Lawton, La Habana, julio 31 de 2008, (SDP) En Cuba y en el mundo conviven diferentes tipos de cubanos. Algunos se comprometieron a fondo con eso, a que por hábito, se le llama revolución. Otros, rechazaron el compromiso por muchas y diversas razones que no en todos los casos fueron políticas. Aunque así fuera, la respuesta oficial al no compromiso, fue en todos los casos, represiva o compulsiva. Algunos resistieron como caballos percherones. Se marginaron y crearon sus islas personales.
Esa generación que creció al calor del proceso iniciado en 1959, fue privada de formación cristiana. Pero de forma paradójica, es a esta misma generación a la que el régimen pide que perdone, eso que hoy llama, errores. Por supuesto, los castristas nunca han pedido, ni piden perdón. Tampoco han reconocido errores. Sólo aspiran a ser perdonados porque si, por aquellos a quienes lastimaron y formaron sin valores cristianos. Esos que obviamente, nunca aprendieron a perdonar.
Estos cubanos conviven dentro de la Isla y fuera de ella. Llevan dentro de si los recuerdos amargos que la revolución les impuso. Pero (y esto es privativo a los que residen en Cuba) el régimen suma continuamente nuevas heridas.
Con una insensibilidad brutal, el gobierno de Raúl Castro ha impuesto cinco años más de trabajo, para acceder a la jubilación. Los cubanos varones podrán jubilarse a los 65 y las mujeres a los 60 años. Ellos creen tener razones de peso para esto. El envejecimiento poblacional amenaza el futuro de una nación, que será un espacio para ancianos, en un futuro mediato.
En Cuba estamos frente a una situación similar a la confrontada por muchos países europeos a la conclusión de la II Guerra Mundial. La conflagración bélica desbastó al continente europeo, redujo la población masculina y la natalidad. Europa quedó vieja y cansada, sin fuerzas ni vitalidad.
Cuba que no pasó por una guerra, sufre efectos similares porque le sucedió algo peor: Sufrió a Fidel Castro y a sus legiones verdeolivo. Estas fueron tan destructivas como cualquier guerra. La pregunta que habría que hacerse es: ¿Cuál sería el compromiso contraído por un pueblo con una plaga como la representada por el actual gobierno cubano? La respuesta obvia es: ninguno.
Pasó el 26 de julio y la vida siguió su curso áspero por las venas de la nación. El general presidente pronunció un discurso que pudiera calificarse de medianamente bueno para la Asamblea Municipal de Santiago de Cuba. Demasiado local para el gusto de muchos. Habló para su círculo de ancianos asaltantes y simpatizantes con asaltos. No dijo algo que pudiera calificarse de relevante. Por suerte habló poco.
Quizás lo mejor para todos fuera, comenzar de nuevo por la democracia. Hacerlo sin lastres y compromisos. Una transición civilizada sin mirar atrás. Con todos y para bien supremo de todos.
jgonzafeb@yahoo.com
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