jueves, 31 de enero de 2008

Derecho a estar en contra, Juan González Febles


Ana mi esposa me dice, con no disimulada amargura, que lo primero que vio en su vida desde la pantalla de un televisor, fue la imagen de Fidel Castro. A muchos cubanos que nacieron después de 1959, la vida ya se les fue entre consignas y movilizaciones. Nacieron con orejeras ideológicas, sin poder ver, leer, o seguir el dictado de su albedrío. En determinado momento, muchos creyeron que quemaban la sustancia de sus vidas en nombre de algo válido y trascendente. No fue así y la sensación resultante, puede ser la experiencia más arrasadora que alguien sea capaz de concebir.

Nos acercamos al cincuenta aniversario de la anomalía más perversa de la historia de Cuba. Luego de una sucesión anodina y tranquila, Raúl Castro confirma los pronósticos más pesimistas. Poco ha cambiado y menos cambiará.

Raúl Castro consiguió hacer de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) la institución más eficiente del país. Le tocó dirigir a los tuertos más ilustres de esta tierra de ciegos. Sucede que las recetas de cuartel pudieran resultar inadecuadas en un marco de civilidad.

Las Fuerzas Armadas son un espacio cerrado, limitado por la acción inquisitorial de la Contra Inteligencia Militar (CIM). Aunque de este aparato represivo se habla poco, puede ser tan eficiente o quizás más, que sus homólogos del Ministerio del Interior.

Hombres de uniforme, condecorados por su valor en frentes de guerra, tiemblan como niños ante la perspectiva de verse convertidos en objetivos de CIM. La combinación de una estricta disciplina militar, unida a la acción coercitiva ejercida por CIM, ha contribuido a crear la leyenda de eficiencia de los centros militares. En realidad, no lo son en tan amplia medida. Si se intenta trasladar esta realidad a un contexto civil, es posible que la eficiencia y la alegada incorruptibilidad de las FAR se desmoronen. Falta miedo.

Ya no es posible lograr la excelencia represiva y el terror perfecto de otros tiempos. La comprensión de esta realidad, pudiera aportar la razón para la lentitud con que el general Castro asume los cambios que se verá obligado a emprender a nivel de país, en algún momento. Esto combinado con cierta irresolución, heredera directa de haber pasado toda la vida a la sombra de un jefe carismático lo explica todo.

En el caso de Raúl Castro, no se trata de un líder. Se lidia con un burócrata más o menos eficiente, pero irresoluto. Una persona que rechaza a la democracia y proclamó en más de una ocasión su admiración por Stalin. Alguien ducho en conspiraciones e intrigas, que posa de generoso y que puede ser exquisitamente cruel. Vulnerable y peligroso en igual proporción. Esa cualidad lo convierte en alguien potencialmente inestable y casi tan impredecible como su hermano.

Algunos dicen que bajo su liderato, se ha impuesto el derecho a la diferencia. Que la regla raulista afirmará al fin, un eventual derecho a estar en contra. El mundo académico e intelectual de la Isla, con toda su ambigüedad, apuesta o finge apostar por él. Los militares al parecer también. En el caso de estos últimos, sin guerras que les distingan, son unos pobres hijos de vecino apegados a las contingencias específicas de sus viditas materiales. Ni más ni menos que los artistas e intelectuales a los que suelen mirar por encima del hombro. Nunca se sabe en ambos casos. Tantos años de fingir, posponer y esperar, embotan la transparencia y castran el honor.

Por lo pronto, una periodista de línea dura se refirió al tema desde las páginas del oficialista diario Granma. Según la Sra. Maria Julia Mayoral, esos a quienes descalificó primero llamándoles ‘mercenarios’, ‘tienen derecho a estar en contra’. En su trabajo titulado ‘Tú decides’, (Granma, enero 9 de 2008) lo afirmó mientras exhortaba al llamado ‘voto unido’. Su forma discreta de hacer campaña electoral para un gobierno que le paga, le asigna automóvil, gasolina y le concede Internet con sus límites mayores y menores. Ah, antes que lo olvide, recibir una paga y todo lo demás, no convierte a la Sra. Mayoral en mercenaria. Se trata sólo de una plumita bien pagada y nada más.

Es la primera vez en casi cincuenta años, que desde un medio de prensa gubernamental de Cuba, se afirma el derecho a estar en contra del proyecto político de la élite verdeolivo. Aunque se trata de una buena señal, no hay que confiar ni un tantito. Todos los caminos de la visión oficial conducen a la espera sin fin, o quizás a otros cincuenta años de agonía sin soluciones.
Lawton, 11/01/2008
jgonzafeb@yahoo.com
http://prolibertadprensa.blogspot.com/

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