“Como decíamos ayer” dijo fray Luís de León al regresar a las aulas después de haber estado preso durante casi cuatro años por la Inquisición y ausente, por esta causa a su cátedra en la Universidad de Salamanca.
Aunque todas las prisiones son iguales, las hay de lujo como lo fue la mía durante los últimos cinco años. No me detuvieron como a otros colegas en la Primavera Negra de marzo de 2003, yo mismo me encerré en mi casa a escribir en un viejo ordenador 00486.
Durante seis años (1997-2003) había hecho un periodismo constructivo y desacondicionado. Pero llegó un momento, desde noviembre de 2002, que estaba agotado cuando pretendí –y creo que lo logré- no repetirme en un total de 262 textos de periodismo independiente.
Tenía ganas de explayarme más allá de las tres a cinco cuartillas que exige el periodismo profesional. Además, había una historia, un testimonio que quería escribir y no sabía donde y cómo hacerlo. Ya no se trataba de literatura ni de periodismo político o cultural, sino de una, en mi vida, que desde los veinticinco años me marcó y me marcará para siempre.
En los primeros meses de la Primavera Negra, pensé que el gobierno norteamericano me otorgaría la condición de refugiado, pero no lo hicieron en el año 2004. Fui rechazado con una carta que decía al final, que pasados seis meses yo podía volver a solicitar el status de refugiado y ellos (el gobierno norteamericano) reconsiderarían mi segunda solicitud. Recuerdo claramente haber hablado sobre cual era mi situación.
Esto significa que nunca más, a nivel personal, en lo que me queda de vida, reconsideraré con ellos absolutamente nada. Con las injusticias de la dictadura cubana, es suficiente.
Durante estos cinco años, escribí varios libros que se encuentran en formato digital. Tuve varios ordenadores, entre ellos una laptop, junto con todas las Pentium, incluso un viejo monitor. En abril de 2007, la laptop y el resto de los equipos dejaron de funcionar. Pensé que después de cuatro años, no volvería escribir a mano y luego pasar el material a máquina de escribir.
El 17 de abril concluí que si era un escritor, la falta de tecnología de punta no podría detenerme. El libro que debía escribir, libro que no podía morir sin dejarlo escrito, lo hice en siete meses. Después de ese libro, “Conejillo de Indias”, podría sobrevenir mi Apocalipsis personal. Actualmente (el libro) se encuentra en buenas manos del otro lado del mundo. Pienso que lo publicarán, pienso.
Ahora, heme aquí de regreso a la Prensa Independiente de Cuba con los mejores deseos de contribuir. Señalaré con sensatez las cosas malas que el gobierno cubano ha dejado proliferar como marabú, sin que tenga que ver con el embargo económico norteamericano.
Como dijo el ex presidente Fidel Castro Ruz, “somos nosotros mismos los que podemos destruir a la revolución cubana”. Así que con la humildad de una molécula de arena, aquí estoy, “como decíamos ayer”, después de cinco años, en mi opinión fructíferos.
Ahora me afanaré en contribuir con sentido común a reflejar ese 70% de la realidad, que la prensa oficial nunca reflejará.
Habana Vieja, 11/03/2008
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