Arroyo Naranjo, La Habana, julio 3 de 2008, (SDP) Parece que las consecuencias de la cruzada de Mariela Castro y el CENESEX contra la homofobia son más serias de lo que se pensaba. Por lo pronto, ya están las primeras olas y sigue en alza la marea.
Un grupo de activistas pretendió celebrar una marcha del orgullo gay, en pleno corazón de El Vedado, el pasado 25 de junio. No quedaron conformes con la celebración oficial del Día Contra la Homofobia en el Pabellón Cuba, el afocante show de travestís en el teatro Astral y la exhibición en TV de Brokeback Mountain.
Los activistas gays exigían el cese real de la discriminación contra los homosexuales en Cuba. Además, pedían una disculpa pública del general Raúl Castro por la implementación de los campos de trabajo forzado de las UMAP en los años 60. No pedían poco.
No los dejaron salir del Parque del Quijote. Los reprimió la policía, como si de disidentes se tratara. Sólo que eran disidentes (homo) sexuales, lo cual no los hizo menos subversivos y reprimibles. Para la policía política, todos los gatos son pardos y cazan ratones.
Lo de las olas y la marea no lo digo tanto por la reprimida manifestación de los gays como por la resuelta, enérgica e insólita (en alguien tan ecuánime y moderado) reacción del Cardenal Jaime Ortega frente a la cruzada de Mariela y el CENESEX.
Podía esperarse algo similar. La alta jerarquía de la Iglesia Católica es tradicionalmente conservadora en estos temas. Sólo que el arzobispo de La Habana no suele hablar fuerte cuando de políticas oficiales se trata.
Sin embargo, la cuestión de que el gobierno autorice las operaciones de cambio de sexo, hizo saltar al Cardenal Ortega. Cuestiones más graves no le han provocado tal salto ni declaraciones más claras. Parece que, después de todo, Mariela Castro no exagera acerca de cuan fuerte es la homofobia en Cuba, y no sólo en ciertos círculos de la cúpula gobernante.
El Cardenal Jaime Ortega considera que la campaña oficial en pro de la diversidad sexual que alcanzó su clímax el pasado 17 de mayo, “fue más allá de combatir el rechazo o el maltrato a las personas homosexuales”.
El arzobispo de La Habana estima que, respecto al tema del homosexualismo, el gobierno cubano debió sustraerse a “la ideología liberal sustentadora del todo vale”. Pienso que se refiera a como mismo se sustrajo en cuanto a democracia, estado de derecho, economía de mercado y otras zarandajas terrenales que no deben ser de la incumbencia del Monseñor porque casi nunca las menciona.
Pero en este caso, el Arzobispo de La Habana tuvo que hablar alto y claro “porque muchos de los fieles de nuestras comunidades se sintieron sorprendidos y disgustados y pidieron una palabra de la Iglesia”.
Según Monseñor Ortega, “los católicos han solicitado un pronunciamiento eclesiástico sobre el probable reconocimiento legal de las uniones homosexuales, la posible adopción de niños por esas parejas” y las orientaciones a adolescentes y sus familias sobre las preferencias sexuales”.
¿Será que ningún católico pidió una palabra de la Iglesia por los muertos del remolcador “13 de marzo”, los tres jóvenes sumarísimamente juzgados y fusilados por intentar robar la lancha de Regla? ¿Ningún fiel le habrá solicitado que hable sobre los prisioneros de conciencia y la falta de libertades políticas y económicas de los cubanos? ¿Los que le solicitaron su palabra serán acaso los mismos feligreses que le encargaron orar con fervor por la salud del Comandante en Jefe?
Al Monseñor Ortega, en línea directa con el Santo Oficio, más que el papel de la Iglesia Católica cubana en un momento definitorio de la historia nacional, le preocupa que poco más de una decena de homosexuales (que él debe calificar de aberrados dignos de la hoguera) escapen, por la vía de la cirugía, del molde corporal que la naturaleza les impuso
Pero ni siquiera en este asunto de la homosexualidad que tanto preocupa a sus feligreses se presente como “algo normal”, puso el Cardenal los puntos sobre las íes. Para hacerlo, tuvo que acudir en su ayuda Palabra Nueva, la publicación de la Archidiócesis de La Habana:
“La actual campaña desde las alturas gubernamentales tiene más bien la apariencia del desagravio. Fue precisamente después de 1959 con el propósito del hombre nuevo que la homofobia se impuso a base de carros-jaula, prisión, trabajos agrícolas y la invitación a emigrar”.
