Mahoma y Marx constituyen dos ejemplos de lo que puede conseguir un ocio bien administrado. Consiguieron vivir, sin trabajar y ser reverenciados. Convirtieron sus onanismos mentales, sus fantasías y elucubraciones, en materia prima para futuras tragedias.
Ambos pertenecieron al linaje de los que vienen al mundo a manipular vidas, sentimientos y sueños. Entre los dos consiguieron acumular para la posteridad más dolor, muerte y destrucción que todos los ilustres sinvergüenzas que les precedieron.
Mientras Mahoma concibió su paraíso de huríes y delicias en un cielo inalcanzable y excluyente, Marx fue mucho más modesto. Se limitó a darle una manito de pintura barata a un collage caprichosito compuesto por filosofía clásica alemana y socialismo francés de taberna. Con eso, se fabricó una comedia hecha retazos donde los trabajadores, entre los que nunca se contó, fueron los protagonistas.
Mahoma escribió su Corán cuando dejó de ser camellero. Una viuda hizo el papel de Mecenas. Era rica y se casó con él. A partir de eso, el ocio le ayudó mucho. Le cogió tanto el gusto, que procuró dejar espacio, en su nueva religión para la adquisición de otras tres esposas, unas cuantas concubinas y algún que otro muchachito.
Curiosamente, Mahoma era árabe y Marx judío. En la fantasía de Marx no tiene cabida ninguna religión, Mahoma –más precavido- excluyó al resto de las religiones –excepto la suya- y a todo lo demás.
Mahoma escogió como presupuesto una frase lapidaria: “Ala es Dios y Mahoma su profeta”. Marx, más modesto expresó: “Proletarios de todos los países: uníos” Ambos acudieron a pobladas barbas para ganar respetabilidad. Marx escribió su obra pegado como una sanguijuela a Engels; Mahoma lo hizo junto a su viuda.
Resulta difícil calcular cual de los dos perjudicó más a la humanidad. Mahoma dejó escrito cual era su ofrecimiento al mundo: “el Corán, el tributo o la espada”. Marx, nos dejó su lucha y su odio de clases.
Ambos trabajaron sobre la base de que sólo dos linajes pueblan la tierra: tener y no tener. No caben dudas de que hicieron maravillas con el segundo linaje. Tanto con Mahoma, como con Marx, está garantizado que el segundo linaje se quede sin tener y que, además, el primer linaje pierda lo que tenga.
Si el infierno existe, no caben dudas de que tanto Mahoma como Marx deben estarse mesando sus barbas, en un rinconcito de privilegio, separado para ellos por el mismísimo Diablo en persona.
Mahoma sentenció que el musulmán que abandone el Islam, debe ser condenado a muerte. Desde entonces, la salida ilegal del Islam, está penalizada. Le corresponde el copyright en eso de levantar muros, aunque los muros más famosos, hayan sido levantados por marxistas, con varios siglos de diferencia.
La historia tiene sus paradojas, lo más justo hubiera sido que Marx hubiera tenido una viuda y Mahoma, cualquier Federico generoso, pero no fue así. Nada es perfecto. Además, mirado esto con amplitud, pudiera ser interpretado como una sugestiva premonición de que los extremos del círculo, efectivamente se tocan.
Mahoma en su momento, tuvo su revelación cuando la humanidad había encontrado al cristianismo. Marx, hizo lo suyo cuando esa misma pobre humanidad, encontró la democracia liberal.
Cristianismo y democracia, islamismo y marxismo, para los que gustan de las matemáticas, aquí tenemos dos excelentes pares ordenados, con contradicción aparente incluida.
Lawton, 23/03/2008
jgonzafeb@yahoo.com
http://prolibertadprensa.blogspot.com/
Ambos pertenecieron al linaje de los que vienen al mundo a manipular vidas, sentimientos y sueños. Entre los dos consiguieron acumular para la posteridad más dolor, muerte y destrucción que todos los ilustres sinvergüenzas que les precedieron.
Mientras Mahoma concibió su paraíso de huríes y delicias en un cielo inalcanzable y excluyente, Marx fue mucho más modesto. Se limitó a darle una manito de pintura barata a un collage caprichosito compuesto por filosofía clásica alemana y socialismo francés de taberna. Con eso, se fabricó una comedia hecha retazos donde los trabajadores, entre los que nunca se contó, fueron los protagonistas.
Mahoma escribió su Corán cuando dejó de ser camellero. Una viuda hizo el papel de Mecenas. Era rica y se casó con él. A partir de eso, el ocio le ayudó mucho. Le cogió tanto el gusto, que procuró dejar espacio, en su nueva religión para la adquisición de otras tres esposas, unas cuantas concubinas y algún que otro muchachito.
Curiosamente, Mahoma era árabe y Marx judío. En la fantasía de Marx no tiene cabida ninguna religión, Mahoma –más precavido- excluyó al resto de las religiones –excepto la suya- y a todo lo demás.
Mahoma escogió como presupuesto una frase lapidaria: “Ala es Dios y Mahoma su profeta”. Marx, más modesto expresó: “Proletarios de todos los países: uníos” Ambos acudieron a pobladas barbas para ganar respetabilidad. Marx escribió su obra pegado como una sanguijuela a Engels; Mahoma lo hizo junto a su viuda.
Resulta difícil calcular cual de los dos perjudicó más a la humanidad. Mahoma dejó escrito cual era su ofrecimiento al mundo: “el Corán, el tributo o la espada”. Marx, nos dejó su lucha y su odio de clases.
Ambos trabajaron sobre la base de que sólo dos linajes pueblan la tierra: tener y no tener. No caben dudas de que hicieron maravillas con el segundo linaje. Tanto con Mahoma, como con Marx, está garantizado que el segundo linaje se quede sin tener y que, además, el primer linaje pierda lo que tenga.
Si el infierno existe, no caben dudas de que tanto Mahoma como Marx deben estarse mesando sus barbas, en un rinconcito de privilegio, separado para ellos por el mismísimo Diablo en persona.
Mahoma sentenció que el musulmán que abandone el Islam, debe ser condenado a muerte. Desde entonces, la salida ilegal del Islam, está penalizada. Le corresponde el copyright en eso de levantar muros, aunque los muros más famosos, hayan sido levantados por marxistas, con varios siglos de diferencia.
La historia tiene sus paradojas, lo más justo hubiera sido que Marx hubiera tenido una viuda y Mahoma, cualquier Federico generoso, pero no fue así. Nada es perfecto. Además, mirado esto con amplitud, pudiera ser interpretado como una sugestiva premonición de que los extremos del círculo, efectivamente se tocan.
Mahoma en su momento, tuvo su revelación cuando la humanidad había encontrado al cristianismo. Marx, hizo lo suyo cuando esa misma pobre humanidad, encontró la democracia liberal.
Cristianismo y democracia, islamismo y marxismo, para los que gustan de las matemáticas, aquí tenemos dos excelentes pares ordenados, con contradicción aparente incluida.
Lawton, 23/03/2008
jgonzafeb@yahoo.com
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