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Los millones de aficionados al béisbol en Cuba lo conocen muy bien. Se caracteriza por una forma de narrar los juegos de pelota muy peculiar. Entre jugada y jugada inserta bocadillos adulones con mucho de servilismo político a la clase dirigente. Si se trata de la cúpula militar isleña, mejor. La adulonería de este comentarista radial por la emisora provincial de Villa Clara CMHW, es tan impertinente, que muchos de los oyentes lo tildan de ‘guataca’ a “vox populis”. Así se denomina ese accionar en la isla: “Guataquería”.
Sumado a esto, da a entender a los radioescuchas, que fue un valiente combatiente en las tierras de Angola.
Aunque ejerce como periodista deportivo oficialista y su nombre es Normando Hernández, pedimos que por favor, no se le confunda con el periodista independiente cubano, del mismo nombre. Nuestro colega está condenado a 20 años de prisión en el penal de máxima severidad de Camagüey “Kilo-8”. No resulta permisible confundir a un hombre digno y valiente con un vulgar guataca.
El accionar adulativo de este Normando viene de lejos. Se remonta a cuando era un simple soldado, combatiente de la unidad de lucha anti-guerrillera, nombrada eufemísticamente “Frente Olivo”. La unidad estuvo basada en la región sureña angolana, allá por los finales de la década de los años 70 o principios de los 80, del pasado siglo XX.
Las tropas cazadoras de los alzados Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA), seguidores del hoy difunto Doctor Jonás Savimbi, se caracterizaban por una fuerte preparación física. Esto les permitía soportar las largas caminatas a campo traviesa, siempre tras los guerrilleros angoleños. A Normando no le gustaba andar a pie, a pesar de su origen campesino. Su presencia como guerrero en aquellos predios africanos, a pesar su manifiesto temor a la muerte, era su manera oportunista de ascender, en la escala social del Castrismo.
De modo inteligente le supo sacar provecho a su profesión de maestro. Su jefe inmediato era el coronel Remberto García Rosas, llamado “El Guajiro de Sopimpa”, desde sus tiempos de acérrimo persecutor de guerrilleros contra el comunismo. Estos florecieron en los años 60 en la sierra del Escambray. El alto oficial era muy ducho en cuestiones tácticas antisubversivas, pero le resultaba trabajoso, para no decir imposible, tomar un lápiz en su mano y escribir sin faltas ortográficas garrafales. Fue ahí donde entró a jugar su papel el señor Hernández.
Normando se convirtió en una mezcla de secretario personal, ayudante de campo, escribano, concertador de citas amorosas con las maestras internacionalistas y llevador de café al coronel. Estaba atento a cuando se le acababa la taza que ingería, para traer la siguiente. Era su adulador más fiel, dentro de sus más cercanos colaboradores. La cuestión era de vida o muerte para Normando. Al lado del “Guajiro de Sopimpa”, era protegido por una fuerte escolta de valientes guerreros, mientras comía y bebía cual si fuera un gran jefe. No tenía que verse corriendo tras los corajudos alzados, que le podían colocar una bala en su cabeza o en su muy cuidado cuerpo.
Eso si, el lugar y la situación en que experimentaba un auténtico orgasmo, era a bordo del despampanante auto color rojo marca Mercedes Benz, que usaba el coronel Remberto en sus continuos y arriesgados desplazamientos. En estos casos, siempre se hacía seguir por un vehiculo anfibio blindado, con guardaespaldas armados hasta los dientes.
Aquel auto era sin lugar a dudas la niña de sus ojos. Su más preciado botín de guerra, del cual se enorgullecía en público. Como todo buen militarote, tenía una hipertrofiada autoestima. Los guardias comentaban a su espalda con sarcasmo: “El coronel ama mucho más al Mercedes Benz, que a la mujer que dejó en Cuba”.
Un día el oficial García Rosas se transportaba al frente de una caravana, procedente del puerto de Lobito. Fue a este sitio a buscar técnica nueva, proveniente de la Isla y municiones. “Los Kwachas” de la UNITA atacaron a la larga fila de vehículos y preferentemente al automóvil rojo, por ser muy notorio en aquella selva.
Normando iba como siempre junto al Coronel Remberto, pero los nervios le fallaron ante la inminencia de la muerte. Entonces, en vez de disparar defensivamente hacía los laterales, hacia donde les hacían fuego los alzados, disparó alocadamente con su AKM-47 y perforó el techo del costoso auto. Lo convirtió de pronto en un descapotable. El “Guajiro de Sopimpa” se sintió muy ofendido, por el irreparable daño hecho a su amado automóvil, debido a la evidente cobardía de Normando y lo expulsó de su lado. El comentarista deportivo regresó a la tropa normal anti-bandidos, quejándose de las agotadoras marchas y escondiéndose en el Puesto Médico.
Hoy es docente de Licenciatura en Periodismo, en la Universidad Central de Las Villas. Está como profesor adjunto de las asignaturas “Locución” y “Periodismo y Narración Deportivas. El día que creen la “Licenciatura en Adulonería Social”, Normando será el mejor decano.