El Cardenal Ortega, enviado por el régimen a cortar caña “a la cañona” en sus tiempos de seminarista, no quiere desagravios para los gays y demás víctimas de las UMAP. Por su parte, no los necesita. Dicen que hace más de 40 años, tras las alambradas de un campamento, le sembraron el miedo en el alma. Todavía le dura.
luicino2004@yahoo.com
Un grupo de activistas pretendió celebrar una marcha del orgullo gay, en pleno corazón de El Vedado, el pasado 25 de junio. No quedaron conformes con la celebración oficial del Día Contra la Homofobia en el Pabellón Cuba, el afocante show de travestís en el teatro Astral y la exhibición en TV de Brokeback Mountain.
Los activistas gays exigían el cese real de la discriminación contra los homosexuales en Cuba. Además, pedían una disculpa pública del general Raúl Castro por la implementación de los campos de trabajo forzado de las UMAP en los años 60. No pedían poco.
No los dejaron salir del Parque del Quijote. Los reprimió la policía, como si de disidentes se tratara. Sólo que eran disidentes (homo) sexuales, lo cual no los hizo menos subversivos y reprimibles. Para la policía política, todos los gatos son pardos y cazan ratones.
Lo de las olas y la marea no lo digo tanto por la reprimida manifestación de los gays como por la resuelta, enérgica e insólita (en alguien tan ecuánime y moderado) reacción del Cardenal Jaime Ortega frente a la cruzada de Mariela y el CENESEX.
Podía esperarse algo similar. La alta jerarquía de la Iglesia Católica es tradicionalmente conservadora en estos temas. Sólo que el arzobispo de La Habana no suele hablar fuerte cuando de políticas oficiales se trata.
Sin embargo, la cuestión de que el gobierno autorice las operaciones de cambio de sexo, hizo saltar al Cardenal Ortega. Cuestiones más graves no le han provocado tal salto ni declaraciones más claras. Parece que, después de todo, Mariela Castro no exagera acerca de cuan fuerte es la homofobia en Cuba, y no sólo en ciertos círculos de la cúpula gobernante.
El Cardenal Jaime Ortega considera que la campaña oficial en pro de la diversidad sexual que alcanzó su clímax el pasado 17 de mayo, “fue más allá de combatir el rechazo o el maltrato a las personas homosexuales”.
El arzobispo de La Habana estima que, respecto al tema del homosexualismo, el gobierno cubano debió sustraerse a “la ideología liberal sustentadora del todo vale”. Pienso que se refiera a como mismo se sustrajo en cuanto a democracia, estado de derecho, economía de mercado y otras zarandajas terrenales que no deben ser de la incumbencia del Monseñor porque casi nunca las menciona.
Pero en este caso, el Arzobispo de La Habana tuvo que hablar alto y claro “porque muchos de los fieles de nuestras comunidades se sintieron sorprendidos y disgustados y pidieron una palabra de la Iglesia”.
Según Monseñor Ortega, “los católicos han solicitado un pronunciamiento eclesiástico sobre el probable reconocimiento legal de las uniones homosexuales, la posible adopción de niños por esas parejas” y las orientaciones a adolescentes y sus familias sobre las preferencias sexuales”.
¿Será que ningún católico pidió una palabra de la Iglesia por los muertos del remolcador “13 de marzo”, los tres jóvenes sumarísimamente juzgados y fusilados por intentar robar la lancha de Regla? ¿Ningún fiel le habrá solicitado que hable sobre los prisioneros de conciencia y la falta de libertades políticas y económicas de los cubanos? ¿Los que le solicitaron su palabra serán acaso los mismos feligreses que le encargaron orar con fervor por la salud del Comandante en Jefe?
Al Monseñor Ortega, en línea directa con el Santo Oficio, más que el papel de la Iglesia Católica cubana en un momento definitorio de la historia nacional, le preocupa que poco más de una decena de homosexuales (que él debe calificar de aberrados dignos de la hoguera) escapen, por la vía de la cirugía, del molde corporal que la naturaleza les impuso
Pero ni siquiera en este asunto de la homosexualidad que tanto preocupa a sus feligreses se presente como “algo normal”, puso el Cardenal los puntos sobre las íes. Para hacerlo, tuvo que acudir en su ayuda Palabra Nueva, la publicación de la Archidiócesis de La Habana:
“La actual campaña desde las alturas gubernamentales tiene más bien la apariencia del desagravio. Fue precisamente después de 1959 con el propósito del hombre nuevo que la homofobia se impuso a base de carros-jaula, prisión, trabajos agrícolas y la invitación a emigrar”.
El Cardenal Ortega, enviado por el régimen a cortar caña “a la cañona” en sus tiempos de seminarista, no quiere desagravios para los gays y demás víctimas de las UMAP. Por su parte, no los necesita. Dicen que hace más de 40 años, tras las alambradas de un campamento, le sembraron el miedo en el alma. Todavía le dura.
luicino2004@yahoo.com
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