En los últimos años, a los famosos del séptimo arte les ha dado por venir a Cuba. Es como si presintieran que pronto no tendrán parque jurásico en qué posar para la cámara.
Vienen, afinidades ideológicas aparte, por curiosidad morbosa o simplemente a pasear.
Todos tienen motivos para venir. Lo anunció hace años el poeta Raúl Rivero: todos vendrán, hasta la mona Chita.
Cada diciembre, cuando empieza a soplar el frío en La Habana, el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano es un buen motivo para que vengan los famosos. Los amigos del sur y los aliados de Hollywood. Todos felices, despistados y delirantemente solidarios.
A otros festivales acudieron Robert Redford, Jack Nicholson, Sydney Pollack, Francis Ford Coppola, Pedro Almodóvar y Sydney Lumet.
A Steven Spielberg le bastó una visita a la capital cubana para comprobar, sin que se lo cuenten, que el totalitarismo, si no es con nazis y judíos, no es tan malo como comentan.
Oliver Stone rodó, en Cuba, Comandante y Looking for Fidel. Tan impresionado quedó de tanto que filmó al Máximo Líder, que luego lo comparó con "el abuelo de Superman".
Este año, tenemos por La Habana, entre otros, a Gabriel García Márquez, la bailadora flamenca Cristina Hoyos, el cantante argentino Fito Páez, la actriz Hanna Schygulla y el actor Gael García Bernal (que sin motocicleta, andará los caminos del Che buscando en vano al hombre nuevo).
Los gentiles comisarios anfitriones, como de costumbre, lo tienen todo perfecto y bajo control. Menos sus aprensiones. En la apertura del Festival, se vieron las costuras del viejo traje, demasiado gastado por el uso y el abuso.
En la inauguración de la 29 edición del Festival, las canciones de Fito Páez trajeron la nostalgia (masoquistas que somos) de los años del amor desenfrenado, triste y con hambre del Período Especial.
Por entonces, Fito, que aún no hacía películas, tocó en la Plaza de la Revolución y nos pidió que resistiéramos a toda costa. Entonces, como ahora, vino a ofrecer su corazón. Gracias por el consejo, pero fue mejor su rock and roll con acento porteño.
Para inaugurar el festival, el rock de Fito (uno de los números más aplaudidos fue "Las tumbas de la gloria") precedió el discurso ambiguo, melancólico y pesimista de Alfredo Guevara. Sus palabras sonaron a réquiem.
Tan luctuosos creyó sentir los tañidos mi colega González Febles que se preguntó si este no será el último de los festivales del cine latinoamericano en La Habana.
Pase lo que pase, lo cortés no quita lo valiente. Después de todo, las películas de Glauber Rocha y Gutiérrez Alea sobrevivieron a dictaduras, revoluciones y todo tipo de cataclismos.
Los cubanos nos merecemos, además de muchas otras cosas, un poco del mejor cine del continente. Y también un pretexto para ver, de lejos, a los famosos de la pantalla. Olvidados por Dios y con poca suerte, ya nos adaptamos a verlos pasear en diciembre por La Habana. Sólo nos faltan por ver a Rin Tin Tin y la mona Chita.
Arroyo Naranjo, 2007-12-09
luicino2004@yahoo.com
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