Era el día extremadamente cálido y seco, de una primavera diseñada para castigar, con todo el calor y toda la suciedad del universo. Producto del polvo, un verde sin brillo se apoderó de las hojas de los pocos árboles, que sobreviven en la calle Monserrate. Se levantaban continuamente remolinos de aire caliente, cargado de polvo y sin una pizca de humedad.
La cafetería de Harris Brothers, en La Habana Vieja, es uno de los mejores lugares para escapar de la temperatura de la ciudad. En ella se reúne mucha gente interesante, llegan para beber algo frío. Una cerveza, un refresco o un helado. Hay turistas de mochila y camiseta barata con la efigie de Che Guevara, prostitutas, proxenetas, vividores, luchadores, artistas, escritores, desahuciados y hasta periodistas.
Estos últimos, de la especie capaz de convivir con esa clientela variopinta. De los que no tributan al oficialismo de Castro, que los llama por la autoridad de su capricho y el agobio del almanaque, mercenarios.
Harris Brothers es una tienda por departamentos con historia y tradición en La Habana. Dicen que Ernest Hemingway hizo sus facturas en ella. Su entrada principal es por la calle O´Reilly.
Pero tiene además otra entrada por Monserrate, desde donde se accede a la cafetería. Desde ella, uno decide si visita o no el resto del establecimiento.
Algunas de las más complicadas y fructíferas operaciones comerciales del mundo empresarial clandestino habanero se cierran en la cafetería de Harris Brothers. En sus mesas se habla de toneladas de champú o de aceite o de pintura, o de cientos de cajas de habanos. De contenedores de cajas de relojes digitales, analógicos o automáticos. Los rateros y los arrebatadores no encuentran espacio, no es su lugar.
Por eso Maco consume allí su cuota de tres cervezas diarias. Anda solo o en ocasiones con Willy. Ambos son periodistas a la caza de historias por la ciudad. A ellos ningún jefe les dicta los temas sobre los que deben escribir, son independientes.
La norma de convivencia en Harris es de cuatro por una. Por cada cuatro cervezas, una debe ser para la casa. Esa es la norma para recibir créditos y otras atenciones, como un club. Es casi la una y el sol no da tregua. Es tanto el calor, que hay que hacer acopio de valor para salir de la agradable atmósfera climatizada del lugar.
Las últimas cervezas irán por Maco. Tanto Willy como él comparten la mesa de siempre al fondo del establecimiento. Acaban de enterarse que la Garnier se marcha del país, malas noticias. Muy malas para Ester, la mujer de Maco. Ella está dispuesta a dejar de comer con tal de disponer de ese maldito champú. El gordo Robaina le regaló una caja de 12 botellas. Le dijo: “Que la flaca las disfrute bien, porque son las ventiúltimas. Garnier se fue. Esto es contribución pa la causa.”
Robaina es un próspero empresario clandestino, un “maceta”, así los llama despectivamente el gobierno. Se conocieron casualmente y luego que Robaina les mandó a investigar, se convirtió en su fuente y anfitrión. “Ustedes van a ser gobierno. Yo no soy político, lo mío es el negocio. Hay que mantener buenos “conectos”. Los negocios de Robaina se miden por toneladas de esto o aquello. Contenedores de champú, aceite, pintura o lo que sea.
Maco y Willy están acompañados por Elaine. Ella es puta, pero de las altamente cotizadas. Se graduó de técnico medio en economía antes de salir a luchar. Maco es el amor imposible de Elaine. En otro orden de cosas, ella es otra de las fuentes de que disponen. Les mantiene al día sobre las difíciles relaciones de la POR (Policía Oriental Revolucionaria) con las putas de La Habana.
Los amores difíciles de la policía y las putas, les han servido de fuente muchas veces a nuestros amigos. Putas y policías, policías y putas, los términos se desdibujan. Todos los policías orientales y revolucionarios que conozco, sueñan con el amor redentor de una puta habanera. Ella les relató las desventuras del Historiador de la Ciudad, -un empresario erudito o quizás un erudito empresario con demasiado corazón- con la policía.
