jueves, 6 de marzo de 2008

Sobre leyes migratorias y debates, Juan González Febles





En fecha reciente, se cuestionan los procedimientos migratorios en Cuba. La gente comienza a preguntarse por qué hay que pedir permiso para salir y entrar a la tierra que a uno le pertenece por derecho. Pero es un hecho que en Cuba los trámites migratorios están militarizados. Se requiere permiso del Ministerio del Interior para salir y regresar al país en el que se ha nacido. Esto ofende la dignidad de cada cubano. Hay que pedir un permiso, que puede ser negado. Así de sencillo.

El hecho constituye una violación (otra más) de los Derechos Humanos. Cada balsero ahogado en el mar, a lo largo de estos años, es un producto directo de estas regulaciones. Son las herramientas impuestas por más de cuatro décadas de ejercicio irrestricto del poder.

Estas leyes permiten al gobierno negar la salida del país a quien se le antoje. Así, han separado familias enteras. No se hacen distingos entre padres, hijos, esposas y esposos. El gobierno dictatorial de Fidel Castro, a discreción separó en su momento a padres e hijos. Lo hizo con el pretexto de garantizar que los varones menores pasaran el Servicio Militar Obligatorio.

Los menores debieron permanecer en la Isla, mientras sus padres recibían el permiso de salida y abandonaban la Isla. No fueron pocos los jóvenes que se lanzaron al mar, con el propósito de burlar tan absurda y cruel medida.

Esas mismas leyes vetan en la actualidad, la salida a profesionales de la salud y a determinados especialistas y técnicos de educación. Las leyes migratorias son usadas como pieza para chantaje de adversarios políticos del régimen, a los que se les niega permiso de salida del país. Alguno que otro se ha visto obligado a hacer concesiones onerosas, con el fin de obtener su permiso de salida.

Se han producido incidentes migratorios con saldos dramáticos. Los episodios se multiplican a todo lo largo y ancho de nuestras extensas costas durante demasiadas décadas. No caben dudas de índole alguna sobre la parte jugada por las leyes migratorias cubanas en estos incidentes. Pero lo mejor, quizás esté en las notas oficiales redactadas a raíz de cada suceso.

Según las autoridades cubanas, las lanchas del tipo cigarreta, provenientes de Florida y tripuladas por contrabandistas, embisten o agreden de cualesquiera forma a las embarcaciones Griffit de Tropas Guardafronteras. Los guardafronteras se “defienden” de los atacantes y se ven obligados a usar las armas. Siempre muere uno o más contrabandistas.

Ridículo y dramáticamente risible. Una cigarreta embistiendo a una lancha Griffit, es como si un auto de paseo con carrocería plástica, embistiera a un camión rastra de acero, con doce o quince toneladas.

Las versiones oficiales establecen que los contrabandistas hacen resistencia. Pero veamos: continuamente el Servicio de Guardacostas de los Estados Unidos frustra el arribo de balseros provenientes de Cuba y de otros sitios. La violenta resistencia que oponen en no pocas ocasiones los viajeros, está harto documentada. No hay elementos que garanticen que sea inferior a la confrontada por la fuerza pública verdeolivo en las costas y mares de Cuba.

No se conoce una sola ocasión en que los guardacostas norteamericanos hayan hecho uso de las armas para reducir a los inconformes. No se ha reportado una víctima fatal por uso de armas de fuego en tantos y repetidos episodios de esa índole.

La causa para ello no está en el carácter mejor o peor de los hombres que integran el Servicio de Guardacostas de los Estados Unidos, en detrimento de los efectivos de Tropas Guardafronteras de Cuba.

Sucede que el Servicio de Guardacostas de los Estados Unidos constituye una fuerza pública, sujeta al imperio de la ley en un estado de derecho. El Ministerio del Interior, a quien se subordina Tropas Guardafronteras es una organización armada y diseñada para cumplir cualquier tipo de orden recibida de su más alto nivel de gobierno.

Detrás de cada incidente migratorio, está la esencia criminal de leyes que no respetan los derechos consagrados para la protección de la humanidad. Para hacer cumplir estas leyes, existe una organización especializada en reprimir y aplastar las más puras expresiones del espíritu humano.

En Cuba, las leyes migratorias no son la reglamentación lógica de un estado moderno, para el movimiento migratorio. Son recursos trasnochados para atar y encadenar al hombre a las necesidades y el capricho de una dictadura militar totalitaria. Tales leyes, son asesinas y dirigidas contra la esencia sublime del hombre. Para imponerlas a sangre y fuego existe el Ministerio del Interior.

En sirven personas capaces de maltratar presos indefensos, usar fuerza excesiva e incluso matar en la represión de eventos cotidianos, normales en el resto del mundo de hoy. Los guardacostas norteamericanos y españoles, no matan ilegales. Los guardafronteras de Cuba, eventualmente si.

El Ministerio del Interior en las prisiones cubanas maltrata y tortura presos. Impone leyes injustas y cuando es presa del nerviosismo o se asusta, mata.

Para ello cuenta con impunidad y suficientes personas viles, dispuestas a cumplir órdenes criminales. No les importa de que naturaleza, siempre que provengan de arriba. Ese lugar ambiguo, fuente de todo poder, forjador de nuestras cadenas y del más formidable oprobio.
Lawton, 23/02/2008
jgonzafeb@yahoo.com

http://prolibertadprensa.blogspot.com/

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