jueves, 27 de marzo de 2008

Poesía para vivir, Jorge Olivera Castillo.




De no existir habría que inventarla. Por suerte, la poesía tiene sus orígenes en tiempos inmemoriales. La mitología griega buscó cobija en los versos como una manera de evitar el olvido. Eurípides y Homero, armados del sentido épico tan en boga en este período de la historia, dieron al mundo, entre otras a Medea y la Ilíada respectivamente, dos obras donde el arte de la poesía se revela con una incontenible maestría. Desde la Roma antigua Virgilio puso en la eternidad a Eneida, una epopeya latina escrita con un estilo donde compagina sensibilidad, ritmo y experiencia ensamblándolos con una imaginación desgajada de su alma de poeta.

Hasta en jeroglíficos egipcios de hace 2600 años antes de Cristo se han encontrado tipos de poesía. Fue, indudablemente, un medio de expresión para retratar realidades, una alternativa que respondía a la necesidad del hombre por ofrecer su interpretación de la belleza y el misterio, de las tragedias y de las vivencias puestas bajo el cristal de multidimensionalidad.

Nunca se podrá decretar la extinción de quienes tratan de tocar el cielo como tripulantes de un trasbordador más que espacial, especial. Un buen poema eleva, sugiere una mirada al porvenir, da la fecha exacta para una cita con la virtud y ofrece la mano auxiliadora en los bordes del abismo.

En esos periplos se puede acceder gratuitamente a las órbitas de los sueños y también es posible observar algunas aristas de los enigmas. Todas esas artesanías cuentan con otras utilidades más terrenales. Lo humano, sus esencias, sus particularidades, sus pasiones, son parte de esos mundos creados por quienes suelen imbricarse en las abruptas redes del espíritu.

Los poetas son como embajadores de ese país que nace en el corazón y termina un tramo después de la utopía. Buscan, con afán, la originalidad. Se empeñan en encontrarle sentido a la vida que muchos quieren disfrazarla solo de pesimismo y maldad.

Existe el bien, la tristeza, la alegría, la muerte y las esperanzas. En un poema hay espacio para todas esas instancias. En un poema están los colores y el sonido de cada uno de esos escenarios. En un poema hay llamas y agua, sol y lluvia, calores e inviernos, crisis y calma.

Todo dicho con buen tino, sin estridencias. Solo que con la fuerza de quien suda, a borbotones, por tratar de decir las cosas más inverosímiles con el don de la belleza y la sabiduría.

Wallace Stevens, dijo que el poeta es una persona que encontraba armonía en el caos del mundo. El hizo lo posible por subrayar tal hallazgo mientras vivió. Su obra así lo demuestra. Muy pocos viven de la poesía, pero respirar sin sentir el aroma de un verso, es inútil. La poesía es vida, orden, sosiego, honestidad.
Habana Vieja, 25/03/2008
jorolicas@yahoo.com
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