La Habana Vieja, La Habana, enero 28 de 2009 (SDP) Si me preguntaran qué o cómo puede ser definida la libertad o algo que se le parezca, respondería: una vida privada sin la intervención de una mirada que no ha sido solicitada. Pero antes de continuar permítanme hacer una breve introducción de la mirada.
La primera vez que tuve noticia de las miradas terrestres y sus variantes fue leyendo una novela del escritor checo Milán Kundera. Me arriesgo a asegurar que entre las muchas razones del por qué a Kundera se le ocurrió esta magnifica metáfora, pesó el hecho de haber sufrido en su país los desmanes del totalitarismo de Estado.
La tesis de su libro consiste en que, demostrado el hecho de que ningún ser pensante puede vencer a la soledad intelectual, siempre se valdrá de alguna mirada: la mirada de los difuntos, la mirada de las personas con quienes convivimos, la mirada de las personas que se encuentran distantes y la mirada del Estado. Salvado este primer escollo, permítanme continuar mi artículo refiriéndome a una mirada superior a las miradas terrestres de Milán Kundera.
Desde que nacemos nos enseñan que hay una mirada ineludible con la cual habrá que aprender a vivir: la mirada de Dios. Con los años, aprendemos a olvidarnos, por largos periodos de tiempo que coinciden con la juventud, de esa mirada divina que escruta nuestro pensamiento para juzgarnos algún día. Esto lo logramos porque los instintos o el demonio, para malvivir en este plano, le atribuye a la mirada de Dios toda clase de indulgencias ante nuestras debilidades y faltas.
Pero continuemos. La vida, con o sin la experiencia necesaria, de cualquier modo es vivida con todas sus consecuencias. Y hay personas que apenas se percatan de la existencia de las miradas. Personas que, aparte del conocimiento de un espejo, apenas tienen noticia de las diferentes miradas que nos miran, como no sea la de los padres biológicos. Personas que le temen a la libertad. Entonces cuando los padres por razones naturales no pueden continuar ejerciendo su papel protector, estas personas se incorporan a organizaciones militares o religiosas para evitar la responsabilidad de ser libres y no pagar su precio: la soledad.
Por eso hay personas nacidas en países democráticos que no soportan la indiferencia del Estado con relación a sus vidas personales, aunque pertenezcan a la clase media. Y por eso hay, por el contrario, personas nacidas en países con regímenes totalitarios que aunque pertenezcan a la clase favorecida, por tener vocación de libertad, no soportan la mirada tutelar del Aparato del Estado que rige sus vidas desde el nacimiento hasta la muerte y, a todo lo largo de sus existencias, siempre serán considerados niños incapaces de asumir el status de persona adulta.
Poco después del 1 de enero del año 1959, en Cuba, la mirada del Estado usurpó la mirada de Dios. En aquellos días, la mayoría de las gentes no lo supieron porque los hechos, cuando ocurren por primera vez, nadie los comprende. Fue algo así como que los tres poderes: legislativo, judicial, y ejecutivo, extraoficialmente se subordinan a la necesidad de defender la sobrevivencia de la Revolución cubana. Entonces fue naciendo, por etapas, la mirada del Estado; especialmente cuando se declaró públicamente: "vamos a establecer un sistema colectivo de vigilancia"; que era como decir: a partir de este momento la Revolución, paranoicamente, se convertirá en una entidad omnipresente; que era como decir: ustedes mismos serán, entre sí, sus propios carceleros.
Quisiera recordar que uno de los sofismas utilizados por la Revolución Francesa fue identificar a la Revolución con el pueblo. Por tanto, en aquellos tiempos quienes no participaran en las tareas de la Revolución, automáticamente eran declarados enemigos del pueblo.
Simplificando un hecho que se ha repetido a lo largo de la Historia – el éxodo -, escribo que los cubanos se han marchado de la Isla, fundamentalmente porque no soportaron la mirada del Estado. Y la mirada de un Estado Totalitario, donde quiera que, por fatalidad haya acontecido, es la única mirada cuyas explicaciones, para justificar su presencia, nunca logran ser convincentes. Como convincente sí es la mirada de Dios que, querámoslo o no, es el Hacedor. Aunque la mirada de Dios también ha sido cuestionada, todo el mundo sabe que es la única mirada que ha logrado permanecer inescrutable.
