jueves, 12 de junio de 2008

Paseo por la Habana, Richard Roselló





En las escribanías concurren todos los letrados. Los procuradores y los escribanos. Por otro lado, llegan los corredores.

Pero cada día reina mayor lujo en La Habana. Las modas imperan, ni más ni menos que como en París.

Nuestros muebles son cada día más exquisitos y elegantes. Las casas adquieren mayores dimensiones y comodidades. Antiguamente (1845) muy raras eran las casas de dos pisos y hoy día el que fabrica pone en su casa el correspondiente piso alto, su azotea con barandas y preciosas almenas de losa.

Nuestros carruajes son cada día más lujosos y caros; los caballos del Norte están de moda, nuestros caleseros llenos de oro, grana y plata son muy recurrentes.

En los salones, tertulias, teatros, paseos, sociedades, los habaneros ostentan la gala de sus riquísimos vestidos y costosas joyas o de un buen vestido hecho por Madame Pitaux.

Estamos en La calle del Obispo. Esa tienda que ve usted al lado de la antigua cigarrería es de García. Esta barbería es de Fabricio. Allí, al frente, estaba el almacén de muebles de Mr. Lombard. Mas adelante, se halla la nueva Perfumería se Santo Domingo, adornada con sumo primor y lujo. En ella pueden escoger las pomadas más suaves, los aceites más odoríferos, los perfumes más delicados y en general todo lo que pertenece al tocador.

Pasemos a la otra cuadra. Allí está el depósito de mármoles de Biasca, que se ha hecho célebre por sus obras de clase. Para un mausoleo, para un epitafio con letras doradas, para cualquier dibujo y adorno sobre mármol. Las familias que tengan desgracia de un ser querido, el amigo que quiera perpetuar la memoria del amigo, puede encargar una lápida al Sr. Biasca y quedará completamente servido.

Trasladémonos a la otra cuadra y dejemos la bien surtida confitería de la Diana donde los aficionados a los dulces y helados hayan satisfecho las jaleas. Más adelante, la tienda del El Buen Gusto de París, llena de primores de juguetes para niños, de mil objetos curiosos, de cajitas de música y espejuelos.

Otra tienda es la fábrica de marcos de todas clases: su dueño es Codezo. Todo el mundo sabe sin disputa que es el mejor establecimiento de su clase. Sigue luego El Buen Surtido de Londres y París que es un depósito de quincalla, de lámparas, de todos tamaños, quinqués de todas clases. A la izquierda se halla el acreditado depósito de tabaco rapé de New Orleáns, donde concurren los aficionados a proveer sus cajas de polvo.

Pasamos a la calle O Reilly. Lo primero que llama la atención es la sastrería de Nello. Artista por excelencia, su tijera hábil e ingeniosa corta una casaca, una levita, un paleto, un chaleco de confección y sumo gusto de la moda actual. A mano izquierda y en la esquina, se halla la confitería El Brazo Fuerte, bien surtida de repostería y dulcería. Este establecimiento es celebre por su panqué.
Adelante está la hermosa tienda de ropa La América. Allí las damas encontrarán magníficos abanicos de nácar con las pinturas mas finas que se conocen, rasos anchos para vestidos, blancos y negros, exquisitos puntos de seda, un brillante surtido de mantas de raso, de gros. Hay un variado surtido de merinos de cuartos, para paletos y pantalones, paños de todos colores.

En la cuadra siguiente, llama la atención la hermosa sombrerería de la Universal, digna rival del Correo de Ultramar. Los elegantes prefieren la Universal y hallan los sombreros mas finos de castor, de seda, de paño y los jipijapas, tan cómodos y frescos para el campo.

Frente se encuentra la antigua Lonja siempre concurrida y frecuentada por nacionales y extranjeros. La Lonja disfruta de una popularidad adquirida por el esmero de su servicio y la buena calidad de sus bebidas de las que allí se hace gran consumo.

Demos la vuelta y verá la Columnata, donde se toma el mejor café y la más exquisita soda de La Habana.

Pasamos a la tienda de Polea, célebre por sus preciosos objetos de quincalla. En la calle Muralla se encuentran las magnificas tiendas de ropa, las lujosas platerías, los almacenes de losa y sobre todo, la inimitable Primavera, preciosa fábrica de flores. Allí se hacen primores y nadie deja de adornar su casa con un par de flores de aquel almacén.

Las bellas habaneras se dignan apearse de sus carruajes y entran al santuario de la Flora, para escoger una guirnalda y adornar su pelo con un rosa.

Dejemos a la derecha el antiguo almacén de papel y artículos de escritorios, cuyo título es la Pluma de Oro. Al lado, está la tienda de ropa La Palmira llena de exquisitas muselinas, olanes finos, pañuelos bordados, mantas de seda y de burato, las medias lisas, caladas, los abanicos de nácar.

La Platería Flecha de Oro, muy concurrida por la variedad de joyas. A la izquierda está el magnífico almacén de paños La Estrella. A la derecha se halla la cerería La Industria, atestada de velas. Las hay labradas y de variados dibujos y colores.

