jueves, 5 de junio de 2008

De momias y cenizas, Luís Cino





Arroyo Naranjo, La Habana, junio 5 de 2008 (Semanario Digital Primavera) Celestis, una sofisticada empresa funerario-espacial californiana, anuncia su oferta de enviar a la Luna las cenizas de difuntos cuyos familiares sean capaces de pagar el capricho. El traslado de 1 gramo de cenizas costará $9 995 dólares. El “polvo enamorado” es más caro. El viaje de las cenizas de las parejas que quieran seguir unidas más allá de la muerte y del espacio, tiene un costo de $29 985 por 11 gramos. Hasta el momento, más de 1000 clientes han solicitado los servicios de Celestis para su primera misión.

Parecería ciencia ficción o alguna vieja novela de Evelyn Waugh, pero es sólo otra de las absurdas manías de los que tienen mucho dinero para gastar, aún después de la muerte, en un mundo cada vez más caótico y hambriento.

En Cuba, a la elite le ha dado por cremar a sus muertos. A casi todas las personalidades que fallecen (y a sus familiares) los incineran. Son más modestos y realistas que los clientes de Celestis. Esparcen las cenizas sobre el mar, la Sierra Maestra o el Escambray. En una urna, las guardan con devoción en un mausoleo en Mayarí o las entierran en un florido jardín colonial en la Habana Vieja que administra el historiador Eusebio Leal. Es otro de sus privilegios, el póstumo.

No todos los cubanos podemos aspirar a la cremación. Los trámites son engorrosos y hay muy pocos crematorios. Pero no debemos sentir envidia. Por el contrario, debemos agradecer el pragmatismo y buen gusto de la elite comunista en no legarnos cadáveres embalsamados que compliquen todavía más el futuro incierto.

El socialismo real legó a Rusia, entre otros males, la momia de Lenin. Desde un sombrío y custodiado salón del Kremlin, acecha su mirada vidriosa. Parece presto a incorporarse de nuevo y proclamar el comunismo de guerra o la NEP, según soplen los vientos.

En Argentina, la necrofilia por Evita Perón es el más siniestro melodrama de la historia latinoamericana. Lo escribieron, con minuciosidad en los detalles macabros, un embalsamador de lujo, Perón, Aramburu, los militares profanadores, los montoneros, Isabel la sucesora y El Brujo López Rega. La Compañera Evita, ocho metros debajo de la losa de un panteón familiar en el cementerio bonaerense de La Recoleta, sigue sin buenas noticias para descamisados y piqueteros.

Al lento paso de los mortales, no de los seres divinos, la revolución cubana vuelve al polvo. Parece que los artífices del socialismo verde olivo no aspiran a dejar momias tras de sí. Sólo cenizas quedará de su revolución. De lo malo, lo regular y lo peor. Incluso de lo bueno. Lo que vendrá, bajo cualquier signo ideológico, será otra cosa.

Al menos en esto de las cremaciones, los líderes del socialismo cubano actúan con tino y sentido común. No se puede luchar contra lo imposible. Las momias, por mucho que las veneren, al contacto con el aire, se convierten en polvo.

Los mandarines nos ahorrarán las peregrinaciones de militantes necrófilos, los profanadores de tumbas y otras historias deprimentes. Es una suerte. No importa que perdamos turistas. Si quieren momias, que se vayan a las pirámides de Egipto o al Museo Británico. Bastante tenemos los cubanos con el legado de medio siglo para cargar con más desastres.
luicino2004@yahoo.com


1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Ay, caballeros, ésto le zumba,
A penas salió la conga, el muerto se fue de rumba!