jueves, 13 de marzo de 2008

Callejón sin salida, Richard Roselló




Israel Otero García, vecino de calle Acosta # 253, habitación 4, entre Habana y Compostela en La Habana Vieja vive con un diagnostico de VIH (SIDA) detectado en el 2003. Desde entonces, su historia que no podría ser más que azarosa, raya en lo insólito.

El listado de sus gestiones humanitarias, desde el 2005 hasta la fecha, no cabría en esta columna. ¿Pide mucho? No, no creo.

Por una prescripción medica se dictamina “cambio de vivienda que… le permita al ciudadano prolongar su vida el mayor tiempo posible”, según la misiva de su área laboral, Empresa Farmacéutica “Roberto Escudero Días”, en 20 de Mayo municipio Cerro de la capital, firmada por un colectivo de dirigentes y enviada a la Dirección Municipal de Vivienda de la respectiva localidad en que reside.

A cuesta del padecimiento, demandantes del centro de trabajo temen por un “enfermo de sus características”, quien vive en “lugar húmedo, con filtraciones, sin ventilación, paredes de cartón y tablas”, hacinado (en un cuarto de 2 X 3 metros) y con “el calor” de una cocina colindante.
En el curso del 2004 cogió una neumonía que amenazo su vida y lo llevo a muy malas condiciones de salud. Fue evidentemente un signo de advertencia.

Pero el papeleo, dijo alguien una vez, “es la estupidez mas costosa de la humanidad”.

Transcurrido más de dos largos años de cartas que suben y bajan, me resisto a aceptar que García pueda recibir No como toda respuesta. Máxime cuando Israel) fue aprobado como caso social de alta seguridad en la comisión No. 6/05 por acuerdo 74 de fecha 18 de marzo del 2005 de la DMV, avalada por otra de la Dirección Provincial de Vivienda (DPV) del 17 de diciembre del 2007.

Pues bien. Las misivas confirman que a Israel “no pueden satisfacerle su petición” ya que ellos “no cuentan con fondos habitacionales disponibles” por un “déficit habitacional existente” en La Habana Vieja, donde el 56 % de los inmuebles se encuentra(n) en mal estado como consecuencia del deterioro progresivo de las edificaciones y la falta de mantenimiento periódico”, indica la carta.

En fin Israel, como nadie puede ayudar o comprender tu dolor como ser humano: esta simplemente en un callejón sin salida. Para colmo, el desengaño revela una violación de la política trazada por el gobierno para dar posibilidades a casos como el suyo.

Según los vecinos, usted asegura sentirse muy atendido al recibir del sistema de atención integral de salud en su condición de seropositivo, información y conocimiento de patrones de conductas, medicamentos disponibles altamente costosos, dieta alimentaria garantizada y apoyo. Pero… aquí llegan los peros. Es desatendido en otros aspectos como: “cambio de habitación”.

Uno se pregunta, ¿Qué tan difícil es reparar una habitación confortable para Israel? Sobre todo, cuando ilegalidades sobran en esta ciudad. En cambio, usted Sr. Israel que dice cumplir “con todas sus responsabilidades como joven revolucionario”, tanto en su empleo como en la comunidad, se encuentra sin resultados favorables para usted.

Y digo esto porque las misivas no aluden a que el Estado carece de materiales constructivos. Al menos hay para poder reparar un cuarto. El país lleva a cabo un amplio plan de reparación de viviendas dañadas. ¿Acaso tampoco existe una habitación en los 13 restantes municipios de Ciudad de La Habana? ¿Dónde esta el verdadero apoyo, para un caso de “máxima urgencia”, como se le atribuye a este paciente? ¿Para que se firmo un compromiso entre la Dirección Provincial de Salud y el paciente del VIH?

Dice el punto no. 5 referido al organismo, “Tramitará legalmente cualquier acción de individuos, instituciones u organismos que presente cualquier acción o negligencia de atención de salud al seropositivo o actos humillantes, vejatorios o discriminatorios para su condición de ser humano y de ciudadano cubano”.

Sin dudas, Israel se siente sepultado por la soledad. Y como resultados de su fracaso, hay que esperar a que enferme y muera. Entonces quizás aparezca la entidad (es) responsable de un caso en que se tienen que abrir las puertas y no cerrarse.

Mas simple aun. La mejor manera de aplazar los problemas es la forma más fácil de no resolverlos.
Batabanó, 07/03/2008

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