡, eso es para que respetes a los hombres…
-Suelta a mi mamá, singao…
-Suelta el machete, cojones…
-Ay, por tu madre, llamen a la patrulla…

Yumisleidy, competía con la grabadora, aullando, a ritmo de reggaeton: “ay, a mí me gustan los yumas”…
El carpintero de los altos daba los martillazos finales a la barbacoa que alojaría a sus primos de Niquero.

Los perros de pelea de Yaser ladraban a la noche, hambreados y aprensivos.

En el muro, recostados en la cerca, los borrachos discurrían filosóficos acerca de la hombría.

Fue entonces que una botella se estrelló contra la puerta de Elena.

Demudada, a medio vestir, Elena salió al portal como una tromba. De una zancada alcanzó la calle. Lanzó piedras y ladrillos en todas direcciones. Volaron los cristales de varia ventanas. Agarró la botella que abandonaron los borrachos en su huída y la lanzó contra la fiesta de santo de María Regla.

Como una posesa, gritó obscenidades antológicas y se levantó la bata:
-A mí me ronca la papaya, cojones, a mí hay que respetarme, repinga…
Esgrimiendo el pico de una botella, desafió:
-¡oye, con cualquiera, esto conmigo es a morirse en una cuarta de tierra¡

La policía acudió enseguida. Pensaron que era un motín contrarrevolucionario. Un Maleconazo sin agua. Tres agentes no lograron dominarla. Tuvieron que llamar a la Brigada Especial. A duras penas lograron montarla en un patrullero. De la unidad policial la enviaron al hospital siquiátrico.

Dicen que pronto estará de alta. Fue sólo exceso de stress. Con el tratamiento indicado por el médico, un poco de distracción, poniendo de su parte y con la solidaridad de los vecinos, pronto mejorará. Todo volverá a ser como antes.

Los vecinos temen que no sea así. Les aterra que el regreso de Elena afecte la habitual paz del barrio.
Arroyo Naranjo, septiembre 2006

1 comentario:

Anónimo dijo...

Luis, sigue escribiendo. Es imposible decir a donde hubieras llegado bajo condiciones normales. El hombre es consubstancial con sus circumstancias. La mayor parte de tu vida ha transcurrido rodeado de mierda, pero respiras y brillas. Un abrazo, yo también soy de los tuyos, de los que peleamos hasta dentro de un saco, como Elena y si nos amarran las manos, entonces mordemos. Un abrazo.