Arroyo Naranjo, La Habana, julio 31 de 2008 (SDP) La ponencia de Eliades Acosta, en medio de tantos metatrancosos que trataron en vano de concatenar la contra pelusa y demostrar la inmortalidad del cangrejo moro, fue la más interesante de todas las que se leyeron en el evento teórico que sesionó a mediados de julio en el Hotel Nacional de La Habana.
El comisario cultural del Comité Central del Partido Comunista pontificó sobre una entelequia quimérica: la cultura revolucionaria. Acosta, los sesudos de la UNEAC y algún que otro abigeo ideológico disfrazado de pensador, cuando les conviene, dicen que la cultura cubana es una sola. Si no, o si se lo orientan “de arriba”, le ponen apellidos y ubicaciones geográficas.
Esta vez, Acosta no se puso a contar los bombillos rojos que se encendían. Más bien hizo por apagarlos. Sopló como hacen los niños para apagar las velitas del cake. Como no se le fue la mano en posar de reformista, no censuraron sus declaraciones en el remozado sitio Cubarte. Por el contrario, las colocaron también en Cubadebate, junto a las reflexiones del Compañero Fidel. Para amplificar bien al compañero Eliades, lo colocaron además en La Jiribilla en vías de extinción.
Esta vez, Eliades Acosta regateó los kilates intelectuales del enemigo. Lo curioso es que lo hizo con menos mezquindad de lo habitual. Sólo cuestionó su credibilidad.
Opina Acosta: “La contrarrevolución cubana ha confrontado serios problemas para construirse un pedigree intelectual medianamente decente y recién está vertebrando su ala ilustrada con intelectuales formados por la revolución a los que les cuesta trabajo mostrarse medianamente creíbles cuando se disfrazan de liberales, conservadores, filo fascistas o cínicos”.
Suficiente para la polémica. Ya armaron el ring. En la esquina roja, Eliades Acosta. En la esquina azul y con la camiseta de Miami, Emilio Ichikawa.
Ichikawa se cogió la bronca para él y los intelectuales desterrados del reino que se han propuesto “entender y explicar la radicalidad del exilio”.
No sé qué hace pensar a Ichikawa que el asunto va sólo con ellos y no con los intelectuales de la disidencia interna también. Entre ellos es donde abundan “los formados por la revolución” que dice Acosta. Y otros, que se formaron a pesar de ella.
¿Qué hace pensar a Ichikawa que Acosta no esté preocupado también con Yoani Sánchez, Laritza Diversent, Manuel Cuesta Morúa, Juan González Febles, Lucas Garve, Jorge Olivera, Miguel Iturria, Julio Aleaga, Víctor Domínguez, Leonardo Calvo, José Hugo Fernández, Reinaldo Escobar, José Fornaris o Dimas Castellanos?
Del lado de allá, “formados por la revolución” descuellan dos brillantes académicos, Rafael Rojas y el propio Ichikawa. De atacarlos, ya se han ocupado en demasía los escribanos al servicio de la dictadura. También a Zoe Valdés, Raúl Rivero y al equipo de Encuentro de la Cultura Cubana (otros “formados por la revolución”). ¿Por qué no pensar que toca el turno ahora de atacar, con reconocimiento de algún pedigree, a los de adentro?
Por demás, los voceros del régimen (incluidos sus intelectuales orgánicos) no se suelen referir al exilio como “contrarrevolución cubana”. Más bien usan términos como “mafia anexionista de Miami” y otras linduras. Para ellos, los cubanos, más mal que bien y aunque les pese, somos los de acá. Sólo que hasta ahora, no nos concedían bagaje intelectual alguno.
Pero en cuanto a decencia y credibilidad, con los intelectuales orgánicos de la dictadura nunca se sabe a qué atenerse cuando hablan. ¡Uno que pensaba que los filo fascistas andaban sueltos y sin bozal por La Habana y Caracas!
Por otro lado, cínicos, lo que se dice cínicos, hay dondequiera. Es saludable que los haya. Alguien tiene que decir las más incómodas verdades.
Emilio Ichikawa, a diferencia de los académicos cubanos formados en las universidades norteamericanas que hurtan el cuerpo a los sambenitos del exilio, declara que ha decidido, con todo lo que ello implica, “asumir y sacar partido de la intolerancia”. Dice que “si no se puede romper el dogma, pues entonces hay que sacarle provecho, sin complejo.”
¡Cuidado con las desinhibiciones! No vaya a ser (sería lamentable) que reforzara, sin desearlo, el dogma de la intolerancia. Por un viejo camino de ladrillos amarillos suelen vagar inconvenientes fantasmas como el de Fulgencio Batista. Ya dicen en Granma (y también en La Jiribilla y Cuba Debate) que quieren reivindicar en Miami al General de Banes.
No es que tengamos complejos ni nos preocupe en demasía el pedigree intelectual que los jerarcas de la cultura oficial tengan a bien concedernos o no. Sólo que nos gusta saber por donde pisamos y con quienes compartimos el viaje en eso que Acosta y sus congéneres llaman “la contrarrevolución cubana”.
luicino2004@yahoo.com
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