jueves, 10 de julio de 2008

Una duda muy razonable , Oscar Mario González




Playa, La Habana, julio 10 de 2008, (SDP) Así como en la gramática no hay reglas sin excepciones en la conducta humana no existen manifestaciones tan generalizadas que excluyan las singularidades.

Hago esta reflexión porque a pesar de que casi todos los cubanos quieren escapar de la Isla en lo que sea, para donde sea y a como de lugar, alguno que otro regresa. Esto, pese a las dificultades que otrora tuvo que vencer para emigrar.

Este es el caso de un tal Jorge, que luego de vivir y trabajar por unos años en Miami como guardia de seguridad de una escuela, regreso a La Habana definitivamente, donde se desempeña como guitarrista de un pequeño club nocturno y vive de las propinas que recibe. Todo ello según un corresponsal del rotativo Miami Heráld que visitó nuestra capital como turista y que por tal razón omite su nombre.

Jorge se lamenta de que todos lo toman por un agente de la Seguridad del Estado. Nadie acepta que razones afectivas hayan podido motivar tan extraño e inconcebible proceder. El, sin embargo, dice que el amor al terruño, a la familia y al ambiente que le vio nacer y crecer determinó su inusual decisión.

El lamento de Jorge es tan inútil como los ladridos a la luna en noches de plenilunio. Nadie le cree.

Algunos le dicen el “sexto” en alusión a los cinco cubanos ex miembros de la Red Avispa, presos desde hace una década en cárceles norteamericanas por el delito de espiar a favor de la policía de Seguridad del Estado de Cuba.

Pero de nada hay que sorprenderse en el caso que nos ocupa. Jorge, antes de tomar la decisión que tomó, debió prever las consecuencias. El nació y se crió en esta realidad y por ello sabe que aún los de aquí, pese a conocerse de toda la vida, desconfían unos de otros en un acto de temor y paranoia generalizadas.

Para todos, la llegada y estadía de Jorge en el “paraíso” y su posterior regreso voluntario al “infierno” de procedencia, no tiene otra explicación que un boleto de ida y vuelta en el bolsillo, extendido por la policía política a su favor. O sea para todos Jorge es un seguroso.

Porque en toda esta tramoya hay algo que esta bien claro. Algo de cuya diafanidad no duda ningún cubano luego de medio siglo alumbrándose con velas de a cinco pesos y candiles de luz brillante. Aquí la neutralidad no es permitida dado el carácter totalitario del régimen. Esas cosas se permiten allá. Acá el que no esté con el Comandante está contra él. Y eso de que sabiéndote gusano te dejen venir convertido en mariposa bien puede tener un precio.

De algo estoy seguro. Cuando menos, Jorge está obligado a ser un obediente cederista (miembro de los Comités de Defensa de la Revolución) con todo lo que a ello le cuelga: guardias de vigilancia, participación en reuniones y en las caldosas de las veladas de los aniversarios, y otras muchas cosas más.

Pero, tratándose de alguien con quien la revolución ha sido tan concesiva, permitiéndole regresar a la patria de la cual renegó, es difícil pensar que los sabuesos de la policía política sean tan poco exigentes y se conformen con tan poca cosa. De ahí, seguramente, el pánico generalizado hacia la persona de Jorge aquel que, vivió en la “gloria” y retornó al “infierno”.
osmagon@yahoo.com

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