El Hombre, en su esencial naturaleza, es contradicción. Y habrá épocas en que necesitará la mirada, alguna mirada, cualquiera de las miradas antes mencionadas. Y habrán momentos en que intentará escabullirse, perderse, olvidarse de si mismo; o mejor, que lo olviden, como supongo desearon algunos negros cimarrones de la Cuba colonial que habrían dado cualquier cosa con tal que sus amos los declarasen mercancía perdida.
Actualmente en Cuba sigue siendo imposible escapar de la mirada del Estado. La Ciudad de La Habana, que sería donde más posibilidades debiera haber, se ha convertido en un pueblo de campo donde todo el mundo se conoce. Y aparte de la clásica chivatería, del chisme gratuito junto a uno de los más fuertes aliados de la mirada del Estado cubano: el inmovilismo.
La gran mayoría de la población quisiera cambiar de domicilio, pero no puede escapar del lugar que el azar, el destino, o la casualidad, les ha señalado para residir durante los últimos 50 años. Discúlpenme ahora si no les explico cómo las personas agonizan en una habitación, una casa, un mismo barrio, porque entonces se derivaría el presente texto hacia la crisis de la vivienda en Cuba.
Supongamos como cierto que los ciudadanos pobres de países democráticos donde no está instrumentada una política de convivencia "socialista", cuando caen en desgracia, de salud o bolsillo, añoran los regímenes totalitarios cuyas leyes podrían proteger su mala suerte. Pero también reconozcamos que vivir sin libertad sí es una verdadera mala suerte. Pues, ¿qué sentido tiene vivir en un país convertido en prisión donde te facilitan la mínima ración de alimentos para que te mantengas con vida pero estás obligado a permanecer dentro de tu celda-social sin hacer nada por ti mismo ni por los demás?
De todos modos, aunque el desarrollo científico-técnico nos eleve materialmente a formas superiores del existir, mientras en el ser humano no mejore su calidad humana a partir de una responsabilidad individual, facilitará y fortalecerá la mirada violadora de cualquier Estado o Núcleo de Poder como enemigo de la Humanidad.
La vida privada en nuestro mundo moderno se encuentra más amenazada que nunca. El gran debate de las futuras generaciones consistirá en precisar hasta dónde es lícito, por parte de cualquier Estado, el control e intervención en la vida privada de los individuos.
primaveradigital@gmail.com
La primera vez que tuve noticia de las miradas terrestres y sus variantes fue leyendo una novela del escritor checo Milán Kundera. Me arriesgo a asegurar que entre las muchas razones del por qué a Kundera se le ocurrió esta magnifica metáfora, pesó el hecho de haber sufrido en su país los desmanes del totalitarismo de Estado.
La tesis de su libro consiste en que, demostrado el hecho de que ningún ser pensante puede vencer a la soledad intelectual, siempre se valdrá de alguna mirada: la mirada de los difuntos, la mirada de las personas con quienes convivimos, la mirada de las personas que se encuentran distantes y la mirada del Estado. Salvado este primer escollo, permítanme continuar mi artículo refiriéndome a una mirada superior a las miradas terrestres de Milán Kundera.
Desde que nacemos nos enseñan que hay una mirada ineludible con la cual habrá que aprender a vivir: la mirada de Dios. Con los años, aprendemos a olvidarnos, por largos periodos de tiempo que coinciden con la juventud, de esa mirada divina que escruta nuestro pensamiento para juzgarnos algún día. Esto lo logramos porque los instintos o el demonio, para malvivir en este plano, le atribuye a la mirada de Dios toda clase de indulgencias ante nuestras debilidades y faltas.
Pero continuemos. La vida, con o sin la experiencia necesaria, de cualquier modo es vivida con todas sus consecuencias. Y hay personas que apenas se percatan de la existencia de las miradas. Personas que, aparte del conocimiento de un espejo, apenas tienen noticia de las diferentes miradas que nos miran, como no sea la de los padres biológicos. Personas que le temen a la libertad. Entonces cuando los padres por razones naturales no pueden continuar ejerciendo su papel protector, estas personas se incorporan a organizaciones militares o religiosas para evitar la responsabilidad de ser libres y no pagar su precio: la soledad.
