jueves, 17 de julio de 2008

El extraño caso de Orlando Almenares Reyes Juan González Febles






Lawton, La Habana, julio 17 de 2008, (SDP) Orlando Almenares es un cubano de 38 años de edad que extingue una sanción de nada menos que treinta años de cárcel. Su caso es una demostración palpable de cómo la vida se puede complicar para cualquiera en un espacio de policías con facultades omnímodas y ciudadanos sin derechos.

Adolfo Fernández Sainz, uno de los colegas más respetados dentro del periodismo independiente y quien cumple injusta sanción de quince años por escribir sin permiso, me puso en contacto con esta inquietante historia. Cuenta Adolfo, que Almenares fue acusado de asesinato. Me pide que haga algo por alguien en cuya inocencia confía, no puedo negarme. Honor que me hace.

Desde un principio comprendo que las circunstancias que rodean al caso no son más que la muestra de lo que el totalitarismo impone a la vida de los ciudadanos que lo sufren. Lo que depara su sistema legal viciado con todas sus taras.

Cuenta Fernández Sainz que Almenares es uno de los cientos de miles de cubanos que intentó salir de la Isla en una forma no ordenada e insegura. Lo hizo en varias ocasiones hasta que lo consiguió, o al menos eso fue lo que pensó. Fue deportado desde Bahamas. De vuelta en Cuba, descubrió que estaba acusado de un asesinato, que según refiere no cometió por encontrarse fuera de la Isla.

Aquí se complican las cosas. El occiso era un fiscal y los fiscales en Cuba, son poco apreciados por sus conciudadanos y muy apreciados por el gobierno. Dicen que fue un individuo que hizo carrera con el dolor de sus iguales, que para él no lo fueron tanto.

Un asesinato es algo reprobable para la ley en todas partes del mundo, pero en Cuba, el suceso tiene no pocas implicaciones cuando se trata de un fiscal. Este es un representante de la justicia o la injusticia revolucionaria, que para el caso es igual. Los revolucionarios con estatura fiscal o policial, no pueden ser asesinados. Cuando esto sucede, al hecho se le concede más importancia que al sacrificio clandestino de una res. Esto, como es sabido, se castiga con espíritu ejemplarizante.

Pues bien, para desgracia de nuestro amigo Almenares, la policía tenía a un fiscal muerto. Hacía falta un culpable y aparecieron sospechosos y presuntos implicados. Los métodos altamente persuasivos del Departamento Técnico de Investigaciones (DTI) de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) arrojaron resultados inmediatos. Uno de los interrogados, mencionó a Almenares, y a pesar de encontrarse a la sazón en Bahamas, a su regreso por deportación, fue arrestado, juzgado y sancionado. Se hizo justicia o injusticia revolucionaria.

Cuenta Fernández Sainz que Almenares ha protestado por su inocencia y ha recurrido en nombre de esta, a todas las instancias legales conocidas sin resultado alguno. Aunque existen testigos que podrían atestiguar a favor de Almenares, nada puede hacerse que no sea relatar esta historia alucinante que tiene su poco de Conde de Montecristo y su mucho de tragedia nacional cubana.

Aunque quizás sirva poco relatar este caso, que de encontrarse libre, nuestro colega y hermano hubiera expuesto de forma magistral. Les hago llegar de segunda mano la historia alucinante de Orlando Almenares Reyes. Alguien que cumple una pena de treinta años de reclusión por un asesinato que no cometió.

Adolfo Fernández Sainz, como ya aclaramos es un prisionero de conciencia miembro del Grupo de los 75. Su estatura humana y política lo ha hecho rehén del odio de la gerontocracia verdeolivo. Adolfo se distanció de las filas gubernamentales luego de servir de traductor e interprete de inglés a la delegación cubana de alto nivel que negoció la paz en Angola. Se puso de parte de los humildes y merece honor. No desertó, prefirió quedarse a luchar por la libertad y los derechos de su pueblo. Ese es Adolfo Fernández Sainz, un padre de familia que es periodista independiente de Cuba.
jgonzafeb@yahoo.com

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