jueves, 5 de junio de 2008

PRECISAMENTE A MIS AMIGOS (poesía), Rogelio Fabio Hurtado



Más de la mitad de mis amigos
me despiertan sospechas; escruto sus rostros,
analizo sus chistes, me mantengo, ante ellos,
en estado de alarma permanente.

Son precisamente los más ingeniosos, los
mejor informados, los exquisitamente atentos
a mis lecturas; solicitan copias de cuanto
escribo, jamás me contradicen, y sobre todo
escuchan, escuchan cuanto digo y lo que callo.

Ellos disponen siempre de una hora para mí;
me proponen comidas, botellas, antologías difíciles
(dignas de mí, insinúan); incluso los decepciono
muchísimo si opino a favor del realismo, si
paso por alto la calidad de un disidente.

Ellos son mis amigos más selectos, y eso
es lo peor. ¡Echo de menos mi antigua confianza,
cuando desdeñaba el veneno de tales alimañas!
Ahora, a fuerza de calcularlas, casi
me hechizan las sutilezas de la infamia.

En mi casa permanezco tranquilo sólo a
medianoche.
De día, el timbrazo del teléfono me asusta.

Cualquier paso, en el alba, me despierta.
Paso las horas encerrado, como maniatado
por hilos invisibles, irrompibles.

“Persecution Mania”, me digo, paranoia.
Pruebo a pensar que soy, que somos inocentes
mis amigos y yo; que nada sucederá mañana
ni pasado mañana; que de veras me aprecian;
y me sorprendo buscando deprisa sitio seguro
donde esconder de sus oídos estos papeles.

¡Los derrotaré con la sinceridad total!
-me animo, pero de inmediato, como a la mano
las avispas, me picotean las dudas, ¿no será
candor la sinceridad? Quisiera organizar
mi cabeza, pero no lo consigo, no hallo salida.

En este mundo nadie me salvará de mis
amigos
Si pruebo a recogerme, ellos me buscan.
Si me callo, me atribuyen proyectos, decisiones.
Si hablo, si me explico, alquimistas del terror,
tornan en veneno letal la dulzura. Todo ha sido
previsto: en algún cubil iluminado a medianoche
como mi cuarto de trabajo, se traman las celadas
por venir; con fatídica monotonía prevén
mis movimientos.

Lo sé. Va engrosándose el monstruo,
nutrido de mis venas que ellos, mis queridos
amigos, chupan, haciendo entre sonrisas el odio.
Son expertos en eso mis mejores amigos:
el muy franco, que lo critica todo, porque él
“sí es un hombre probado”;
el ingenuo, siempre recién llegado
que todo lo pregunta;
el docto en teología, que odia al clan familiar;
el cínico bonachón que revisa,
como al descuido, tu librero;
aquel, inocentísimo, que te pregunta
si de él también sospechas;
o el ex prosista, que te saluda ostentosamente.

Rodeado de ellos vivo como cercado por
tiburones.
Mientras espero que, un día, ellos me
ofrezcan la perdida clave de mis actos, mato mi
tiempo redactando estas líneas (de las cuales
no podré arrepentirme) y las firmo hoy, a los seis
días del mes de las lluvias, en la florida
capital de la siempre Fiel Isla de Juana,
Fernandina,
Cuba, a sólo 24 años del siglo XXI.

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