La Habana, julio 3 de 2008. (SDP) Para la mayoría de los adolescentes en Cuba, los problemas se resuelven pidiendo ayuda económica a los parientes exiliados. Eso hizo Yamil respaldada por su madre, cuando organizó su fiesta de quince.
Pero ya de aquello hace tres años. Ahora a la joven le urge un ventilador y quiere aplicar la misma formula, en este caso su madre no la apoya.
“- No voy a pedir dinero de nuevo, sigue resolviendo con el aparato ruso que hay en casa como siempre”-.
“- Hay mima – reposta la muchacha- ese ventilador ya no sirve era de cuando vendían carne de res por la libreta (cartilla de racionamiento).”-
La simpática respuesta, al parecer versión moderna del viejo refrán “cuando los perros se amarraban con longanizas”, para denotar épocas remotas, nos llamó la atención a quienes participábamos de aquel diálogo en la pequeña casa de Yamil, en un barrio periférico de la Ciudad de la Habana.
El tema se animó y todos quisimos expresar a la vez nuestro último encuentro asignado con el bovino. Entonces se formó una gran confusión de fechas y años. Unos decían que veinte, otros que treinta hasta que el testimonio de Olga nos convenció.
“Miren, yo estaba embarazada de mi hija Alina, tenia dos meses cuando compre la carne de res que me tocaba por la libreta. Fue la última vez, en 1992 ya de eso hace 16 años.” Comentó la mujer como queriendo poner con su minucioso recuerdo, punto final al increíble debate.
Aunque de la India donde las vacas son sagradas, nos separa una gran distancia y cultura, en la Cuba actual también podrían verse como tales, ya que el sacrificio y comercialización de su carne es ilegal, y está contemplado en el código penal hasta con 15 años de privación de libertad.
Sin embargo, a pesar del tiempo transcurrido sin el alimento y que muchos en este país, nunca hayan podido degustar un bistec, a la gente no se le olvida. Incontables han sido las historias protagonizadas por quienes lo han apostado todo con tal de llevar a su mesa el plato prohibido.
En el mes de agosto de 1994, un grupo de residentes del municipio Arroyo Naranjo en Ciudad Habana, descuartizaron y se comieron un caballo que había muerto por causas desconocidas, por lo que las autoridades sanitarias recomendaron su incineración.
Pedro Castro, quien fuera testigo del hecho, dijo que agentes policiales colocaron algunos neumáticos viejos sobre el cadáver del animal, le rociaron combustible, le prendieron fuego y se marcharon del sitio.
“Tan pronto se alejaron los agentes – dijo- alrededor de veinte personas que observaban a cierta distancia del lugar se precipitaron sobre el caballo muerto, lo voltearon para apagar el fuego y comenzaron a descuartizarlo para llevarse porciones de carne a sus casas”.
“Todo fue tan rápido, que otro grupo de personas que corrió minutos más tarde, no encontró nada”.
Herencias de nuestros ancestros que nos dan la condición de carnívoros, quizás fue el móvil para correr en esta ocasión. O lo difícil y cara de esta carne en el mercado ilegal.
Pero el problema no tiene visos de solución. Hace tres días por una de las emisoras de radio de la ciudad, un teniente coronel de la policía, anunciaba el arresto en la Habana del Este, de varias personas que transportaban en una furgoneta de la empresa de correos, los cuerpos de cinco reses muertas para el comercio ilegal.
Delito por el que han cumplido y cumplen prisión, una cifra inimaginable de ciudadanos en el país. Instintos o costumbres de comer carne roja que no parecen amilanar a quienes se resisten a ser vegetarianos.
primaveradigital@gmail.com
Pero ya de aquello hace tres años. Ahora a la joven le urge un ventilador y quiere aplicar la misma formula, en este caso su madre no la apoya.
“- No voy a pedir dinero de nuevo, sigue resolviendo con el aparato ruso que hay en casa como siempre”-.
“- Hay mima – reposta la muchacha- ese ventilador ya no sirve era de cuando vendían carne de res por la libreta (cartilla de racionamiento).”-
La simpática respuesta, al parecer versión moderna del viejo refrán “cuando los perros se amarraban con longanizas”, para denotar épocas remotas, nos llamó la atención a quienes participábamos de aquel diálogo en la pequeña casa de Yamil, en un barrio periférico de la Ciudad de la Habana.
El tema se animó y todos quisimos expresar a la vez nuestro último encuentro asignado con el bovino. Entonces se formó una gran confusión de fechas y años. Unos decían que veinte, otros que treinta hasta que el testimonio de Olga nos convenció.
“Miren, yo estaba embarazada de mi hija Alina, tenia dos meses cuando compre la carne de res que me tocaba por la libreta. Fue la última vez, en 1992 ya de eso hace 16 años.” Comentó la mujer como queriendo poner con su minucioso recuerdo, punto final al increíble debate.
Aunque de la India donde las vacas son sagradas, nos separa una gran distancia y cultura, en la Cuba actual también podrían verse como tales, ya que el sacrificio y comercialización de su carne es ilegal, y está contemplado en el código penal hasta con 15 años de privación de libertad.
Sin embargo, a pesar del tiempo transcurrido sin el alimento y que muchos en este país, nunca hayan podido degustar un bistec, a la gente no se le olvida. Incontables han sido las historias protagonizadas por quienes lo han apostado todo con tal de llevar a su mesa el plato prohibido.
En el mes de agosto de 1994, un grupo de residentes del municipio Arroyo Naranjo en Ciudad Habana, descuartizaron y se comieron un caballo que había muerto por causas desconocidas, por lo que las autoridades sanitarias recomendaron su incineración.
Pedro Castro, quien fuera testigo del hecho, dijo que agentes policiales colocaron algunos neumáticos viejos sobre el cadáver del animal, le rociaron combustible, le prendieron fuego y se marcharon del sitio.
“Tan pronto se alejaron los agentes – dijo- alrededor de veinte personas que observaban a cierta distancia del lugar se precipitaron sobre el caballo muerto, lo voltearon para apagar el fuego y comenzaron a descuartizarlo para llevarse porciones de carne a sus casas”.
“Todo fue tan rápido, que otro grupo de personas que corrió minutos más tarde, no encontró nada”.
Herencias de nuestros ancestros que nos dan la condición de carnívoros, quizás fue el móvil para correr en esta ocasión. O lo difícil y cara de esta carne en el mercado ilegal.
Pero el problema no tiene visos de solución. Hace tres días por una de las emisoras de radio de la ciudad, un teniente coronel de la policía, anunciaba el arresto en la Habana del Este, de varias personas que transportaban en una furgoneta de la empresa de correos, los cuerpos de cinco reses muertas para el comercio ilegal.
Delito por el que han cumplido y cumplen prisión, una cifra inimaginable de ciudadanos en el país. Instintos o costumbres de comer carne roja que no parecen amilanar a quienes se resisten a ser vegetarianos.
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