En una memorable ocasión, el Historiador fue conducido esposado hasta el cuartel de la policía. Un desaprensivo policía oriental, que no leía periódicos ni veía televisión, lo arrestó. Lo hizo porque el distraído Historiador caminaba por sus predios, sin el inevitable Carné de Identidad. El policía le dijo que tenía que acompañarlo, cuando el Historiador trató de hacerle entrar en razones, el policía le amenazo con “darle do palo en el lomo”. Gracias a este incidente, la policía oriental está felizmente desterrada del Casco Histórico. En estos predios actúa la Policía Especializada. Esta la integran habaneros, de seis pies y más de estatura. Aunque tan corruptos como los orientales, disponen de lenguaje articulado y son algo más inteligentes.
Bandurria es otro de los clientes asiduos de Harris. Es rastafari, negro y quiere irse de Cuba. Lo único que le mantiene en la Isla es la madre. En ocasiones, funciona como una fuente excelente de valiosas informaciones. Es uno de los chulos más experimentados y capaces de La Habana. Ha tratado de convencer a Elaine para que trabaje para él, pero ni modo. Además de esto, consume y distribuye la mejor marihuana de la ciudad.
El Mago, otro chulo negro y rastafari como él, su rival más calificado. El mago es un mago de oficio. Trabaja por la izquierda en restoranes para turistas. Habla perfectamente el inglés y el francés. Los aprendió en la calle. “En el fuego”, como suele decir. El Mago vive para los ejercicios constructivos. Un “Arnold” habanero construido a golpe de soya, tesón y entusiasmo. De facciones finas, es el negro más hermoso de La Habana en opinión de todas las putas conocidas. Pero le temen por su ascendencia haitiana y el rumor, cierto o no, de que práctica el vudú.
Casi a la hora de salir, habían coincidido Elaine, Bandurria y el Mago. Willy miró a Maco, se hicieron una seña y decidieron quedarse. Algo bueno saldría del encuentro. Estaban secos, sin temas ni noticias, áridos y estériles ante la mesa de trabajo. El camarero se acercó y ordenaron cerveza.
-La primera la pago yo, hice un pan anoche-dijo el Mago.
Las cervezas llegaron y por turnos como el hábil y experimentado equipo que conformaban, Maco y Willy, se dieron a la tarea de sacar información.
-¿No has vuelto por el Monte de Las Banderas?-preguntó Maco dirigiendo la pregunta al Mago.
-Eso está malo. Me enteré por Internet en casa de la francesita de la UNESCO que está conmigo, que la gente de ustedes lo maleó. Se pusieron a hablar mierda y esta gente quitó el Batallón de Ceremonias y el cambio de banderas. ¡Imagínate! Para el cambio de guardia y toda esa mierda, bajaban una tonga de turistas. Por culpa de ustedes, eso se jodió… Esta gente se acomplejó porque alguien dijo que le estaban rindiendo honores a la embajada americana, ¡de pinga!
-Pero era verdad, ¿no?-dijo Willy
Bandurria que no había comentado nada sobre el particular, intervino.
-¿Qué carajo importa si es verdad o no? Con aquella mierda de la abogada, jodieron la leche en polvo de todo el mundo. Jodan al gobierno pero no a la gente que está luchando. Con la jodedera de las banderas y la embajada, cagaron una minita de pepes y pepas, ¿en qué están ustedes? Ayuden al artista cubano.
Maco le miró de soslayo y dijo con toda la sorna y la ironía de que era capaz:
-Gracias a nosotros a ustedes los sofocan menos. La “monada” se cuida de que hablemos demasiado sobre cosas, o que hablemos sobre alguno en particular. Piénsenlo bien y den las gracias… ¿Y tú qué Cusita?-dijo dirigiéndose a Elaine que había permanecido callada.
-Estoy más muerta que viva. Ayer volví de madrugada de Matanzas. Estuve en casa de mi familia en Guareiras. El pueblo andaba de velorio, todo estaba muy revuelto. Una mujer quemó al marido. El pueblo está dividido. Es un lugar chiquito en que la gente se conoce o es familia. Unos están con la mujer y otros se ponen de parte del marido quemado. Aunque el tipo era un abusador, nadie merece morir de esa forma. Lo dejó como un chicharrón.
Intrigados, Willy y Maco le pidieron a Elaine que les contara. Hasta el Mago y Bandurria, parecieron interesados, no todos los días se quema a alguien. Lo que contó fue poco más o menos así.
