jueves, 5 de junio de 2008

Las Llanuras o reina por un día, Paulino Alfonso





Lawton, La Habana, junio 5 de 2008 (Semanario Digital Primavera) Fue a principios del año 2000 que se acercó una ex alumna mía, por cierto, muy dispuesta y entusiasta y me dijo: “Profe, mi hermano quiere que usted lo ayude a montar un negocio en la agricultura”.

Si no la conociera, hubiera pensado que estaba loca. Como le dije entonces, mi experiencia agrícola se reducía a cinco o quizás seis trabajos ‘voluntarios’, donde comí más de lo que aporté. No obstante insistió y pregunté: ¿Qué clase de negocio quiere tu hermano y cómo lo puedo ayudar?

Más confiada, me dijo que se trataba de montar una UBPC. Estas letras quizás no signifiquen nada o signifiquen poco para un lector no cubano. Pero para Cuba, se trata de una de las tantas ‘genialidades’ del ‘Big Brother’: son las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC).

Estas fueron creadas para, y cito: “Equilibrar la economía agropecuaria local, mejorar la oferta-demanda en lo referente a productos y servicios”. Los productos y servicios en aquel momento estaban, al igual que en este, perdidos para la población.

Asentí más por curiosidad que por deseo y pronto recibí al empresario en ciernes. Era un rollizo y rubicundo mocetón que con la franqueza y la enorme sonrisa que caracteriza a nuestros guajiros, me gritó: “¡Ahora si vamos a construir el socialismo!”

La idea era esta: sin ser economista, hizo un estudio de mercado en la ciudad, sobre la necesidad de reactivar la jardinería y otras áreas de esparcimiento en beneficio de la población. Me quedé boquiabierto y dije, OK. Entonces pregunté: “¿Qué tu quieres que te enseñe?”. Me dijo: “¿A mí? Todo lo que hace mal el gobierno y lo que tenga que hacer yo para que me vaya mejor. Por eso le voy a pagar tres o cuatro veces más de lo que le ha pagado hasta hoy el COMANDANTE.

Al cabo de dos años, lo que empezó con una carretilla, cuatro personas y reducido presupuesto, se transformó en un negocio que generó una utilidad de cerca de 800 000 pesos cup anuales y empleo para más de cincuenta personas con salarios dignos, más una productividad que envidiaría la Toyota y un costo digno de la ENRON antes del desastre. Todo esto, por trabajos contratados con el gobierno, con sus dependencias administrativas y políticas.

Fue un negocio próspero. En España, hubiera salido en ABC. En Cuba, no. La reacción oficial al éxito fue enviar un escuadrón de auditores, porque, cito: “Hay fuertes indicios de enriquecimiento ilícito y pagos muy fuertes a ‘particulares’ en esa UBPC”. Los auditores pidieron hasta las etiquetas del cereal que comió de bebito el empresario, pero no hubo nada fraudulento. Se vieron obligados a admitir que: “Si nuestras empresas tuvieran esta contabilidad, estaríamos muy bien”.

Lógicamente, el muchachón salió contento y más dispuesto aun para el trabajo. Pero el entonces delegado para la agricultura le dijo con pesar: “Lo siento mi hermano, pero aunque no se te probó nada, hay que cerrarte. Ningún particular puede ser más productivo que el estado”.

Por consideraciones obvias, en este trabajo se omiten nombres. Pero la anécdota es real. Habrá que luchar para que cosas como esta no ocurran nunca más en nuestro país. Por lo pronto, me siento optimista. Un buen amigo me dice constantemente que Cuba es maravillosa.
Remata con la afirmación de que: “Lo único malo que hay en Cuba son ‘esta gente’ y su sistema hijo de puta”. Espero que el futuro de Cuba le de la razón.

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