jueves, 24 de julio de 2008

POLÍTICA Dejar sin piso a la posible reconciliación Guillermo Fariñas Hernández.






Santa Clara, Cuba, julio 24 de 2008, (SDP) Algo se cuece tras bambalinas en la dirigencia castrista, pero algunos analistas siguen sin comprender. En el último decenio del mes de mayo del 2008, muchos aseguraban el preludio de una nueva ola represiva masiva. El objetivo sería la oposición pública y no violenta, que enfrenta al régimen de la isla.

Todo fue una mala caricatura del recuerdo de aquellas tres Mesas Redondas, del mes de marzo del pretérito 2003. Sólo que ahora el mundo no estaba al borde de otra conflagración bélica, predecible y por ejecutarse, como sí ocurrió en aquellos tiempos, entre Estados Unidos de América versus el Irak de Sadam Hussein.

Los operativos represivos se han incrementado de golpe y porrazo, pero aunque se transformaron en más violentos, nadie hasta ahora ha ido a dar con sus huesos a la cárcel. Mucho menos se ha condenado a largas penas de prisión. O sea, el fin perseguido no es el encarcelamiento para escarmentar a los disidentes.

Sin embargo, ahora queda la duda sobre el motivo de la propagandización mediática de un grupo importante de opositores pacíficos. Gran parte del pueblo cubano los vio, con asombro, a través de las pantallas de la televisión oficialista: reconocidos anticastristas aparecieron en los periódicos gubernamentales.

Resulta altamente sospechoso para el cubano de a pie. La nomenclatura en el poder, siempre ha tratado, de no nombrar, apellidar y mucho menos mostrar, imágenes de los disidentes pacíficos. Sin embargo, en esta ocasión, no sólo fue lo expuesto por la televisión sino que hasta lo reprodujeron en los diarios.

En un artículo publicado el 27 de junio del 2008, en el periódico oficialista Granma, el siempre incondicional “tanque pensante” Armando Hart Dávalos, escribió un trabajo bajo su firma titulado, Hacia un Nuevo Saber, donde se intuye el miedo de los detentadores del poder en la isla por una apertura unilateral de los americanos.

Aunque a algunos lectores no les guste, recurramos a los acontecimientos históricos, en las siempre tensas relaciones Cuba-Estados Unidos.

Citemos un solo ejemplo: en 1996, el entonces presidente William Clinton trataba de acercarse a Fidel Castro, a pesar las ásperas críticas del exilio más intransigente. La orden dada y ejecutada, fue derribar a las avionetas civiles de la organización “Hermanos al Rescate”. Esto sirvió para romper cualquier entendimiento posible y obligó al gobierno estadounidense a implementar nuevas medidas coercitivas. Esto fue muy favorable a la conveniencia política del poder fidelista.

Los hermanos Fidel y Raúl Castro necesitan mantener el status quo en sus vínculos con los yanquis. A ellos les es muy perentorio conservar la posición de “plaza sitiada” y así justificar sus métodos represivos y la falta de libertades de la ciudadanía. Pero si triunfa en noviembre Barak Obama, todo se podría ir al diablo.


La triada de programas televisivos de mayo, todos contra la disidencia interna, incluida la conferencia de prensa del ministro de relaciones exteriores de Cuba, el siempre inefable Felipe Pérez Roque, llamó la atención de los espectadores. Se cargó la mano contra la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana (SINA).

En todos los casos, se le denominó como “Estado Mayor de la Contrarrevolución en Cuba”. Se criticó las facilidades de acceso brindadas a nacionales a la Internet. Cuestión manipuladora y burda, puesto que otras sedes diplomáticas también lo hacen, sin ser mencionadas para nada.

El 2 de julio, el Ministerio de Relaciones Exteriores dijo: “El gobierno de Cuba emplaza al gobierno de los Estados Unidos a responder por estos hechos y demanda el cese definitivo de las actividades injerencistas de aliento, organización, dirección, financiamiento y monitoreo de la contrarrevolución interna por parte de la SINA”.

Y prosiguió: “El gobierno de Cuba reitera claramente que no tolerará la continuidad de estas provocaciones y acciones ilegales, instigadas por la Administración norteamericana a través de sus funcionarios diplomáticos en La Habana, y responsabiliza al Gobierno de los Estados Unidos por las consecuencias que puedan derivarse de su respuesta”.

La cuestión es demonizar a la SINA ante la opinión pública nacional para poder implementar medidas más drásticas. No se puede permitir, que si triunfa Obama en las próximas elecciones presidenciales, llene el reducto comunista con miles de peligrosos visitantes capitalistas, sin fusiles en ristre y sí como mensajeros de la prosperidad.

El núcleo de mayor dureza ideológica entre los dirigentes cubanos no acepta bajo ningún concepto hacer las paces con los yanquis. Ellos ya están inmersos en una conspiración, cuyo clímax será sacar a la SINA de La Habana. Si Barak Obama llega a presidente, la cuestión es dejar sin piso a la posible reconciliación.
cocofari62@yahoo.es



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