Sólo los pies, desde el tobillo a las plantas, se salvaron de la chamusquina. El tipo se acostó con las botas puestas a dormir la borrachera. Antes había golpeado a su mujer y al hijo pequeño de esta. Ella esperó a que su sueño fuera profundo. Aterrorizada pero decidida, lo roció con petróleo hasta empapar bien el colchón. Luego, le echó el poco de gasolina que había reservado para la ocasión y le prendió fuego. Se retiró inmediatamente que las llamas cobraron fuerza.
Felo aun no había cumplido los cuarenta. Golpear a su mujer, borracho o sobrio no era algo extraordinario para él, ni para sus vecinos. Se sentía asistido del derecho para ello. Su tragedia dividió en dos a la comunidad. De una parte, los hombres y los familiares del occiso, de la otra, las mujeres y los familiares de Adita, su joven y homicida esposa.
El hospital provincial, no disponía de analgésicos. No tenía ni Duralgina siquiera. Con más del 90% de la superficie corporal quemada, con lesiones de tercer grado, no era posible aliviar el dolor. Hubo que esperar por la familia que consiguió un poco de Duralgina en La Habana. A menos de 24 horas de sufrimiento y de acuerdo con los familiares, los facultativos suspendieron la medicación y le desconectaron para que “muriera en paz”.
Felo se fue a las pocas horas. Cuentan que antes de morir intentó virarse. El dolor del esfuerzo, le hizo proferir un grito intenso que pareció provenir del otro mundo. Nadie se explica de donde sacó fuerzas. Unos dicen que era la carne de caballo y de las vacas que consumía a partir de sus prácticas de matarife clandestino.
Como casi todas las mujeres abusadas, ella pensó que se trataba de una pesadilla transitoria. En un principio creyó en las promesas de enmienda de Felo. Cuando dejó de creerle, ya le tenía mucho miedo. El alto consumo de alcohol, empeoró las cosas.
Les dijo a los investigadores policiales que quiere mucho a Felo y lamenta lo ocurrido. Insistió en que se trataba solamente de darle un susto. Pero se contradice cuando afirma que, aun después de muerto, le tiene mucho miedo.
La última ronda de cerveza la pagó Elaine. Willy quedó fascinado por la historia. Se puso de acuerdo con Maco para quedársela. Maco andaba algo borracho y aceptó. Elaine le pidió que la acompañara. Dormirían la siesta juntos. Con peticiones tan especiales, Maco suele ser muy generoso. Hacía mucho calor. El sol raja la acera en La Habana, a la entrada de Harris Brothers.
jgonzafeb@yahoo.com
La cafetería de Harris Brothers, en La Habana Vieja, es uno de los mejores lugares para escapar de la temperatura de la ciudad. En ella se reúne mucha gente interesante, llegan para beber algo frío. Una cerveza, un refresco o un helado. Hay turistas de mochila y camiseta barata con la efigie de Che Guevara, prostitutas, proxenetas, vividores, luchadores, artistas, escritores, desahuciados y hasta periodistas.
Estos últimos, de la especie capaz de convivir con esa clientela variopinta. De los que no tributan al oficialismo de Castro, que los llama por la autoridad de su capricho y el agobio del almanaque, mercenarios.
Harris Brothers es una tienda por departamentos con historia y tradición en La Habana. Dicen que Ernest Hemingway hizo sus facturas en ella. Su entrada principal es por la calle O´Reilly.
Pero tiene además otra entrada por Monserrate, desde donde se accede a la cafetería. Desde ella, uno decide si visita o no el resto del establecimiento.
Algunas de las más complicadas y fructíferas operaciones comerciales del mundo empresarial clandestino habanero se cierran en la cafetería de Harris Brothers. En sus mesas se habla de toneladas de champú o de aceite o de pintura, o de cientos de cajas de habanos. De contenedores de cajas de relojes digitales, analógicos o automáticos. Los rateros y los arrebatadores no encuentran espacio, no es su lugar.
Por eso Maco consume allí su cuota de tres cervezas diarias. Anda solo o en ocasiones con Willy. Ambos son periodistas a la caza de historias por la ciudad. A ellos ningún jefe les dicta los temas sobre los que deben escribir, son independientes.
La norma de convivencia en Harris es de cuatro por una. Por cada cuatro cervezas, una debe ser para la casa. Esa es la norma para recibir créditos y otras atenciones, como un club. Es casi la una y el sol no da tregua. Es tanto el calor, que hay que hacer acopio de valor para salir de la agradable atmósfera climatizada del lugar.
Las últimas cervezas irán por Maco. Tanto Willy como él comparten la mesa de siempre al fondo del establecimiento. Acaban de enterarse que la Garnier se marcha del país, malas noticias. Muy malas para Ester, la mujer de Maco. Ella está dispuesta a dejar de comer con tal de disponer de ese maldito champú. El gordo Robaina le regaló una caja de 12 botellas. Le dijo: “Que la flaca las disfrute bien, porque son las ventiúltimas. Garnier se fue. Esto es contribución pa la causa.”
Robaina es un próspero empresario clandestino, un “maceta”, así los llama despectivamente el gobierno. Se conocieron casualmente y luego que Robaina les mandó a investigar, se convirtió en su fuente y anfitrión. “Ustedes van a ser gobierno. Yo no soy político, lo mío es el negocio. Hay que mantener buenos “conectos”. Los negocios de Robaina se miden por toneladas de esto o aquello. Contenedores de champú, aceite, pintura o lo que sea.
Maco y Willy están acompañados por Elaine. Ella es puta, pero de las altamente cotizadas. Se graduó de técnico medio en economía antes de salir a luchar. Maco es el amor imposible de Elaine. En otro orden de cosas, ella es otra de las fuentes de que disponen. Les mantiene al día sobre las difíciles relaciones de la POR (Policía Oriental Revolucionaria) con las putas de La Habana.
Los amores difíciles de la policía y las putas, les han servido de fuente muchas veces a nuestros amigos. Putas y policías, policías y putas, los términos se desdibujan. Todos los policías orientales y revolucionarios que conozco, sueñan con el amor redentor de una puta habanera. Ella les relató las desventuras del Historiador de la Ciudad, -un empresario erudito o quizás un erudito empresario con demasiado corazón- con la policía.
En una memorable ocasión, el Historiador fue conducido esposado hasta el cuartel de la policía. Un desaprensivo policía oriental, que no leía periódicos ni veía televisión, lo arrestó. Lo hizo porque el distraído Historiador caminaba por sus predios, sin el inevitable Carné de Identidad. El policía le dijo que tenía que acompañarlo, cuando el Historiador trató de hacerle entrar en razones, el policía le amenazo con “darle do palo en el lomo”. Gracias a este incidente, la policía oriental está felizmente desterrada del Casco Histórico. En estos predios actúa la Policía Especializada. Esta la integran habaneros, de seis pies y más de estatura. Aunque tan corruptos como los orientales, disponen de lenguaje articulado y son algo más inteligentes.
Bandurria es otro de los clientes asiduos de Harris. Es rastafari, negro y quiere irse de Cuba. Lo único que le mantiene en la Isla es la madre. En ocasiones, funciona como una fuente excelente de valiosas informaciones. Es uno de los chulos más experimentados y capaces de La Habana. Ha tratado de convencer a Elaine para que trabaje para él, pero ni modo. Además de esto, consume y distribuye la mejor marihuana de la ciudad.
El Mago, otro chulo negro y rastafari como él, su rival más calificado. El mago es un mago de oficio. Trabaja por la izquierda en restoranes para turistas. Habla perfectamente el inglés y el francés. Los aprendió en la calle. “En el fuego”, como suele decir. El Mago vive para los ejercicios constructivos. Un “Arnold” habanero construido a golpe de soya, tesón y entusiasmo. De facciones finas, es el negro más hermoso de La Habana en opinión de todas las putas conocidas. Pero le temen por su ascendencia haitiana y el rumor, cierto o no, de que práctica el vudú.
Casi a la hora de salir, habían coincidido Elaine, Bandurria y el Mago. Willy miró a Maco, se hicieron una seña y decidieron quedarse. Algo bueno saldría del encuentro. Estaban secos, sin temas ni noticias, áridos y estériles ante la mesa de trabajo. El camarero se acercó y ordenaron cerveza.
-La primera la pago yo, hice un pan anoche-dijo el Mago.
Las cervezas llegaron y por turnos como el hábil y experimentado equipo que conformaban, Maco y Willy, se dieron a la tarea de sacar información.
-¿No has vuelto por el Monte de Las Banderas?-preguntó Maco dirigiendo la pregunta al Mago.
