jueves, 27 de marzo de 2008

El día de Tomás, (cuento), Luís Cino


A Tomás lo delataron las moscas y la peste. Lo encontraron dos policías, el presidente del CDR, el responsable de vigilancia y un vecino. Tuvieron que tumbar la puerta a patadas.

Su cadáver, desnudo, violáceo e hinchado, colgaba de una viga del techo.

Cuando lo descolgaron, tenía la lengua afuera, los ojos abiertos con desmesura y una erección. El forense dijo que llevaba muerto más de 48 horas.

…El, que siempre fue tan serio, parecía estarse burlando de nosotros. Yo fui el que avisó a la policía. Aquello se llenó de gente. Tremendo mal rato. El tipo imponía. Me pasé tres días sin probar un bocado. La peste no se me quitaba de la nariz. Últimamente se le veía poco. Creo que trabajaba un día entero y descansaba dos. A cada rato venía borracho pero no se metía con nadie. Se encerraba en su casa. No era un tipo de líos. No era muy combativo, había que caerle atrás para que participara en las actividades, pero pagaba el comité y hacía las guardias…Sí, claro que era revolucionario. Fue internacionalista en Angola. Yo mismo hice el informe cuando vinieron a verificarlo para trabajar como CVP. No, no dejó ninguna carta. ¡Fue del carajo! Que yo sepa, no estaba enfermo ni tenía problemas. No sé, tuvo que volverse loco para hacer una cosa así…

Si Tomás no se hubiera suicidado, de todos modos habría muerto de aburrimiento y soledad. La tristeza había dictado sentencia.

Cuando llegó el forense, reparó que en la casa había sólo dos bombillas incandescentes de luz mortecina. Una en el cuarto y otra en la cocina. Recostado a uno de los puntales de la sala había una bicicleta china. Amontonados junto a la puerta del baño, estaban un pantalón caqui y una camiseta azul. Una botella plástica de agua, varias vacías de ron y un plato con restos de arroz y frijoles, invadido por columnas de hormigas permanecía sobre la mesa. Desde un desteñido cartel turístico en la pared que proclamaba que “Cuba es un eterno verano”, una mulata en bikini sonreía al sol de Varadero.

…No se me quita su imagen de la mente. Y eso que no quise verlo muerto. Hasta me siento un poco culpable. Todo pudo ser distinto. No sé. Siempre he sido media comemierda. No sé como pudo hacerlo. Estaba muy flaco y envejecido. Pero era un cuarentón que cuando se afeitaba y se vestía, no lucía mal. Yo lo cogí en sus buenos tiempos. Era un trigueñón de ojos claros para respetar. Antes de irse para Angola, me estaba fajando. El tipo me caía bien, pero yo estaba casada. Cuando volvió de la guerra, tuvo que dejar a su mujer. Le pegó los tarros con un amigo. Yo me había divorciado ya. Salimos un par de veces antes de acostarnos. La primera vez que lo hicimos fue en su casa. No se le paró. Le dije que no se preocupara, que eso era por culpa de los nervios, que era porque yo le gustaba demasiado, que ya se le pasaría. Así fue. Después, era una fiera en la cama. Quería singar a toda hora. Tuve que dejarlo porque no quería estabilizarse. A mí me gustaba mucho, pa`que te voy a decir otra cosa, pero mis hijos estaban chiquitos y la vida estaba muy difícil para andar por ahí templando por amor al arte. Yo necesitaba un hombre para la casa, que mantuviera a mis hijos. Él no estaba para eso. Cogió trauma con las mujeres. Creía que todas querían cogerle la casa. Que le iban a pegar los tarros. Le dio por las putas y la bebida. Con el hambre que pasaba! Figúrate, un hombre sin mujer no es nada! Mira el final que tuvo, el pobre. La última vez que lo ví fue en la cola para comprar los huevos. Casi no hablamos. Lo vi muy mal, pero nunca pensé que llegaría a esto.

Tomás vivía solo. Su casa estaba apuntalada y sin pintar. Los cristales de las ventanas estaban rotos. Escombros y botellas vacías se amontonaban en una esquina del portal.

En su vida no había sorpresas. Menos oportunidades. No tenía siquiera la contrariedad de un altercado conyugal. Se divorció en 1988. Cuando volvió de Angola, una tarjeta amarilla, celosa de la moral de los militantes del Partido, le avisó que su esposa le era infiel. Fue entonces que perdió la mujer, el amigo y el carnet del Partido.