Por eso hay personas nacidas en países democráticos que no soportan la indiferencia del Estado con relación a sus vidas personales, aunque pertenezcan a la clase media. Y por eso hay, por el contrario, personas nacidas en países con regímenes totalitarios que aunque pertenezcan a la clase favorecida, por tener vocación de libertad, no soportan la mirada tutelar del Aparato del Estado que rige sus vidas desde el nacimiento hasta la muerte y, a todo lo largo de sus existencias, siempre serán considerados niños incapaces de asumir el status de persona adulta.
Poco después del 1 de enero del año 1959, en Cuba, la mirada del Estado usurpó la mirada de Dios. En aquellos días, la mayoría de las gentes no lo supieron porque los hechos, cuando ocurren por primera vez, nadie los comprende. Fue algo así como que los tres poderes: legislativo, judicial, y ejecutivo, extraoficialmente se subordinan a la necesidad de defender la sobrevivencia de la Revolución cubana. Entonces fue naciendo, por etapas, la mirada del Estado; especialmente cuando se declaró públicamente: "vamos a establecer un sistema colectivo de vigilancia"; que era como decir: a partir de este momento la Revolución, paranoicamente, se convertirá en una entidad omnipresente; que era como decir: ustedes mismos serán, entre sí, sus propios carceleros.
Quisiera recordar que uno de los sofismas utilizados por la Revolución Francesa fue identificar a la Revolución con el pueblo. Por tanto, en aquellos tiempos quienes no participaran en las tareas de la Revolución, automáticamente eran declarados enemigos del pueblo.
Simplificando un hecho que se ha repetido a lo largo de la Historia – el éxodo -, escribo que los cubanos se han marchado de la Isla, fundamentalmente porque no soportaron la mirada del Estado. Y la mirada de un Estado Totalitario, donde quiera que, por fatalidad haya acontecido, es la única mirada cuyas explicaciones, para justificar su presencia, nunca logran ser convincentes. Como convincente sí es la mirada de Dios que, querámoslo o no, es el Hacedor. Aunque la mirada de Dios también ha sido cuestionada, todo el mundo sabe que es la única mirada que ha logrado permanecer inescrutable.
El Hombre, en su esencial naturaleza, es contradicción. Y habrá épocas en que necesitará la mirada, alguna mirada, cualquiera de las miradas antes mencionadas. Y habrán momentos en que intentará escabullirse, perderse, olvidarse de si mismo; o mejor, que lo olviden, como supongo desearon algunos negros cimarrones de la Cuba colonial que habrían dado cualquier cosa con tal que sus amos los declarasen mercancía perdida.
Actualmente en Cuba sigue siendo imposible escapar de la mirada del Estado. La Ciudad de La Habana, que sería donde más posibilidades debiera haber, se ha convertido en un pueblo de campo donde todo el mundo se conoce. Y aparte de la clásica chivatería, del chisme gratuito junto a uno de los más fuertes aliados de la mirada del Estado cubano: el inmovilismo.
La gran mayoría de la población quisiera cambiar de domicilio, pero no puede escapar del lugar que el azar, el destino, o la casualidad, les ha señalado para residir durante los últimos 50 años. Discúlpenme ahora si no les explico cómo las personas agonizan en una habitación, una casa, un mismo barrio, porque entonces se derivaría el presente texto hacia la crisis de la vivienda en Cuba.
Supongamos como cierto que los ciudadanos pobres de países democráticos donde no está instrumentada una política de convivencia "socialista", cuando caen en desgracia, de salud o bolsillo, añoran los regímenes totalitarios cuyas leyes podrían proteger su mala suerte. Pero también reconozcamos que vivir sin libertad sí es una verdadera mala suerte. Pues, ¿qué sentido tiene vivir en un país convertido en prisión donde te facilitan la mínima ración de alimentos para que te mantengas con vida pero estás obligado a permanecer dentro de tu celda-social sin hacer nada por ti mismo ni por los demás?
De todos modos, aunque el desarrollo científico-técnico nos eleve materialmente a formas superiores del existir, mientras en el ser humano no mejore su calidad humana a partir de una responsabilidad individual, facilitará y fortalecerá la mirada violadora de cualquier Estado o Núcleo de Poder como enemigo de la Humanidad.
La vida privada en nuestro mundo moderno se encuentra más amenazada que nunca. El gran debate de las futuras generaciones consistirá en precisar hasta dónde es lícito, por parte de cualquier Estado, el control e intervención en la vida privada de los individuos.
primaveradigital@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario