Ni el pueblo norteamericano ni Latinoamérica entienden las pasiones del exilio de Miami, y es que tenemos valoraciones diferentes sobre la tierra que nos vio nacer. Decía Gustavo Flaubert que ''la patria es posiblemente como la familia: sólo sentimos su valor cuando la perdemos''. La isla para la Calle Ocho es entre otras cosas un dolorcito constante y agudo en el medio del pecho, es la música de una conga santiaguera, una décima del Cucalambé y la palma real. Lo más curioso es que cada uno de nosotros llora, siente y sueña con una Cuba diferente.
Al igual que existen patrias de tipo, hay todo tipo de patriotas. Los hay a tiempo completo. Los que hacen patria a destajo y los turistas. Los que miran al terruño con los ojos del alma y los que le cuestan a la patria, hablando de ojos, un ojo de la cara. Alrededor de ella rondan vivos y bobos, caperucitas y lobos, energúmenos y farsantes. Están aquí en Miami, por ejemplo, los que a la hora de los hornos se dispusieron a morir callados en una cuarta de tierra, y los que llevan cuarenta y pico de años gritando como desaforados y azuzando odios inútiles sin haberle tirado jamás un hollejo de naranja a un chino. Bajo el ala del sombrero de la patria cabemos todos, acurrucados pero cabemos, animales mitológicos y seres de alas y cuernos, como los arcángeles y ciertos diablos menores.
En el fogón de la patria pueden cocinarse diferentes ajiacos. Uno de ellos es echando en la misma olla el deseo de un grupo de hombres de luchar hasta el final por la libertad de su nación, un puñado de ambiciones legítimas de esos mismos hombres, y esa caja de Pandora que es el dinero con que el gobierno norteamericano apoya a la causa de Cuba, todo revuelto con un cucharón de madera. Ahí tienes un rollo gordo, con un agravante, en este tipo de conflictos es muy difícil llegar a acuerdos.
Hasta el pasado jueves, en que un informe de la Fundación Nacional Cubano Americana revolvió el gallinero. Eso hizo que las partes implicadas comenzaran a fijar posiciones por separado en programas de radio y televisión, hasta que finalmente aceptaron civilizadamente reunirse en el programa de Univisión Radio Prohibido Callarse, de Roberto Rodríguez Tejera.
El programa diseñado por Roberto y el equipo de producción de WQBA, sencillo y blanco como un merengue: clara de huevo de política y azúcar de periodismo batidos con imparcialidad, precisión y profesionalismo. Se trataba de sentar alrededor de una misma mesa a tirios y troyanos, algunas figuras del exilio, y voces pregrabadas por la productora Mercy Alvarez de líderes de la disidencia interna como Vladimiro Roca y Oscar Espinosa Chepe opinando sobre el tema. Como periodistas invitados, Chuny Montaner y yo.
Confieso que no estaba optimista. Cuando llegué esa mañana a la emisora con mi elegante guayabera color tabaco me dije para mis adentros: ''He cometido un error, aquí la bronca va a ser grande y me van a manchar de sangre la ropa más decente que tengo''. Presunción falsa. Si hay un grupo de cubanos capaz de escucharse los unos a los otros sin gritar, sin descalificarse con epítetos personales, hay posibilidad de encontrar una tierra de nadie donde es factible discutir acuerdos posteriores.
Estuvo también presente Ramón Saúl Sánchez, del Movimiento Democracia, con la coherente tesis de que no se debe aceptar un solo centavo del gobierno norteamericano para no contaminar nuestra soberanía. Además, Ramón Saúl contribuyó más tarde a uno de los momentos más significativos del debate cuando señaló que en los últimos siete años los micrófonos de Radio Martí habían estado abiertos, fundamentalmente, a los cubanos exiliados partidarios de la administración de George Bush.
Por los grupos que ayudan a la disidencia interna hubo la inexplicable ausencia del Directorio Estudiantil. Silvia Iriondo, por vía telefónica, hizo la aclaración de que Mar por Cuba no recibía ayuda económica del gobierno de los Estados Unidos y añadió que trabajaba estrechamente con organizaciones que sí recibían fondos para programas específicos destinados a promover la democracia en la isla mediante el fortalecimiento de la sociedad civil independiente y la solidaridad internacional, y que esas organizaciones realizaban una labor extraordinaria.
También fueron columnas vertebrales del debate Angel de Fana, de Plantados, que en una breve intervención dijo que su organización, además de recibir ayuda de Washington, contaba con el aporte de muchos exiliados, entre ellos Leopoldo Fernández Pujals y el director de Acción Democrática, Juan Carlos Acosta, impugnó cifras del informe de la FNCA y criticó su precisión. El presidente de la Fundación, Pepe Hernández, y su director, Tony Costa, con madurez política y altura aceptaron esa posibilidad señalando: nos reuniremos con Acción Democrática próximamente, y si se concluye que hubo un error de nuestra parte, nos disculparemos públicamente"
Cuando regresaba a casa iba feliz porque para lograr la libertad de Cuba es necesario discutir nuestras diferencias piano pianito, admitir errores sin pestañear y entender que existe un solo enemigo común: el castrismo. Espero que debates mágicos como este se repitan una y otra vez. Los necesitamos porque cuando hay transparencia en política crece la ciguaraya, se pueden amarrar los rayos y se limpia el aire de malos espíritus.
Tomado de El Nuevo Herald
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