Santa Clara, 13/01/2008
Http://prolibertadprensa.blogspot.com/
Los millones de aficionados al béisbol en Cuba lo conocen muy bien. Se caracteriza por una forma de narrar los juegos de pelota muy peculiar. Entre jugada y jugada inserta bocadillos adulones con mucho de servilismo político a la clase dirigente. Si se trata de la cúpula militar isleña, mejor. La adulonería de este comentarista radial por la emisora provincial de Villa Clara CMHW, es tan impertinente, que muchos de los oyentes lo tildan de ‘guataca’ a “vox populis”. Así se denomina ese accionar en la isla: “Guataquería”.
Sumado a esto, da a entender a los radioescuchas, que fue un valiente combatiente en las tierras de Angola.
Aunque ejerce como periodista deportivo oficialista y su nombre es Normando Hernández, pedimos que por favor, no se le confunda con el periodista independiente cubano, del mismo nombre. Nuestro colega está condenado a 20 años de prisión en el penal de máxima severidad de Camagüey “Kilo-8”. No resulta permisible confundir a un hombre digno y valiente con un vulgar guataca.
El accionar adulativo de este Normando viene de lejos. Se remonta a cuando era un simple soldado, combatiente de la unidad de lucha anti-guerrillera, nombrada eufemísticamente “Frente Olivo”. La unidad estuvo basada en la región sureña angolana, allá por los finales de la década de los años 70 o principios de los 80, del pasado siglo XX.
Las tropas cazadoras de los alzados Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA), seguidores del hoy difunto Doctor Jonás Savimbi, se caracterizaban por una fuerte preparación física. Esto les permitía soportar las largas caminatas a campo traviesa, siempre tras los guerrilleros angoleños. A Normando no le gustaba andar a pie, a pesar de su origen campesino. Su presencia como guerrero en aquellos predios africanos, a pesar su manifiesto temor a la muerte, era su manera oportunista de ascender, en la escala social del Castrismo.
De modo inteligente le supo sacar provecho a su profesión de maestro. Su jefe inmediato era el coronel Remberto García Rosas, llamado “El Guajiro de Sopimpa”, desde sus tiempos de acérrimo persecutor de guerrilleros contra el comunismo. Estos florecieron en los años 60 en la sierra del Escambray. El alto oficial era muy ducho en cuestiones tácticas antisubversivas, pero le resultaba trabajoso, para no decir imposible, tomar un lápiz en su mano y escribir sin faltas ortográficas garrafales. Fue ahí donde entró a jugar su papel el señor Hernández.
Normando se convirtió en una mezcla de secretario personal, ayudante de campo, escribano, concertador de citas amorosas con las maestras internacionalistas y llevador de café al coronel. Estaba atento a cuando se le acababa la taza que ingería, para traer la siguiente. Era su adulador más fiel, dentro de sus más cercanos colaboradores. La cuestión era de vida o muerte para Normando. Al lado del “Guajiro de Sopimpa”, era protegido por una fuerte escolta de valientes guerreros, mientras comía y bebía cual si fuera un gran jefe. No tenía que verse corriendo tras los corajudos alzados, que le podían colocar una bala en su cabeza o en su muy cuidado cuerpo.
Eso si, el lugar y la situación en que experimentaba un auténtico orgasmo, era a bordo del despampanante auto color rojo marca Mercedes Benz, que usaba el coronel Remberto en sus continuos y arriesgados desplazamientos. En estos casos, siempre se hacía seguir por un vehiculo anfibio blindado, con guardaespaldas armados hasta los dientes.
Aquel auto era sin lugar a dudas la niña de sus ojos. Su más preciado botín de guerra, del cual se enorgullecía en público. Como todo buen militarote, tenía una hipertrofiada autoestima. Los guardias comentaban a su espalda con sarcasmo: “El coronel ama mucho más al Mercedes Benz, que a la mujer que dejó en Cuba”.
Un día el oficial García Rosas se transportaba al frente de una caravana, procedente del puerto de Lobito. Fue a este sitio a buscar técnica nueva, proveniente de la Isla y municiones. “Los Kwachas” de la UNITA atacaron a la larga fila de vehículos y preferentemente al automóvil rojo, por ser muy notorio en aquella selva.
Normando iba como siempre junto al Coronel Remberto, pero los nervios le fallaron ante la inminencia de la muerte. Entonces, en vez de disparar defensivamente hacía los laterales, hacia donde les hacían fuego los alzados, disparó alocadamente con su AKM-47 y perforó el techo del costoso auto. Lo convirtió de pronto en un descapotable. El “Guajiro de Sopimpa” se sintió muy ofendido, por el irreparable daño hecho a su amado automóvil, debido a la evidente cobardía de Normando y lo expulsó de su lado. El comentarista deportivo regresó a la tropa normal anti-bandidos, quejándose de las agotadoras marchas y escondiéndose en el Puesto Médico.
Hoy es docente de Licenciatura en Periodismo, en la Universidad Central de Las Villas. Está como profesor adjunto de las asignaturas “Locución” y “Periodismo y Narración Deportivas. El día que creen la “Licenciatura en Adulonería Social”, Normando será el mejor decano.
Santa Clara, 13/01/2008
Http://prolibertadprensa.blogspot.com/
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