jueves, 5 de junio de 2008

Licencia divina secuestrada. José Antonio Fornaris.




Managua, La Habana, junio 5 de 2008 (Semanario Digital Primavera) Los miembros del Partido Comunista en Cuba son unos setecientos mil. La isla cuenta con cerca de once millones cuatrocientos mil habitantes, esto hace que los integrantes de esa organización política sean sólo un poquito más del seis por ciento de la población total.

Regados por el mundo, de acuerdo con cifras gubernamentales, hay aproximadamente otro millón setecientos mil cubanos más. Esto eleva la cifra de los nacidos en la Mayor de las antillas a un poquito más de trece millones.

Eso reduce a los miembros del Partido Comunista a tan sólo un cinco coma tres por ciento de todos los cubanos. Son una minoría absoluta.

Siempre han sido muy pocos. Cuando en 1925, en una casa de familia de la calle Lamparilla en La Habana Vieja, fue fundado el primer Partido Comunista en Cuba, nada más que eran 27; su Secretario General era un español, y su línea de acción obedecía de manera total a la Internacional Comunista dirigida por Moscú.

Sin embargo, desde que están en el poder, aseguran que son la fuerza superior de la sociedad. Nadie les otorgó esa condición de alto honor, pero la tomaron por cuenta propia y la asentaron en la Constitución que ellos mismos crearon.

Una Carta Magna, que mientras existió la Unión Soviética, tenía varios artículos en los que sobresalía la obediencia a las directrices de Moscú.

Y desde entonces, esa ideología foránea, que nada tiene que ver con las raíces que nos dieron origen, ha sido destructora de nuestra espiritualidad nacional.

Pero lo que resulta aún más lamentable de la realidad de nuestro país, es que no parecen haber dudas de que la imposición del comunismo en la isla, fue fruto directo de la necesidad de una teocracia militar que tenía como objetivo primario y básico el sacerdocio del poder.

Y a partir de ahí, los que detentan el poder hace casi medio siglo, actúan como si tuvieran una licencia divina para todos ellos gozar de grandes privilegios, mientras la inmensa mayoría de la población ha carecido durante decenios de derechos básicos fundamentales, todos ellos de esencia humana.

La segregación política es total, a la vez que todas las penalidades que sufren los ciudadanos, tratan de justificarla con la enemistad de Estados Unidos. Pero nunca han tratado seriamente de revertir esa situación; ha sido todo lo contrario, cuando lo normal sería aprovechar las posibilidades que ofrece tener de vecino al país-imperio.

Aunque los sacerdotes del poder cambiaron a su máximo líder y Comandante en Jefe por un general de ejército, no hay ningún indicio relativamente serio de que quieran dar algún paso hacia la democracia y a la institución de un Estado de derechos.

Y mientras los cubanos no tengan derechos políticos y económicos, cuestiones fundamentales secuestradas por los jefes de quienes han asumido catalogarse como “fuerza superior de la sociedad”, la comunidad internacional debiera sentirse obligada a solidarizarse con los intereses de los millones de desposeídos y segregados, y no brindar apoyo a la ínfima minoría gobernante de comunistas en la isla.

A la luz de la verdad, es contradictoria la actitud que asumieron las naciones democráticas del mundo con respecto al régimen del apartheid racial en Sudáfrica, y la que mantiene con el régimen del apartheid político en Cuba.

Ambos tipo de régimen laceran la dignidad humana, ambos niegan derechos naturales de las personas. Es un deber ayudar a que la minoría segregacionista que hace cerca de medio siglo está en el poder en Cuba, de paso a los derechos democráticos de la nación. No hacerlo, los países cristianos deberían verlo como lo que es: un pecado ante Dios.
fornarisjo@yahoo.com

1 comentario:

Anónimo dijo...

Los comunistas, según tus números, son el 6.14% de la población general. Yo me atrevería a decir que de ese exiguo universo estadístico, la mitad son "lambiaestacas". La mitad de la otra mitad son buscones y botelleros. De la cuarta parte restante, casi todos están ahí porque tienen miedo. Solamente un puñado se da cuenta del mal que han hecho y de lo que necesita la república. Cambiando un poco la línea de pensamiento: ¿A quién no le ha pasado que en una guagua habanera, un abusador lo ha ido abacorando contra la puerta? El remedio infalible ha sido siempre devolver los empujones, pero con más fuerza. Y si la cosa llega a los piñazos, amparanos Divina Pastora, Jesús, María y José, entonces es uno quien debe meter el primer bimbazo, por el aquello de que quien da primero, da dos veces. Yo pongo a todos los comunistas en la categoría de "lambiaestacas y criminales, y ya va siendo hora que el cubano meta su empujoncito. LA FUERZA ESTA EN EL PAIS.