…Fue una mala racha que duró demasiado tiempo. Vino de la guerra con los nervios jodidos y mira lo que se encontró. Después vino lo de que lo tronaron en el trabajo. Le echaron la culpa de algo que salió mal. El no tuvo que ver con lo del desvío de materiales. Pero quisieron complicarlo. Tomás no aguantaba mucha mariconá. En una reunión se empingó y tiró el carnet. No tuvo problemas mayores porque todos sabían que andaba trastornado por lo de la guerra y el divorcio. Se pasó una tonga de años trabajando en la construcción. Nadie le tiró una mano. Venía casi todas las noches. A veces cogíamos unas borracheras que aquello era del carajo. Tuvo que aguantar la curda porque las manos le temblaban mucho. No volvió a casarse. Decía que el período especial no era un buen momento para tener mujer. Era más barato pagar una puta que mantener una mujer. Creo que es verdad. Llevaba como dos años trabajando de custodio de un almacén. Ganaba 225 pesos. Le iban a aumentar el salario. No creo que le alcanzara para pagar muchas putas. Nunca dejó el alcohol, pero tomaba menos. El pobre, ¡La que pasó fue de pinga! Ya descansó. Siempre fui su socio. Desde que éramos muchachos. En las buenas y en las malas. Nunca le di la espalda. Es el único consuelo que me queda.

Su única familia era su hijo. Cuando Tomás se divorció, el niño tenía 11 años. Le costó trabajo adaptarse a vivir sin él. Tommy debe andar ahora por los 26 años. Se fue en una balsa en el verano de 1994. Tomás recibió una foto y un par de cartas desde Hialeah. Le contaba que pensaba mudarse a Atlanta. Luego, no escribió más.

…Yo estaba templando con él desde antes de cumplir los 15. Ahora tengo 18. En mi casa no sabían nada. No, él no fue el que me partió el culo. Al principio, me miraba mucho, se metía conmigo y se amasaba los huevos. Un día me ofreció diez pesos para que se la mamara y le hiciera una paja. Un día me calentó tanto que dejé que me la metiera. Me daba unas mamadas que me volvía loca. Empezó a darme 20 pesos. Era enfermo a la tortilla. Cuando traía a alguna amiga mía y hacíamos un cuadro, pagaba un poco más. Aparte de todo, era mi socio. La última vez que fui, estaba pasmado. Yo me lo hubiera echado igual, pero me dijo que no tenía ganas. Cuando me enteré que se ahorcó, me dio mucha lástima, pero nada, como dice un maricón amiguito mío, el show debe continuar. No veía a Tomás hacía meses. Este barrio se ha puesto malo. Ya no lucho por aquí…

La autopsia reveló que, además de que murió por asfixia, tenía los pulmones ennegrecidos por la nicotina.

…La había cogido con decir que no se ahorcaba porque no tenía timbales para hacerlo. Estaba cansado de todo. Un día me asustó. Me dijo que estaba ya hasta los cojones de pasar hambre, montar en camellos llenos de gente, de las colas, los apagones, las Mesas Redondas y el noticiero, los chivatones, el bloqueo y las orientaciones del partido. Pensé que era borrachera suya porque él nunca hablaba de política. Yo le cambié la conversación. Uno nunca sabe quien te puede estar oyendo…Fue entonces que me confesó que ya no se le paraba. ¡Que coño se le iba a parar con el hambre que pasaba y las borracheras con chispa de tren que cogía!...

Tomás era intachable en su trabajo. Siempre llegaba puntual. No tenía ausencias. Participaba en las actividades políticas y en los trabajos voluntarios. Su única y última falta fue robar, para ahorcarse, una soga del almacén que custodiaba en turnos alternos de 7 de la noche a 7 de la mañana.

Un jueves, después de almuerzo, decidió que sería su último día. No valía la pena seguir aplazando la cosa. Desnudo en la puerta del baño tomó la determinación. Abrió y cerró la ducha. Hoy tampoco había agua. Entonces, buscó la soga en el armario de la cocina.

Cuando zafaron el nudo y lo descolgaron de la viga, Tomás sacaba la lengua enorme y amoratada. Mostraba orondo su erecta verga a los dos policías, el presidente del CDR y el responsable de vigilancia. Como si les jugara una broma final en venganza por tanta mierda.

Fue el día más importante y divertido de sus 48 años de vida.
Arroyo Naranjo, 2005-12-07

1 comentario:

Anónimo dijo...

Coño, Luis, te voy a decir la verdad, sin que me quede nada por dentro; al principio de empezarte a leer, me forme una impresión equivocada de ti: verraco tirando a comemierda, pero tus cuentos son de lo mejor que se haya escrito o leído. Tú tienes el dedo sobre el pulso y la llaga. Tus cuentos son acibar y pedernal. Bajo otras circumstancias, seríamos amigos. Tu literatura es buena. Cuando bajaron a Tomás, para no desperdiciar aquello que admiraban todos los presentes, se debió haber llamado a la "chinita de los ojos dulces" para que demostrara sus habilidades como "lamestacas" que tan famoso lo hicieran en otros tiempos más libertinos y liberados.