La visita del secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Tarcisio Bertone, ha dejado un sabor amargo entre los cubanos en general, pero sobre todo entre los laicos católicos. Lo que parecía ser un feliz recordatorio de la visita papal que realizó Juan Pablo II diez años atrás, terminó siendo, cuando menos, un insípido y desabrido periplo del dignatario por la geografía de la Isla.
Es cierto que tanto la Santa Sede como la iglesia local tenían como aspiración suprema un mejoramientote de las relaciones con el gobierno cubano y una consolidación de los entendimientos logrados en l998, tras la visita de Juan Pablo II, que redundara en provecho de la labor evangélica como misión primordial de la Iglesia. Tampoco se puede obviar que el Vaticano tiene el doble carácter de ser un estado y el centro del catolicismo.
Pero lo que nadie pudo haber imaginado es q ue tales propósitos fuesen cristalizados en detrimento y olvido de aquellas realidades que por ser inherentes a la dignidad del hombre constituyen herramientas propias e indispensables del trabajo eclesial.
No es posible anunciar y promover el Reino de Dios ignorando aquellas realidades que dañan, menoscaban y violan los derechos humanos, pues sería ignorar que la dignidad del hombre es atributo divino concedido a éste por su semejanza con el Sumo Creador.
El Vaticano en su condición de estado soberano pudo haberle sugerido una amnistía al gobierno comunista tal y como en su momento lo hicieran Alemania y Francia, entre otros, sin que ello pueda ser tomado como una injerencia en los asuntos internos de la Isla. No se entiende tal argumentación pretextada por el Cardenal Bertone.
Las Damas de Blanco hicieron repetidas gestiones a través del Nuncio Apostólico acreditado en la Habana y a pesar de ello no lograron entrevistarse con el visitante. Estas valerosas mujeres pusieron todas sus esperanzas en una gestión provechosa del prelado ante las autoridades civiles. Tal y como hacen cada domingo en el templo de Santa Rita fueron hasta la catedral habanera para participar en la misas del día 2I de febrero y a duras penas pudieron entrar a la plaza catedralicia. Se les exigía como a otros fieles de diferentes comunidades una tarjeta de invitación. ¡Cuánta diferencia con aquellas misas al aire libre durante la visita de Juan Pablo II!
En Guantánamo a estas Damas de Blanco les fue impedido salir a la calle durante la visita del Cardenal a esa ciudad, según nos dice Juan Carlos González Leyva del Consejo de Relatores de Derechos Humanos.
Durante la entrevista concedida a la prensa y al ser inquirido por un corresponsal extranjero fue enfático al decir que la Iglesia “no ha pedido exactamente una amnistía sino gestos” y para evitarle disgustos al canciller Felipe Pérez Roque, al referirse a los presos políticos utilizó el término de “los presos de cada tipología”
Durante esta entrevista hizo una concesión, a mi juicio, medrosa y muy a desentono con su ministerio cristiano: al referirse al embargo lo nombró “bloqueo”. Tal otorgamiento no lo obtuvieron del Santo Padre en l998 a pesar de todos los esfuerzos que seguramente hicieron. Llegó más allá al afirmar, “El bloqueo es una opresión para el pueblo cubano”. Por supuesto el gobierno cubano, necesitado de credibilidad y estando “a la que se cae”, no tardó en publicar estas palabras a la derecha superior de la primera plana del periódico Granma.
Si no se tiene el suficiente coraje o por razones diplomáticas e intereses pastorales se utiliza el término “bloqueo” para referirse al embargo estadounidense, ha de aludirse también al bloqueo interno o utilizar otro término. ¿Cómo es posible hablar de bloque cuando son los propios Estados Unidos el principal suministrador de alimentos al pueblo cubano cuya cifra ronda los 500 millones de dólares anuales. Acaso el bloqueo interno no oprime al cubano y le impide el acceso barato a la malanga, la yuca y el boniato? Si las circunstancias no permiten toda la sinceridad no por ello ha de recurrirse a la hipocresía y a la doble moral que tan generalizadas están en la Isla y que tanto laceran el corazón y ofenden a Dios.
Parafraseando a Juan Pablo II, el Cardenal Bertone expresaba en su encuentro con la prensa que “Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba” y agregaba de su cosecha personal: …”sobre todo que el mundo se abra a Cuba”. Es decir, la apertura del mundo hacia Cuba era el eje del problema y la actitud y el compromiso de Cuba constituía un problema secundario. ¿Qué diferencia hay entre este presupuesto y la afirmación del gobierno cubano en el sentido de que, “El mundo es el que debe cambiar y no nosotros”?
Playa, 07/04/2008
1 comentario:
Cardenal italiano, viejo cretino, nada en tu faz acusa lo divino.
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