jueves, 26 de junio de 2008

Café conversatorio (poesía), Rogelio Fabio Hurtado


A Lourdes Martínez

No sé por qué combinación de la memoria
es que tantos años después recuerdo ahora
la impecable luz fría sobre las mesas,
el olor casi intelectual del aire acondicionado
y los mullidos butacones verdes de la biblioteca
donde me sentaba, sin dinero ni autorización,
a leer la criticada revista de monegal,
o las obras de Borges
en los libritos grises de Emecé Editorial.

Esperando que aparecieses en la puerta,
menuda, el suéter rojo y el pelo leonino
mucho más agresivo que tu carita pálida
(uno aprende a ser tierno ya de mayor, ¿te fijas?)
para irnos a vivir por las calles mi futura novela
o sumergirnos en el sótano del johnny 88
-si habías cobrado tu estipendio de becada-
o ir a estropearnos un poco la ropa buscando el
amor
cerca del río Almendares y entre sus mosquitos.

Había luna y silencio como para sonetos
pero yo te escribía muchísimos y flojos versos
libres.
Cuando llovía o disponíamos de menos tiempo
aprovechábamos tu aire de europea oriental
para deslizarnos por el elevador hasta la azotea
solitaria del rascacielito de Línea y C a besarnos
y luego me cantabas, en ruso y en inglés,
Extraños en la Noche y Noches de Moscú, mis
predilectas.
¡Te digo que eran bellos el alto mar
tus pechos claros en la oscuridad!
(Ruego te fijes que aprendí a prosar,
que no fueron en vano las montañas de hojas
que le desvalijábamos a la Novosti al salir del
piso 21.)

Tú reportabas lo más tarde posible a F y 3ra,
yo volvía en la guagua dormido de amor.

Aquí, técnicamente hablando, terminaría el poema,
souvenir de los años felices, del Boom y la
pobreza,
lo que sigue consta en la burocracia del registro
civil,
así cuando concertamos la cita del divorcio
yo había reafirmado todos mis defectos
y tú tenías el pelo corto teñido de violeta
-los dos habíamos sido desterrados ya
como socios de la biblioteca-.

Lo que aún me molesta
es que en la escasa repartición de bienes
te hayas llevado la capita rusa de nylon azul
que yo llevaba puesta incluso bajo el sol
porque me hacía sentirme todo un joven poeta.

Con todo, es una maravilla ir de paseo al olvido
y encontrar todavía aquel húmedo invierno
en que aprendíamos juntos a besar y a escribir.

Rogelio Fabio Hurtado
El poeta entre dos tigres.

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