En Cuba hay una organización para controlar cada potencial oveja descarriada. Cuando los escritores y artistas se creyeron, temprano en los sesenta, el asunto de la libertad, los acorralaron en la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba). Después llegaron las nuevas generaciones con la misma letanía y se fundó la Brigada Hermanos Saíz, otro coto para controlar deslealtades. En el ínterin hubo prisiones y demás rudezas.
Ahora les toca el turno a los homosexuales, tal vez una de las minorías más reprimidas y castigadas, no sólo por el prejuicio histórico de la sociedad, sino por dictámenes legislativos en su contra durante casi medio siglo de revolución.
Al frente de la nueva artimaña, una mujer con sonrisa luminosa de dientes bien cuidados, quien lleva el apellido de los victimarios y ostenta más viajes al exterior que el defenestrado ministro de Educación. Alguien que se incomoda cuando los periodistas extranjeros tratan de desacreditar el legado de su tío moribundo, sobre todo en el tema de la sexualidad que tanto le atañe.
Suerte de enfant terrible, revolucionaria de caviar, sumamente privilegiada, apropiándose de una bandera que no le pertenece y con la cual puede sumar protagonismo nacional e internacional a una carrera ''apolítica'', como no se cansa de repetir.
Por estos días La Habana simuló, de cierta manera, la Atenas de la Grecia clásica durante la Jornada Cubana por el Día Mundial contra la Homofobia, bajo un lema sorprendente donde las alternativas no abundan: ''La diversidad es la norma''. En la jugada promocional, los gays fueron ``reinas por un día''.
Al mismo tiempo que Mariela Castro, directora del CENESEX (Centro Nacional de Educación Sexual), se enfundaba en sus mejores galas para festejar la apertura de clósets con ''afocantes'' travestis de la isla en sitios deparados a convocatorias revolucionarias; en oscuros aposentos del Ministerio del Interior se trazaba la estrategia de la operación ''Clóset cerrado'' que sería discretamente puesta en práctica luego del jubileo público.
Los gays lloraron, con justificada emoción, por este amago de desagravio, en un programa cultural preliminar donde: Miguel Barnet, Frank Padrón, Norge Espinosa, Antón Arrufat, Nancy Morejón y hasta Roberto Fernández Retamar, entre otros, fueron convocados a leer poemas relativos al homosexualismo; el crítico oficial del diario Granma, conminado a presentar Brokeback Mountain en la televisión y Pablo Milanés a cantar en una plaza pública.
Aún no había terminado un espectáculo autorizado de tres horas con los más reconocidos travestis en el cine Astral y la policía ''oriental'' salía de cacería por el Parque de la Fraternidad, en los alrededores del Capitolio y otros sitios de La Habana, para hacer entrar en razones a los gays de barrio, sin glamour, algunos prostituyéndose para su diario sustento y otros en cordial intercambio de opiniones sobre acontecimientos tan inusuales y sospechosos.
Los imberbes oficiales que, en ocasiones, suelen acosarlos sexualmente, les recordaron, con su habitual tozudez, que la ciudad no era ''una fiesta innombrable'' y que podían terminar en la estación por alteración del orden público porque, según ellos, esas leyes no habían sido derogadas y los revolucionarios machos en un país bloqueado no se vestían de mujer, ni andaban con tanta ''pajarería'' por la calle.
La jornada del CENESEX incluyó la proyección de un filme extranjero sobre la homosexualidad y se olvidó de documentales realizados en Cuba, por jóvenes directores, como M & K, Sucedió en La Habana y más recientemente Ella trabaja, donde los protagonistas siguen siendo víctimas clamando por justicia en medio de un sistema que no los tolera ni les da tregua.
Mariela Castro dijo que está educando a la impertinente policía, afanada en hacer cumplir las leyes vigentes, al mismo tiempo que busca espacios físicos ''para que los encuentros amorosos (entre homosexuales) no sean tan difíciles''. Su padre le aconsejó que convenza a los recalcitrantes del gobierno de sus planes porque La Habana no es San Francisco. Ella le prometió que no habrá Día de Orgullo Gay ni ghetto donde puedan vivir sin ser molestados.
En su alcoba refrigerada hay una foto de su madre, Vilma Espín, presidenta vitalicia de la Federación de Mujeres Cubanas hasta que falleciera el año pasado. Mariela le enciende una vela y le consulta su próxima jugada: tal vez crear la Unión de Homosexuales y Lesbianas Libres de Cuba (UHLC)
Tomado de El Nuevo Herald------------
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