jueves, 10 de enero de 2008

El árbol no deja ver el bosque de la tortura Jaime Leygonier


Nelson Aguiar -uno de los 75 presos de conciencia de 2003- se muere. Pero no es así, las autoridades lo matan en venganza por disentir. Su esposa, Dolia Leal -una activa y acosada Dama de Blanco- desespera de poder salvarlo. Las autoridades la torturan con la amenaza de no hospitalizar a Nelson si continúa con sus actividades contestatarias.
A Nelson Aguiar no le perdonan que nombrara a un partido opositor, Partido del Pueblo Cubano Ortodoxo. Esto reivindica un nombre y una corriente de pensamiento que se remonta a los años 40 y 50 del siglo pasado, de la cual Fidel Castro se proclamó heredero.
La policía de Seguridad del Estado no perdona a Dolia por conceder entrevistas a la radio extranjera y a diplomáticos en que califica como fascista al régimen cubano.
Las condiciones de salud de Nelson Aguilar son incompatibles con las condiciones de reclusión carcelaria. De hecho, las condiciones que sufren todos los reclusos en el GULAG cubano, son incompatibles con la salud y la vida de cualquier ser humano.
La resolución 3452 (xxx) de 9 de diciembre de 1975 en su articulo 1, inciso 1, define tortura: "… se entenderá por tortura todo acto por el cual un funcionario público, u otra persona por instigación suya, inflija a una persona penas o sufrimientos graves, YA SEAN FÍSICOS O MENTALES, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de CASTIGARLA POR UN ACTO QUE HAYA COMETIDO o se sospeche que haya cometido, O DE INTIMIDAR A ESA PERSONA O A OTRAS. No se considerará tortura las penas o sufrimientos que sean consecuencia únicamente de la privación legítima de la libertad, o sean inherentes o incidentalmente a esta, en la medida en que estén en consonancia con las Reglas mínimas para el tratamiento a los reclusos."
La piel, los músculos de Nelson Aguilar no soportan las operaciones –lleva dos. Sus carnes se desgarran y no sostienen sus órganos. No puede estar preso quien en su hogar o en el mejor de los hospitales, sufra esa condición de salud.
Dolia Leal afirma que el régimen libera a los presos más famosos y su esposo queda relegado. Ya es transparente que el régimen juega con sus presos-rehenes y con el dolor de sus familiares como el gato con el ratón. Busca complicidades, sumisión y buena propaganda cuando libera a este o a aquel.
Ella quiere salvar a su esposo. Pero parece que el régimen, los gobiernos extranjeros y hasta la opinión pública, se acostumbraron a que centenares de mártires se pudran en prisión.
Ninguno debe estar preso, ni cometieron delitos que lo ameriten ni disfrutaron de juicios justos e imparciales. El sufrimiento de los presos es real. El tiempo se les acaba junto con la vida. No deben ser fichas de loterías mediáticas ni de propaganda pro gubernamental.
Dolia al pedirme que haga algo, invoca al vínculo masónico que me une con Nelson. Pero ¿Y los demás? ¡Cuidado con el árbol que nos oculta el bosque de la tortura!
La única objeción posible a una amnistía es que ese concepto indica perdón y los presos políticos no cometieron delito que deba ser perdonado.
Si en un país existe la necesidad de una amnistía general, ese país es Cuba. La verdadera cuenta marca casi 11 millones de cubanos cautivos de un gobierno ilegítimo. Una piña que se apoderó de un país y lo mantiene secuestrado. Por eso necesita una maquinaria represiva atroz y negocia a los presos como rehenes.
Santos Suárez, 12/12/2007
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