jueves, 10 de julio de 2008

¿Qué prensa soñó Gabo?, Luis Cino




Arroyo Naranjo, La Habana, julio 10 de 2008, (SDP) - “Los cubanos están buscando una nueva concepción de la prensa dentro del socialismo: lo único que se puede pronosticar, sin ninguna duda, es que será una prensa democrática, alegre y original”, escribía Gabriel García Márquez en 1975.

¡El Gabo siempre tan irreal cuando de opinar sobre la revolución de su amigo Fidel Castro se trata! Tal búsqueda no da señales de encontrar resultados en un futuro próximo. Resultó más fácil la ascensión al cielo de Macondo de Remedios La Bella y un bando de mariposas, antes que cosechar, dentro del socialismo verde olivo, el periodismo sin trabas, chispeante y con burbujas que pronosticara, hace ya 33 años, el genio de Aracataca.

La prensa cubana “parece más hecha para ocultar que para difundir”, se quejó hace unos años el propio García Márquez. El escritor uruguayo Eduardo Galeano, nada sospechoso de complicidades con los enemigos de la revolución castrista, fue más exacto al calificarla: “Parece de otro planeta”.

La opinión de Galeano coincide con la de los cubanos. La prensa oficial, que manipula, distorsiona y encubre, no se parece ni tiene que ver con la sociedad cubana. Cuando pretende informar (o desinformar) parece que habla de otro país, uno virtual donde todo funciona de modo bien distinto al real.

De eso se trató en el recién finalizado VIII Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) que concluyó el 5 de julio en el Palacio de las Convenciones de La Habana: de la necesidad de hacer un periodismo creíble, que se parezca a la vida.

La tarea resulta quimérica. Cuando en Cuba abolieron la democracia y la libertad de expresión, la prensa fue forzada al concubinato con el Poder. Le ciñeron el cinturón de castidad de “la política informativa”. Los periodistas se convirtieron en “trabajadores ideológicos” forzados a reiterar constantemente su lealtad a un régimen testarudo y miope, que mientras sumaba fracasos, se divorciaba de los intereses populares.

En su discurso ante el congreso, el miembro del Buró Político del Partido Comunista y vicepresidente del Consejo de Estado, Esteban Lazo, insistió en la necesidad de “conciliar la política informativa de la prensa con los intereses de la dirección del país”.
Las contradicciones, advirtió Lazo, “pueden ser de forma pero nunca de principios, pues ambas se subordinan ante todo a la defensa de la revolución”.

Para los periodistas, que supuestamente sólo deben estar subordinados a la verdad, la moraleja es la misma que comunicó el Comandante en Jefe a los consternados intelectuales reunidos en la Biblioteca Nacional una ominosa noche de 1961.

Más allá de las intervenciones críticas de varios periodistas honestos (los otros son meros propagandistas y repetidores de gastadas consignas), los debates no rebasaron los límites de la catarsis y la insatisfacción. Al menos, no más allá de la señal roja que indica peligro. Después de todo, en la UPEC, todos saben nadar y guardar la ropa.

Pero el croar de ranas en la charca fue más agudo que hace 9 años cuando se celebró el último congreso (no explicaron el por qué de tanto retraso ni nadie se atrevió a preguntar).

José Alejandro Rodríguez, periodista de Juventud Rebelde, calificó los debates sobre política informativa de “casi que forcejeo”. Advirtió el avezado Rodríguez: “el principal enemigo interno es el silencio, y nuestros propios ataúdes podrían ser los armarios con cerrojos para esconder las dudas, los quebrantos y los sanos exorcismos con que debiéramos todos los días ejercer el periodismo”.

También del periódico Juventud Rebelde, Alina Perera Robio, quien con la anuencia escrita de Fidel Castro, ha advertido que no le interesa “un socialismo gris, aburrido y chato”, dijo que mucho menos quiere “echar su suerte en uno que no sea moral”.

Algunos trataron de atisbar en el VIII Congreso de la UPEC indicios de pugnas en la elite entre los retranqueros de la inmovilidad y los aperturistas con guantes y antifaz. Hubo intervenciones (algunas por encargo, al parecer) para el gusto de cada “facción” (no me gusta mucho la palabra, no estoy seguro si está bien empleada).

El general Raúl Castro, presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, estuvo en el congreso para encantar serpientes y administrar el conflicto. Algunos de los problemas discutidos “son más viejos que Gutemberg”, bromeó. “Pero se van a resolver… y no digo más”, dijo con sonrisa enigmáticamente asiática. Dejó a todos “en eso”. Como en mitad de un coito, a medio camino del orgasmo.

Solucionar tan antiguos y arduos problemas sería tal vez uno de los muy difíciles modos de que se materialice el idílico periodismo cubano dentro del socialismo que soñó Gabo, cual si viera llover en Macondo, hace ya más de tres décadas. La mala noticia (Raúl Castro lo ha advertido en varias ocasiones) es que no debemos esperar milagros ni actos de magia.
luicino2004@yahoo.com



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