Arroyo Naranjo, La Habana, diciembre 4 de 2008 (SDP) Desde el pasado 14 de marzo, día de la prensa cubana, se habilitó otro espacio para decir a raja tabla cuanto improperio se nos antoje lanzar sobre Bancos Metropolitanos, terminales de pasajeros, oficinas de viviendas o bufetes colectivos. El malestar ciudadano, con puño y letra, salta de los estratos sociales y se imprime en la prensa oficial.
De esto se encarga la edición del viernes del Órgano Oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, Granma. Dos páginas abarcan su sección “Cartas a la dirección”, en las que se acomodan una selección de correspondencias, comentarios u opiniones emitidas desde un barrio, una unidad de servicio o una fábrica.
Pero todo criterio escrito, filtrado hasta el más mínimo detalle por la redacción del principal órgano de la prensa plana castrista, se proyecta en mejorar lo inmejorable de una sociedad que se desmorona en toda dirección.
Sobre organismos, directivos y empleados que secundan el poder estatal, se esgrime las insatisfacciones con la consecuente ola de amonestaciones y despidos en el epicentro de ineficiencias.
En Cuba, lo ilegal o mal hecho tiene su representación exclusiva en escenarios de baja estatura social y administrativa. En los ocho meses de la sección “Cartas a la dirección”, no he leído sobre los malos manejos de un ministro, o alguna crítica que aborde el peloteo y la corrupción a instancias superiores.
Los nuevos prosélitos de la crítica no están disponibles para incursionar en los cambalaches de agenda de un gobernante o un oficial de primera línea. Hurgar en la maquinaria de poder nunca estará entre sus notas sobresalientes.
¿Qué hace el nuevo colegio de delatores que no haya hecho la prensa independiente por más de diez años?
El nuevo colegio defiende a ultranza la cacareada teoría de la crítica al servicio de una “sociedad más justa y democrática”. Lo hace desde un inmovilismo mediático que se proclama representativo del pueblo, cuando en realidad sólo atiende a los intereses retrógrados del viejo sultanato.
Pero no quiero tratar de aparear el aceite con el vinagre. La crítica, desde nuestro enfoque, sienta por delante a un sistema que mutila y corrompe sus propias estructuras. Dos, tres o cinco páginas de correspondencias en un diario oficial, no desplazarían a la opinión independiente si ese fuese su propósito.
La prensa independiente desviste desde arriba a la burocracia y a sus burócratas. No se sujeta a la verticalidad ideológica de una redacción de corta y pega.
En la sección de viernes, las direcciones administrativas bajo el fuego cruzado de la crítica, emiten sus notas aclaratorias. Regularmente se despojan de sus ineficiencias anunciando la amonestación temporal o la separación definitiva del puesto laboral para los infractores.
Sin dudas una sección con suficiente tela para cortar, otra chivatería de oficio en pos de “purificar” una sociedad marginada por el ostracismo. Me pregunto si el nuevo colegio de delatores tomaría alguna vez la pluma en solidaridad con aquellos que son reprimidos día a día por adoptar una posición contraria al régimen.
Alguna que otra vez he pensado enviar a esta sección una misiva que responda a los intereses de los prisioneros políticos y de conciencia. Supongo que tenga la misma respuesta que le ofrece el Ministerio de Justicia a la sociedad civil que lucha por la democracia en Cuba. El silencio por sobre toda las cosas.
odelinalfonso@yahoo.com
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