-Eso está malo. Me enteré por Internet en casa de la francesita de la UNESCO que está conmigo, que la gente de ustedes lo maleó. Se pusieron a hablar mierda y esta gente quitó el Batallón de Ceremonias y el cambio de banderas. ¡Imagínate! Para el cambio de guardia y toda esa mierda, bajaban una tonga de turistas. Por culpa de ustedes, eso se jodió… Esta gente se acomplejó porque alguien dijo que le estaban rindiendo honores a la embajada americana, ¡de pinga!
-Pero era verdad, ¿no?-dijo Willy
Bandurria que no había comentado nada sobre el particular, intervino.
-¿Qué carajo importa si es verdad o no? Con aquella mierda de la abogada, jodieron la leche en polvo de todo el mundo. Jodan al gobierno pero no a la gente que está luchando. Con la jodedera de las banderas y la embajada, cagaron una minita de pepes y pepas, ¿en qué están ustedes? Ayuden al artista cubano.
Maco le miró de soslayo y dijo con toda la sorna y la ironía de que era capaz:
-Gracias a nosotros a ustedes los sofocan menos. La “monada” se cuida de que hablemos demasiado sobre cosas, o que hablemos sobre alguno en particular. Piénsenlo bien y den las gracias… ¿Y tú qué Cusita?-dijo dirigiéndose a Elaine que había permanecido callada.
-Estoy más muerta que viva. Ayer volví de madrugada de Matanzas. Estuve en casa de mi familia en Guareiras. El pueblo andaba de velorio, todo estaba muy revuelto. Una mujer quemó al marido. El pueblo está dividido. Es un lugar chiquito en que la gente se conoce o es familia. Unos están con la mujer y otros se ponen de parte del marido quemado. Aunque el tipo era un abusador, nadie merece morir de esa forma. Lo dejó como un chicharrón.
Intrigados, Willy y Maco le pidieron a Elaine que les contara. Hasta el Mago y Bandurria, parecieron interesados, no todos los días se quema a alguien. Lo que contó fue poco más o menos así.
Sólo los pies, desde el tobillo a las plantas, se salvaron de la chamusquina. El tipo se acostó con las botas puestas a dormir la borrachera. Antes había golpeado a su mujer y al hijo pequeño de esta. Ella esperó a que su sueño fuera profundo. Aterrorizada pero decidida, lo roció con petróleo hasta empapar bien el colchón. Luego, le echó el poco de gasolina que había reservado para la ocasión y le prendió fuego. Se retiró inmediatamente que las llamas cobraron fuerza.
Felo aun no había cumplido los cuarenta. Golpear a su mujer, borracho o sobrio no era algo extraordinario para él, ni para sus vecinos. Se sentía asistido del derecho para ello. Su tragedia dividió en dos a la comunidad. De una parte, los hombres y los familiares del occiso, de la otra, las mujeres y los familiares de Adita, su joven y homicida esposa.
El hospital provincial, no disponía de analgésicos. No tenía ni Duralgina siquiera. Con más del 90% de la superficie corporal quemada, con lesiones de tercer grado, no era posible aliviar el dolor. Hubo que esperar por la familia que consiguió un poco de Duralgina en La Habana. A menos de 24 horas de sufrimiento y de acuerdo con los familiares, los facultativos suspendieron la medicación y le desconectaron para que “muriera en paz”.
Felo se fue a las pocas horas. Cuentan que antes de morir intentó virarse. El dolor del esfuerzo, le hizo proferir un grito intenso que pareció provenir del otro mundo. Nadie se explica de donde sacó fuerzas. Unos dicen que era la carne de caballo y de las vacas que consumía a partir de sus prácticas de matarife clandestino.
Como casi todas las mujeres abusadas, ella pensó que se trataba de una pesadilla transitoria. En un principio creyó en las promesas de enmienda de Felo. Cuando dejó de creerle, ya le tenía mucho miedo. El alto consumo de alcohol, empeoró las cosas.
Les dijo a los investigadores policiales que quiere mucho a Felo y lamenta lo ocurrido. Insistió en que se trataba solamente de darle un susto. Pero se contradice cuando afirma que, aun después de muerto, le tiene mucho miedo.
La última ronda de cerveza la pagó Elaine. Willy quedó fascinado por la historia. Se puso de acuerdo con Maco para quedársela. Maco andaba algo borracho y aceptó. Elaine le pidió que la acompañara. Dormirían la siesta juntos. Con peticiones tan especiales, Maco suele ser muy generoso. Hacía mucho calor. El sol raja la acera en La Habana, a la entrada de Harris Brothers.
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