Lawton, La Habana, enero 29 de 2009, (SDP) Las colas son interminables frente a la embajada española en La Habana. Las oficinas de los cementerios Colón, Guanabacoa, etc., andan atestadas de personas en busca del abuelo español. Se ha organizado una verdadera estampida, una versión a la cubana de aquella fiebre del oro norteamericana del siglo XIX. Miles de habaneros y de personas de todas partes del país, acuden en masa para buscar la documentación perdida o empolvada de un olvidado abuelo o abuela hispanos y así, reclamar la ciudadanía española.
Hace años, España abrió la primera ventana de este tipo. Las oportunidades fueron para los hijos y las hijas reconocidas de súbditos españoles. Muy pocos entre los que pudieron acogerse a este paraguas, dejaron de hacerlo. Ahora que la oferta se ha extendido a nietos y nietas, se corre la bola que ellos serán los primeros beneficiarios de una eventual y no confirmada ‘eliminación de restricciones para viajar’, a ‘la que el gobierno cubano está comprometido en legalizar’. ¡Waoh!
Por supuesto, el Reino de España abrió la posibilidad de optar por la ciudadanía a todos los descendientes de españoles nacidos fuera de España, no sólo a los cubanos. Lo singular del caso es que Cuba parece ser el sitio donde más ha prendido la oferta. Y no es para menos.
La profunda crisis que vive la nación cubana, las absurdas restricciones al derecho de entrada y salida del país, el clima opresivo que se respira y la falta de perspectivas para una solución a corto plazo, determinan la estampida: Sólo se vive una vez. A las onerosas concesiones hechas por los gobiernos socialistas españoles, ahora habrá que sumar este respiro a medias, que no fue concebido ni mucho menos para el caso cubano.
Como la vieja y promocionada película española, quizás este sea el último cuplé que nos llega de esa España de Zapateros y Moratinos. Un cuplé que se vive a ritmo de bataclán en notarías, bufetes, cementerios y por supuesto, en la sede diplomática de España.
La embajada ocupa una vieja edificación en muy buen estado. Está a una decena de metros del Palacio Presidencial inaugurado a principios del siglo XX, como símbolo y prenda de la joven república y la independencia recién conquistada. Por la parte frontal, hay diversos monumentos. Uno de ellos, la parte de la cárcel donde un Martí adolescente sufrió prisión, el monumento a los ocho estudiantes de medicina fusilados en 1871 y la estatua ecuestre del Generalísimo Máximo Gómez Báez, el dominicano que fue general en jefe del Ejército Libertador.
Una perfecta ironía es que tantos cubanos quieran ser españoles y hagan largas colas para eso, a espaldas de quienes nos dieron libertad, república, patria y nación.
jgonzafeb@yahoo.com
Hace años, España abrió la primera ventana de este tipo. Las oportunidades fueron para los hijos y las hijas reconocidas de súbditos españoles. Muy pocos entre los que pudieron acogerse a este paraguas, dejaron de hacerlo. Ahora que la oferta se ha extendido a nietos y nietas, se corre la bola que ellos serán los primeros beneficiarios de una eventual y no confirmada ‘eliminación de restricciones para viajar’, a ‘la que el gobierno cubano está comprometido en legalizar’. ¡Waoh!
Por supuesto, el Reino de España abrió la posibilidad de optar por la ciudadanía a todos los descendientes de españoles nacidos fuera de España, no sólo a los cubanos. Lo singular del caso es que Cuba parece ser el sitio donde más ha prendido la oferta. Y no es para menos.
La profunda crisis que vive la nación cubana, las absurdas restricciones al derecho de entrada y salida del país, el clima opresivo que se respira y la falta de perspectivas para una solución a corto plazo, determinan la estampida: Sólo se vive una vez. A las onerosas concesiones hechas por los gobiernos socialistas españoles, ahora habrá que sumar este respiro a medias, que no fue concebido ni mucho menos para el caso cubano.
Como la vieja y promocionada película española, quizás este sea el último cuplé que nos llega de esa España de Zapateros y Moratinos. Un cuplé que se vive a ritmo de bataclán en notarías, bufetes, cementerios y por supuesto, en la sede diplomática de España.
La embajada ocupa una vieja edificación en muy buen estado. Está a una decena de metros del Palacio Presidencial inaugurado a principios del siglo XX, como símbolo y prenda de la joven república y la independencia recién conquistada. Por la parte frontal, hay diversos monumentos. Uno de ellos, la parte de la cárcel donde un Martí adolescente sufrió prisión, el monumento a los ocho estudiantes de medicina fusilados en 1871 y la estatua ecuestre del Generalísimo Máximo Gómez Báez, el dominicano que fue general en jefe del Ejército Libertador.
Una perfecta ironía es que tantos cubanos quieran ser españoles y hagan largas colas para eso, a espaldas de quienes nos dieron libertad, república, patria y nación.
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