jueves, 13 de marzo de 2008

Orden de registro


¿Qué buscan en mi casa
estos señores?
¿Qué hace ese oficial
leyendo la hoja de papel
en la que he escrito
las palabras ambición, liviana y quebradiza?
¿Qué barrunto de conspiración
le anuncia la foto sin dedicatoria
de mi padre en guayabera (lacito negro)
en los predios del Capitolio Nacional?
¿Cómo interpreta mis certificados de divorcio?
¿A dónde lo llevarán sus técnicas de acoso
cuando lea las décimas
y descubra las heridas de guerra
de mi bisabuelo?

Ocho policías
revisan textos y dibujos de mis hijas.
Se infiltran en mis redes afectivas.
Y quieren saber dónde duerme Andreita.
Y qué tiene que ver su asma
con mis carpetas.

Quieren el código de un mensaje de Zucu.
Y en la parte superior
de un texto críptico (aquí una leve sonrisa
triunfal del camarada)
Castillos con caja de música. No dejo salir
al niño con el Coco. Yeni.

Vino un especialista,
un crítico literario con rango de cabo interino,
que auscultó a punta de pistola
los lomos de los libros de poesía.

Ocho policías
en mi casa
con una orden de registro
una operación limpia
una victoria plena
de la vanguardia del proletariado,
que confiscó mi máquina Cónsul,
ciento cuarenta y dos páginas en blanco
y una papelería triste y personal
que era lo más perecedero
que tenía ese verano.
Raúl Rivero
Tomado de Crónicas de la Isla 2
Ed. Carta de Cuba, Inc.

1 comentario:

Carlos dijo...

Ustedes tienen a Raúl. Nosotros tuvimos a Pinochet. Más o menos la misma cosa. Los extremos se juntan en la política, los rieles, en el infinito.