jueves, 3 de julio de 2008

Llanto por un bandido, Oscar Mario González







La muerte de Pedro Antonio Marín, conocido por los alias de Manuel Marulanda Vélez y “Tirofijo”, anunciada a mediados de mayo del presente año fue, sin lugar a dudas, la noticia más difundida por los medios de comunicación de todo el orbe y particularmente por la prensa latinoamericana. El hecho fue sentido e interpretado de diferentes maneras según el color político e ideológico del exponente.

La televisión cubana lo definió como “eterno patriota” y guerrillero alzado desde l949. El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, tuvo a bien clasificarlo como “hermano perdido para la lucha”. Hugo Chávez, desde Caracas, quien nunca disimuló su admiración por el difunto, optó por el silencio y otro tanto hizo el presidente boliviano Evo Morales. El otro sector de la izquierda continental, comúnmente aludido como “moderado”, prefirió abstenerse de hacer comentarios.

Según el anunciador de su fallecimiento Timoleón Jiménez del Secretariado de la guerrilla, Tirofijo murió en los brazos de su cónyuge y rodeado de los compañeros encargados de su seguridad. Todo ello podría resultar muy enternecedor si no fuera por los miles de muertos que se asocian a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), y los miles de secuestrados, muchos de los cuales aún permanecen en calidad de rehenes.

Sin lugar a dudas el fallecido luchador colombiano pasará a engrosar la lista de los héroes del martirologio totalitarista “filo marxista” de América Latina, en un lugar no muy distante del que ocupa el Che Guevara.

En realidad su figura se presta a la manipulación romántica. Fundador de las FARC conservó el liderazgo durante décadas hasta su deceso. Si tenemos en cuanta que su incorporación a la insurgencia data de 1949 tras los sucesos del “bogotazo” de l948, nos permitimos afirmar que fue el guerrillero que más tiempo permaneció en la lucha. El más viejo de todos los alzados en armas famosos, a través de toda la historia latinoamericana.

Pero otras circunstancias, nada comunes, contribuyen a crearle una aureola de excepcionalidad que siempre obran a favor de la mitificación

Hijo de una familia campesina numerosa, se fue a correr mundo desde la edad de trece años, llevando consigo la animadversión hacia el sistema democrático inculcado por sus ancestros y progenitores. Tan temprana evasión del hogar paterno le obligó a deambular de un sitio a otro ejerciendo los trabajos más menesterosos. Se dice que fue panadero así como también vendedor de dulces, carnicero, albañil y tendero.

Los anuncios de su muerte fueron numerosos a lo largo de su vida guerrillera. En l964, el gobierno colombiano alimentó el falso rumor de su caída. Unos conjeturaban que había caído en combate, otros que “cangrenado” y hasta que víctima de insectos venenosos.

En 1970, anunciaron su caída en un enfrentamiento con el ejército colombiano; a mediados de la década de 1990 medios radiales publicaron su deceso y agregaron que la caída había sido confirmada por el miembro del secretariado de las FARC, Iván Martínez. La reunión entre Tirofijo y el ex presidente Andrés Pastrana, en noviembre de l998, vino a despejar las dudas que sobre su muerte existían dentro y fuera de Colombia. Más recientemente, en febrero de 2004, se alzó el fuerte rumor de que tenía cáncer de páncreas y de que le restaban unos meses de vida. Las famosas computadoras de Raúl Reyes, abatido por el ejército colombiano el primero de marzo, vinieron a confirmar que, al menos a finales de 2007, Tirofijo estaba vivo.

Es de notar que sobre estos jefes con fama de tipos duros suelen difundirse versiones de su muerte para luego hacerlos aparecer en público como resurgidos de sus propias cenizas. Ello les va creando un halo de inmortalidad que promueve el mito y la leyenda. Sin duda que en las selvas y montañas de Colombia persistirá el fantasma de Manuel Marulanda, alias Tirofijo, por muchos años tal y como en la Higuera boliviana aún se mueve el espectro del Che Guevara.

Para las leyes del estado colombiano, Pedro Antonio Marín, alias Manuel Marulanda y alias Tirofijo, es un asesino y un secuestrador. Ante los Estados Unidos y ante la Comunidad Europea, las FARC lideradas por él están consideradas como una organización terrorista y las Naciones Unidas han condenado sus acciones en varios momentos de su quehacer armado. Diferentes ONG internacionales como Amnistía Internacional y Human Rights Watch han culpado a las FARC por la violación sistemática de los derechos humanos. Hasta las corrientes de izquierda colombianas desaprueban los métodos de estas guerrillas.

Solo la ultra izquierda y la izquierda enfermiza de América Latina, encabezada por Hugo Chávez, Daniel Ortega, y los Castro de Cuba, le conceden legitimidad a un movimiento armado que ha hecho del crimen, el narcotráfico y el secuestro, una forma de lucha y un modo de vida. Aunque, a tenor con las ultimas y sorprendentes declaraciones de Hugo Chávez, éste ha virado un tanto la tortilla: por razones de oportunismo electoral, ha llamado a las FARC para que abandone la lucha armada, a la cual considera no perniciosa, sino “pasada de moda”.
osmagon@yahoo.com


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