jueves, 26 de junio de 2008

SOCIEDAD Buzos en desgracia, Oscar Mario González





Playa, La Habana, junio 26 de 2008 (SDP) Siempre he sentido una espontánea admiración por esos hombres que libran el sustento diario hurgando en los depósitos de basura y que por asociación con otros que escudriñan las profundidades marinas, el pueblo los denomina “buzos”.

El oficio no tiene nada de novedoso y posee universalidad. Sólo, que en ningún lugar del mundo sufre el acoso de las autoridades públicas ni sus ejecutores tienen que vivir en condiciones de clandestinidad, expuestos a ser multados y hasta encarcelados.

En Cuba los buzos realizan una labor de marcado provecho social. Los nuestros, ofrecen una modalidad a tono con el estado de miseria y escasez generalizadas y, por que no, con su esfuerzo contribuyen a paliar el deterioro material de la nación.

Un buzo es, ante todo, un restaurador. Un tipo que le devuelve parte o todo el valor de uso a un objeto desechado cuyo poseedor arrojó al latón de la basura por inútil e inservible. El sabe pegar las chancletas de baño y ofrecerlas a mucho menor precio. Pero quien habla de chancletas también da cuenta de las gafas oscuras a las que se le aflojaron las patas y el bolígrafo en perfecto estado de conservación que sólo requiere un cambio del repuesto o de la mina.

Es también un magnífico recuperador de materias primas que con paciencia de monje va acopiando envases plásticos y de aluminio que luego cambia por botellas de refresco, frazadas de piso, mochilas y otros artículos, en una operación de cambio con el estado que bien recuerda las operaciones de trueque medievales. Definitivamente, el buzo es un personaje beneficioso para la comunidad.

Pero el gobierno totalitario no lo entiende así y en la presente cruzada contra los cuentrapropistas y contra los “buscavidas” en general, se ha volcado hacia estos escudriñadores de escombros.

Según la prensa oficialista, un total de 365 personas dedicadas a la faena fueron visitadas por las autoridades con ofertas de empleo. De ellas, 290 resultaron multadas y 45 devueltas a sus provincias de origen.

A los que insistieron en sus propósitos, les levantaron actas de advertencia o fueron criticados ante los vecinos, multados, decomisados o juzgados por peligrosidad. Sin duda alguna, cuando el estado se erige en fuerza y ley y en sus manos concentra todos los mecanismos y resortes que mueven el cuerpo social, el país, la nación entera, se pone a los pies de funcionarios y tecnócratas. En tal caso, ¿qué pueden significar unos pocos cientos de infelices?

El asunto se concentra en la capital por razones obvias. En el interior del país es muy poco lo que se desecha y lo que va al tanque de la basura no estimula a ningún buzo pues no sirve ni como carroña para alimentar tiñosas. Son los repartos residenciales capitalinos habitados por extranjeros y por representantes de la nueva clase, los sitios más codiciados.

El gobierno totalitario, que siempre justifica su proceder aunque para ello tenga que acudir al absurdo, argumenta razones de salubridad y de imagen social. En el primer caso, identifica al buzo con un foco infeccioso, propagador de enfermedades que daña la salud publica y atenta contra si mismo. En otro aspecto, lo sitúa como un individuo que afea la ciudad y hace presente el rostro de la mendicidad en medio del paraíso castrista. El totalitarismo casi siempre argumenta con medias verdades.

Para mi amigo, ingeniero de profesión y buzo de oficio, quien me confiesa haber ganado más en cinco años de buceo que en los veinticinco que trabajó como profesional para el estado totalitario, la verdadera razón es otra. “Ellos quieren, afirma, borrar nuestra presencia del panorama urbano. Sobre todo ahora que Raúl cogió el poder, quiere mostrar al mundo cómo acabó con la mendicidad heredada de la etapa fidelista”.
osmagon@yahoo.com



No hay comentarios: