jueves, 17 de abril de 2008

Una visita decepcionante ( II ), Oscar Mario González





La mayoría de los laicos católicos se sienten descontentos con la reciente visita del secretario de Estado Vaticano y sobre todo con la jerarquía eclesial que indudablemente es factor decisivo en el asunto. Tal aflicción se suma a la originada con las censuras a las revistas “Vitral” y “Espacios”.

No se trata de querer convertir a la Iglesia en tribuna política o negar su neutralidad para con las ideologías. Pero el conjunto de enseñanzas del Magisterio de la Iglesia en materia comunitaria que conforman su Doctrina Social encara sin ambages el tema político situándolo en su prominente posición. Abundan los documentos eclesiales al respecto.

De las encíclicas Octogésima adveniens 42 y Populorum progresio 8l, ambas de Pablo VI se establece que por medio de la Jerarquía la Iglesia interviene en la acción política señalando valores, principios y juicios éticos para orientar las opciones concretas de los cristianos y para prestar un servicio de “conciencia crítica” a la sociedad.

La Christi fideles laici 42, Juan Pablo II, l988. “Los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la política”.

Esta misma doctrina social, favorece a la democracia como la menos defectuosa de las formas de vida y descalifica y condena al totalitarismo de manera clara y terminante. La Centesimus annus 45, de Juan Pablo II, l991, asegura: “El estado totalitario tiende además a absorber en si mismo la nación, la sociedad, la familia, las comunidades religiosas y las mismas personas. Defendiendo la propia libertad, la Iglesia defiende la persona, que debe obedecer a Dios antes que a los hombres, defiende la familia, las diversas organizaciones sociales y las naciones, realidades todas que gozan de un propio ámbito de autonomía y de soberanía”. Esta misma encíclica en su No. 46 plantea: “La Iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes, o bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica. Por eso mismo no puede favorecer la formación de grupos dirigentes restringidos que, por intereses particulares o por motivos ideológicos, usurpan el poder del estado”

Luego de concluida la visita de seis días a nuestro país por el número dos del Vaticano los analistas convienen en afirmar que se abrió un mayor espacio de diálogo entre el gobierno y la Iglesia local pero también afirman que la oposición y el laicado no han quedado satisfechos con la misma. Sin dudas entre la jerarquía de la Iglesia y el gobierno totalitario se han abierto espacios que prometen una mayor influencia de aquélla en la sociedad, pero cabe la pregunta: a qué precio?

Para la Iglesia lo más importante no sería conquistar la aquiescencia de los gobernantes sino el amor y la confianza de los fieles. Por ello la mayor preocupación de la Jerarquía no debiera enfocarse a ganar la benevolencia del poder político sino la confianza y el fervor de los fieles los cuales se han visto seriamente dañados por la actitud de aquella frente al amordazamiento de la revista Vitral y su posición medrosa , vacilante y concesiva.

La Jerarquía eclesial debiera tener muy en cuenta el alto precio que costó a la Institución su postura parcializada al lado del poder colonial español y en contra de la lucha independentista. Ello ocasionó, cuando menos, una indiferencia de los próceres mambises hacia el catolicismo durante las primeras décadas de la república. Los tiempos son otros. El clero actual es mayoritariamente cubano y plenamente identificado con el dolor de Cuba.

Para orgullo y gloria de la Iglesia Católica los nombres de los obispos Pedro Múrice y José Siro; la actitud de amor a Cuba y de lealtad a la Iglesia de hombres como el Padre Conrado; el prestigio de laicos como Oswaldo Payá, Dagoberto Valdés y el colectivo de periodistas y colaboradores de la revista Vitral: los miembros del Centro de Formación Cívica de Pinar del Río y centenares de miles de laicos orientados por sacerdotes llenos de amor a Cuba y a la Iglesia, garantizan el debido respeto y fidelidad a la Iglesia de Jesús de Nazaret y de la Virgen de la Caridad del Cobre.

El prestigio de la Iglesia Católica Cubana está garantizado por una historia de dignidad e intransigencia frente a las intenciones de intimidación del totalitarismo. Ha sido la Iglesia fiel a su pueblo; que se quedó con los que se quedaron y que heroicamente resistió los intentos del estado totalitario por convertirla en un apéndice de sus intereses y propósitos.

El régimen cubano actual es el mismo que cerró l23 templos a lo largo y ancho del país incluyendo a las capillas de bateyes y de clínicas mutualistas; clausuró la Universidad Católica de Villanueva; convirtió al Seminario del Buen Pastor de Arroyo Arenas en una unidad militar; a las instalaciones de las hermanas Maristas en el cuartel general de la Seguridad del Estado; expulsó a cientos de sacerdotes entre ellos a l32 en el buque Covadonga hasta reducir el clero católico a algo más de cien miembros mientras que en l959 teníamos 740 para una población de algo más de 6 millones de habitantes ;confiscó innumerables propiedades entre ellas escuelas, conventos y otras entidades. Más doloroso aun fue la represión ejercida contra los fieles católicos de lo cual dan cuenta los campos de trabajo forzado de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) y contra todos los creyentes en sentido general. Nunca se sabrá completamente del número de víctimas de la represión contra los creyentes pacíficos cuya forma más generalizada era la condena al ostracismo.

Nuestro presente impone la necesidad de una reconciliación como única forma de encaminar los destinos de la nación hacia un futuro de paz, progreso y democracia. No hace ningún bien a los cubanos el rencor. Para que Cuba se levante hace falta la disculpa y el perdón pero no será de espaldas a la justicia que el país retome los senderos de esa unión que tanto anhelamos. Porque el perdón cristiano impone un requisito: el arrepentimiento y, ¿acaso el régimen cubano muestra arrepentimiento por todos los desmanes e injusticias perpetrados contra la Iglesia?





2 comentarios:

Anónimo dijo...

El Santo Padre Juan XXIII le mostró al pueblo cubano el camino de la libertad: PERDED EL MIEDO. No le hicieron caso porque todos nuestros patriotas quieren sobrevivir al comunismo, aunque para ello haya que perder todo lo material y después el elma. Todo en Cuba está presidido por el miedo. Las reuniones de disidentes son presididas por el pánico. Cualquier intercambio personal también. No se puede vivir en la hacienda de Doña Bárbara y ser libres a la vez. Muchas veces la muerte es mejor. Nadie sale con vida de este pantano, sino pregúntele a Fidel Castro, que está en el pico de la piragua. Pídanle al compañero Fidel una reflexión sobre la muerte.

Anónimo dijo...

Cardenal italiano, viejo cretino, nada en tu faz acusa lo divino.