Otra tienda pero de cerería y cordonería El Referente, es un almacén que tiene muchos favorecedores y predilectos. Un poco más adelante se encuentra la cestería Cubana, fábrica de cestos, canastas, escobas finas. Sigue luego la platería El Espejo, que en lujo y elegancia compite con las más brillantes de París. Allí se apean las hermosas para comprar las joyas y los diamantes que han de llevar al Liceo, al teatro y a las sociedades.

Un establecimiento elegante era la peluquería La Smolenska, célebre por sus casquetes y buen gusto en todos los peinados. Aquí se ve la tienda del Palo Gordo, que todo el mundo conoce. Lo que apetezca en clase de bisutería, quincalla, juguetes, prendas, pomadas lo encuentra allí. Admiremos de paso la litografía del Sr. Costa y Co. Y si quiere comprar telas para camisas, driles, olanes y géneros de todas clases entremos a la bien surtida tienda de Ventosa, hay donde escoger al por mayor y menor.
El Nacimiento es otra de las buenas cererías que hay en la capital: allí se hacen prodigios en la cera. Si quiere Ud comprar un leontina, un alfiler, una sortija, unos aretes de gusto insistimos en la acreditada platería El Brillante. También el Puño de Oro es tienda de bisutería y joyería.

Volviendo a la calle San Ignacio. Allí está la famosa sombrerera de Abrisqueta, donde se trabaja para los militares y los paisanos con gusto elegancia y perfección. Mas adelante otra fábrica de sombrero rivaliza con Abrisqueta y ofrecen a los marchantes una provechosa concurrencia.

Sigamos. Allí ve la imprenta del Diario de La Habana; luego sigue la de la Prensa y en la cuadra inmediata la de la Marina. Estas tres imprentas sostienen sus correspondientes periodismos. Al igual que el Faro Industrial. Hace 30 años atrás uno se contentaba con un periódico cuya suscripción contaba más que dos periodismos de hoy en día. Hay en la capital cuatro diarios y los cuatro prosperan.

Adelante. En la esquina de la calle Obrapía se localiza el bonito establecimiento El Correo de Ultramar, una de las primeras y afamadas sombrererías de última moda. Marchando hacia delante, está la sastrería de Mr. Bellaire, tipo de la elegancia y del buen corte. Mr. M. es digno rival de Nello.

En frente, aparece el almacén de Edelmann. Las más selectas piezas de las últimas óperas de Verdi y de Donizetti, pianos de Erard y en general, toda clase de instrumentos. Ahora volvamos a la calle San Ignacio. Allí se presenta la fonda El Águila de Oro, célebre por su aseo, sus platos, por la sabrosa sazón que tiene su dueño. Allí se come la rica sopa de ostiones, la apetitosa de tortuga, la nutritiva de ravioles. Allí se saborea el más desgranado canelonis, los más delicados manjares. Allí se beben los mejores vinos, los licores más finos y acreditados. ¿Por qué no pedir mejor dos platos de ostiones frescos y una botella de vino San Vicente, después un plato de calamares, otro de criadillas y para la perfecta simetría de la mesa, otro plato de hígado a la italiana, flanqueados con un par de platos de pescados a la minuta?

Entramos en la calle Mercaderes. El nombre solo de esta calle indica el gran número de establecimientos mercantiles que hay en ella. En la esquina de la calle Obispo se halla el almacén de papel y avíos de escritorios de Mestre; luego sigue la Vendita. Junto a esta, se estableció la redacción del Faro Industrial, periódico que favorece al público por el esmero, laboriosidad de sus editores a favor del país. El gran acopio de tipos nuevos últimamente recibidos del Norte y en el variado surtido de viñetas, dibujos etc. que posee la imprenta aseguran la prosperidad de la empresa.

Allí tienen el almacén de cuadros titulado El Marco Dorado, buen surtido de cuanto pueda apetecerse; bastones de caña de la India y ballenas con puño de oro y plata, anteojos de teatro llamados gemelos, de nácar, de marfil, lapiceros de balanza para pesar monedas, copitas para candelas, escribanías, vinagreras, palanganas, instrumentos para los matemáticos y agrimensores etc.

A la izquierda, La Pastora, juguetería acreditada y muy concurrida: un batallón de cazadores, un escuadrón de lanceros, media docena de perros, otra de pájaros. A la izquierda, se halla la peluquería de Mr. Labaume que es uno de los buenos artistas de su ramo. Entremos en la magnífica locería de Refecas y Co. Encontrará un elegante y surtido de lámparas, arañas, bombas, quinqués, juegos de café de China. Losa fina inglesa, mil objetos primorosos de cristal, cuadros, todos a precios muy módicos.

Sigamos. Sobre la mano izquierda, veneramos la relojería de Mr. Ducomon y sobrino, la no menos acreditada de Pedro Gorard y la de Santiago Maire. Dejemos a uno y otro lado de esta calle el infinito número de buenas tiendas de ropa, peleterías, almacén de paños, de papel, de librería, ferreterías…

El liceo artístico y literario de La Habana, establecimiento destinado a difundir las luces del saber construido en 1845. Colocados en el centro de un barrio comercial y populoso, se hallaban los almacenes de moda.

Despierto. Terminó el paseo por La Habana. Hoy todo resulta diferente, aunque no mejor. Quizás toque a otros en el futuro buscar y encontrar los encantos de nuestro tiempo.

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