jueves, 17 de enero de 2008

Entre sépticas paredes, Odelín Alfonso Torna




Imaginémonos que las paredes en los centros hospitalarios de mi país hablaran. Puede que algunas tuvieran sus reservas sobre tantas insatisfacciones diarias: los galenos que se fueron a una misión en el exterior, la enfermera dormida con el MP3 en los oídos, o el camillero extraviado.

Me place conocer que los enfermos de mi país, solucionan sus padecimientos con las gratuidades del sistema de salud cubano. Ocupar una cama en cualquier dependencia hospitalaria, significa para el país, nada más y nada menos que 66.10 pesos en moneda nacional en una jornada de 24 horas de convalecencia. El gasto per capita en pesos convertibles, teniendo en cuenta el gravamen aplicado al dólar, representa, a lo sumo, $2.50 de los “verdes americanos”.

El 14 de junio de 2007, en la revista informativa Buenos Días, que transmite el canal Tele Rebelde, el conductor Raúl Isidrón y el comentarista sobre temas de economía, Ariel Terrero, dialogaron sobre el millonario presupuesto. Desglosaban los gastos gubernamentales por paciente en la salud pública.

El comentario nos refrescó un tanto el hecho de que dependemos de una atención médica subsidiada por el Estado Cubano.

Una vecina me comunicó del accidente de mi sobrino Yoel mientras escuchaba la perorata sobre los gastos por ciudadano que realiza el sistema de salud cubano. Un día de ingreso, 66.10 pesos en Moneda Nacional (MN), unos 2.60 Pesos Convertibles (CUC). Una jornada de ingreso en terapia intensiva, 469 $ (MN), aproximadamente 16.75 (CUC). La consulta, 7.96 (MN), 50 centavos (CUC). Operaciones de corazón y córnea, 30 060 $ (1202 CUC) y 4 789 $ (191 CUC) respectivamente.

Hemos podido presenciar una ligera justificación del presupuesto de 4 800 millones de pesos, destinado a la salud y a la educación. Quizás muchos comprendieron por qué los hospitales se caen a pedazos. O por qué los médicos del cuerpo de guardia se pasan, unos a otros, el esfigmógrafo como la pipa de una tribu india o el batón en una carrera de relevos.

Sin entrar en detalles, Terrero comentó, “los cubanos contribuimos de alguna forma con este presupuesto”. Se refería, desde luego, al de salud pública.

Conozco sobre los aportes de los trabajadores cubanos al Sindicato y las Milicias de Tropas Territoriales (MTT). Es obvio que desconocemos sobre las “cotizaciones virtuales” del contribuyente cubano al sistema de salud referidas por el comentarista.

Yoel se revolcó con su motociclo en la calzada de Dolores, arteria que enlaza los municipios de 10 de Octubre y San Miguel del Padrón, en Ciudad Habana. No imaginó que iba ser venerado por el presupuesto. Estuvo más de 15 minutos sobre el asfalto sin recibir los primeros auxilios, rodeado de transeúntes que no se atrevían siquiera a tocarlo. Agentes de la policía detuvieron un auto estatal que lo condujo hasta el hospital Miguel Enríquez, antigua Benéfica.

Una vez en el cuerpo de guardia del Hospital Miguel Enríquez, aquejado por las quemaduras causadas por el rozamiento con la calle y una profunda herida que descubría el peroné, esperó por una camilla.

De repente, entre sépticas paredes, apareció un camillero sin camilla. Traía consigo una silla de ruedas. De los manubrios de la silla sacó un largo tubo y lo introdujo horizontalmente debajo del asiento para que descansara la pierna de Yoel. Por 100 pesos, equivalente a 4 CUC, ofrecidos por la tía de Yoel, el camillero lo condujo a todos los departamentos. Fue su guardián inseparable hasta su último chequeo. Por suerte, las lesiones de mi sobrino fueron leves.

Yoel tuvo que permanecer 24 horas en la sala de observación de la antigua Benéfica. La familia cargó desde su casa con sábanas, toallas, ventilador y un diminuto receptor de televisión.

Los alimentos para Yoel y su tía también llegaban de la casa, lo mejor de la despensa para el enfermo. Por lo general, la comida y el agua del hospital no cuentan.

Fue un día bueno para el auxiliador de guardia. Cuando le pregunté al joven camillero sobre el invento de la silla de ruedas, me contestó: “esta mecánica nada más que me la sé yo. Por cuatro fulas, lo que venga”.

Al día siguiente, la silla convertida en camilla lo despidió hasta la rampa donde lo esperaba un taxi particular. Ochenta pesos más hasta su casa. Corrieron por la familia.

La permanencia de Joel en el hospital no llegó a las 12 horas.

No tengo tiempo para sacar cuentas, pero me parece que los $66. 10 que nos ofrece el Estado Cubano es tan virtual como mi metáfora sobre las sépticas paredes.

Dios me libre si tengo que restablecerme la cornea o cambiarme el corazón. No quiero ver más de lo que veo, ni sentir más que una pared.
Arroyo Naranjo 2008-01-15
odelinalfonso@yahoo.com
http://prolibertadprensa.blogspot.com/

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