jueves, 31 de julio de 2008

SOCIEDAD : Sobre contenedores de basura, Oscar Mario González






Playa, La Habana, 31 de julio de 2008, (SDP) Durante este medio siglo de revolución el cubano ha aprendido, entre tantas otras cuestiones, a valorar la importancia que tiene la recogida de basura y todo lo con ella relacionado.

Este servicio público era bastante eficiente en la Cuba anterior a 1959. Sobre todo era muy puntual y estaba basado en la recogida directa de los desechos sólidos domésticos, hogar por hogar.

En La Habana y otras ciudades importantes las caseras depositaban la basura en la acera, usando comúnmente, una lata de 5 galones de capacidad que les regalaba el bodeguero cuando se vaciaban de aceite comestible. Siempre atentas a la hora de recogida que era muy puntual.

Cuando escasearon los envases tradicionales aparecieron las jabitas de nylon como sucedáneos y los vecinos adoptaron la costumbre de colgar los nuevos envases, en clavos previamente fijados en el poste telefónico de la esquina.

Tal era la cotidianidad antes de llegar los contenedores de plástico, que por cierto son bastante recientes. Los primeros que vieron mis ojos datan de 10 años atrás, más o menos. Representan un adelanto con respecto al método tradicional, entre otras cosas, porque humanizan el trabajo y aumentan su eficiencia y productividad. Por otra parte favorecen la higiene ambiental. Su introducción desde todos los puntos de vista resulta plausible.

Sin embargo el tema se complica en nuestro país por razones muy propias: las tapas y las ruedas de estos contenedores constituyen materia prima para la fabricación de artículos de plástico y sus ruedas sirven como elementos rodantes para la fabricación de carretillas de tracción manual.

En el primer caso han surgido pequeñas fábricas o ‘chinchales’ furtivos donde el ingenio criollo logra fabricar, aunque a costa de dejar a los contenedores sin tapas, palillos de tendederas, platos de mesa, espumaderas, cubiertos de mesa, y, lo que es más importante, juguetes para niños. Camioncitos, tractores, juegos de “yaqui”, “yoyos”, y demás. Esto permite a los pequeños el acceso a objetos que de otra manera los padres tendrían que adquirirlos en pesos convertibles en las tiendas estatales.

Lo anterior provoca admiración teniendo en cuenta la complejidad implícita en la elaboración de artículos de plástico para lo que se requiere, entre otros, una prensa así como moldes y troqueles fabricados a partir de aceros especiales de alta dureza. Esto realizado en pleno desafío a las normas y disposiciones vigentes, no pude menos que sorprendernos y llenarnos de admiración hacia tan impresionantes empresarios.

El otro aspecto relacionado con las ruedas de los contenedores se resume en el robo o sustracción de tales elementos con el propósito de construir carretillas de tracción manual. Muchas de ellas con sus cuatro puntos de apoyo rodantes dan origen al carretillero, encargado de trasladar, desde la tienda hasta el domicilio y a distancias cortas, un refrigerador, un juego de cuarto o cinco sacos de cemento. Son muy útiles, además, para el trasiego de agua potable en localidades donde este líquido escasea.

Según datos oficiales la Ciudad de la Habana requiere 18000 contenedores. A principios de abril los existentes representaban las dos terceras partes, o sea 12000, de los cuales un por ciento considerable está en mal estado. La vida útil de estos equipos puede llegar a cuatro años pero en Cuba como promedio duran la mitad, o sea dos años. Así mismo se estiman en mil los que cada año piden ser sustituidos. Cada uno cuesta 160 dólares y el precio de las ruedas oscila entre los 10 y los 14 dólares por unidad.

Otro aspecto que afecta mucho a estos artefactos es el maltrato que reciben de la población. Ellos, al igual que los teléfonos públicos, los asientos de los parques y en general todos los bienes sociales, son dañados como parte de una actitud muy difundida que bien merece el mayor interés de psicólogos y sociólogos; que las autoridades reconocen e identifican con el sustantivo “vandalismo”. Las causas de este flagelo moral pasan, sin lugar a dudas, por la crisis material que sufre el país unido a la pérdida de los valores seculares del pueblo cubano y todo ello producto del sistema social imperante.
osmagon@yahoo.com











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