Habana Vieja, La Habana, enero 22 de 2009, (SDP) Por primera vez tengo o ha comenzado un cierto complejo de no haber continuado por destino el camino de mis compañeros que ahora cumplen largas condenas de prisión. No sé el por qué de este sentimiento de culpa. En esos arrestos y en todo el sistema judicial, carcelario, y de información inteligente, no tengo ninguna relación. Antes al contrario, siempre me cuidé de no hablar lo que no debía hablar. Una prueba fue mi método con el agente Orrio ante quien me cuidé de no hablar asuntos que no pudieran perjudicar mi persona, si no a otros periodistas. Sinceramente, si por algo quiero salir de Cuba ahora mismo es por no estar en esta situación donde, ni me encuentro en el paraíso, como están los condenados, ni en el infierno, que son las personas que se prestaron para delatar a sus propios compañeros. Si no que me encuentro en el Limbo. Es un Limbo aburrido, donde se comienza a sentir un vacío insoportable. Especialmente ahora que tengo la computadora un poco jodida, pues tengo que escribir en el sistema A PRUEBA DE FALLOS. Menos mal que no he cometido ningún fallo más con la máquina que la inhabilite definitivamente. Pero este estar sin hacer nada, que de algún modo tanto deseé, ahora comienza a molestarme. No es bueno sentirse así; especialmente cuando sabes que tu seguridad económica se terminó y el futuro es incierto. Nada he sabido últimamente de Ión de la Riva que continúa siendo una esperanza desde que me envió un primer grupo de dólares: 88.50 US. De cualquier modo tendré que esperar en estos días próximos del mes de junio (2003) para saber dos cosas: si Ión vuelve a enviarme otro grupo de dólares, y si finalmente el Consulado Español aquí en La Habana comienza sus contactos conmigo, y el Sr. Gaudencio Villas, que es uno de los secretarios de Ión, se digna contestar mis e-mail, y me explica qué tengo que hacer para que la operación de sacarme de Cuba comience a convertirse en una realidad y no me ocurra lo que en el año 1999, donde todo se fue pal´carajo, en parte por este mismo sentimiento de "culpa" que ahora siento. Y no salí de Cuba y me quedé haciendo periodismo independiente mientras otros se fueron. Ahora que recuerdo: esto no debería hacerme sentir culpable de no estar preso. Hay otros periodistas independientes que sin trabajar para la policía política también se encuentran en libertad y continúan escribiendo en desafío al gobierno. Yo, he aprovechado esta coyuntura para tomarme mi tiempo porque tengo unos cuantos libros que escribir: en especial uno. Si no tuviera que escribir esos libros: en especial uno, continuaría escribiendo periodismo independiente. Que Dios y la Virgen Santísima se apiaden de aquellos colegas que han sido sentenciados inhumanamente a largas condenas de prisión por exponer sus criterios y a mí me permita antes de morir o caer preso escribir todo lo que tengo que escribir.
Antes de los arrestos extrañaba a Poncito, pero tenía de algún modo un apoyo moral y sicológico de muchos colegas y personas. Ahora, cuando algunos de esos colegas han demostrado quiénes son, sí me he quedado solo. No pasa un día que no recuerde a Poncito. Hace muchos años atrás no pasaba un día en que no recordara a Ofelia. Pero Poncito sustituyó espiritualmente a Ofelia. Y ahora que Poncito ha muerto, no he encontrado a nadie que llene esa parte que hay en mí, que es como la caída en un pozo sin final.
Ahora tengo el problema de mi salida de Cuba. La experiencia de otros me demuestra que a nadie le importa el destino de los demás. Las obras de caridad y misericordia en esta vida son muy raras. Todo tiene relación con algún interés. Nadie otorga algo a cambio de nada. Por eso la doctrina de Jesucristo me gusta. De él hemos aprendido a lograr dar, a cambio de nada; o mejor dicho, a cambio de un buen lugar en el reino de la muerte, en ese lugar que llaman infierno o paraíso.
Este texto "interminable" que sólo pudiera terminar con el final de la vida de uno, y que lo he titulado "Catarsis", tiene para mí la importancia de tener una justificación para escribir. Estos son días tristes y desesperados. No tengo en concreto ningún proyecto de escritura. Entonces "Catarsis" me permite escribir lo que me venga a la mente. Creo que todos los escritores de este mundo han hecho lo mismo en peores condiciones cuando la computación no existía. Tenían que emborronar cuartillas tras cuartillas y el acto de escribir se convertía en una tarea titánica. Ahora es diferente. Ahora uno puede sentarse ante el ordenador y escribir por gusto. Escribir, como si se le estuviera hablando a la máquina. Yo, que soy un tipo difícil y que me he quedado sin amigos que me aguanten la muela, le doy un lugar protagónico a mi computadora. Sé que ella no tiene sentimientos. Es una máquina, pero al menos tiene un método de corrección de la ortografía y la gramática, y uno piensa que se trata de una persona que corrige los textos. Las computadoras son buenas para todo: desde el lanzamiento de una nave hacia el Espacio Profundo, hasta la simple y silenciosa conversación del ser solitario. Los ordenadores, como me dijo un día Joaquín, son un regalo de los dioses para el género humano.
primaveradigital@gmail.com
Antes de los arrestos extrañaba a Poncito, pero tenía de algún modo un apoyo moral y sicológico de muchos colegas y personas. Ahora, cuando algunos de esos colegas han demostrado quiénes son, sí me he quedado solo. No pasa un día que no recuerde a Poncito. Hace muchos años atrás no pasaba un día en que no recordara a Ofelia. Pero Poncito sustituyó espiritualmente a Ofelia. Y ahora que Poncito ha muerto, no he encontrado a nadie que llene esa parte que hay en mí, que es como la caída en un pozo sin final.
Ahora tengo el problema de mi salida de Cuba. La experiencia de otros me demuestra que a nadie le importa el destino de los demás. Las obras de caridad y misericordia en esta vida son muy raras. Todo tiene relación con algún interés. Nadie otorga algo a cambio de nada. Por eso la doctrina de Jesucristo me gusta. De él hemos aprendido a lograr dar, a cambio de nada; o mejor dicho, a cambio de un buen lugar en el reino de la muerte, en ese lugar que llaman infierno o paraíso.
Este texto "interminable" que sólo pudiera terminar con el final de la vida de uno, y que lo he titulado "Catarsis", tiene para mí la importancia de tener una justificación para escribir. Estos son días tristes y desesperados. No tengo en concreto ningún proyecto de escritura. Entonces "Catarsis" me permite escribir lo que me venga a la mente. Creo que todos los escritores de este mundo han hecho lo mismo en peores condiciones cuando la computación no existía. Tenían que emborronar cuartillas tras cuartillas y el acto de escribir se convertía en una tarea titánica. Ahora es diferente. Ahora uno puede sentarse ante el ordenador y escribir por gusto. Escribir, como si se le estuviera hablando a la máquina. Yo, que soy un tipo difícil y que me he quedado sin amigos que me aguanten la muela, le doy un lugar protagónico a mi computadora. Sé que ella no tiene sentimientos. Es una máquina, pero al menos tiene un método de corrección de la ortografía y la gramática, y uno piensa que se trata de una persona que corrige los textos. Las computadoras son buenas para todo: desde el lanzamiento de una nave hacia el Espacio Profundo, hasta la simple y silenciosa conversación del ser solitario. Los ordenadores, como me dijo un día Joaquín, son un regalo de los dioses para el género humano.
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